Balance de la política exterior de Donald Trump: más luces que sombras

A diferencia de lo que ocurre en nuestro país, uno de los aspectos centrales en las campañas electorales en los Estados Unidos es la política exterior. La acción de los presidentes salientes es minuciosamente escrutada, y a los nuevos candidatos se les exige un programa bien articulado.

Cuatro años después de la victoria de Donald Trump 2016, llega el momento de valorar su acción como cabeza de la primera diplomacia mundial y comandante supremo de las fuerzas armadas más avanzadas, temidas y que cuentan con el mayor despliegue en todo el mundo.

En el caso de Trump, este análisis es aún más relevante porque la política exterior era uno de los campos donde más se temía su acción como presidente.

Por fin, la retirada de Afganistán

El actual presidente no sólo no se ha lanzado a nuevas aventuras militares, a diferencia de lo que hicieron sus últimos predecesores Barack Obama (Libia) y Georges W. Bush (Afganistán e Irak), sino que ha reducido considerablemente el número de soldados estadounidenses desplegados en las guerras que Bush y Obama iniciaron o mantuvieron.

Fue bajo el mandato de Obama que la presencia militar norteamericana en Afganistán llegó a su punto álgido, con más de 100.000 soldados desplegados. Hoy, quedan tan sólo 4.500, en buena parte gracias al programa de retirada progresiva de la administración Trump. Y el objetivo es llegar a cero en breve.

Todavía hoy, buena parte del establishment de Washington parece empeñarse en continuar con esta guerra que dura ya 19 años y que ha demostrado el fracaso total de las tesis progresistas de democratización y liberalización expresa.

Trump ha sabido, a diferencia de Obama, desligarse de estas presiones y actuar seguir la voluntad popular. En efecto, según una encuesta reciente, dos terceras partes de los estadounidenses apoyan la retirada total de sus tropas de Afganistán.

Asimismo, Trump no ha dudado ni un solo momento a la hora de conducir al Estado Islámico a su derrota militar completa. Fue el propio presidente quien anunció en la televisión la muerte del califa auto-proclamado, a manos de las fuerzas especiales de los Estados Unidos.

Concienciación europea sobre el gasto en defensa

Otro aspecto donde Trump ha mantenido sus promesas y ha obrado en favor de los intereses de los Estados Unidos es en presionar a sus socios europeos para invertir más en defensa.

Durante décadas los presidentes estadounidenses han pedido amablemente a sus homólogos europeos que había que equilibrar un poco el peso desproporcionado de Washington en la OTAN y de forma más general en la defensa de Europa. Sin obtener el menor resultado.

Trump, con su estilo imprevisible y a menudo insultante, ha conseguido por primera vez de los europeos un compromiso formal para invertir más en su propia seguridad. Y todo ello, sin hacer tambalear a la OTAN seriamente.

Lo que sí que le ha sacudido es, en cambio, la traición del presidente islamista de Turquía, Recep Tayyip Erdogan. Para desviar la atención de la crisis económica que vive su país, Erdogan ejerce una política de pirómano en el Mediterráneo Oriental, amenazando, agrediendo y obrando contra los intereses de los otros socios de la Alianza Atlántica en Siria, Libia o, más recientemente, Armenia.

Con todo, Trump ha contribuido a que los europeos se hicieran más conscientes de sus propias responsabilidades en materia de defensa y seguridad.

Admirador personal de autócratas, pero su firme rival político

No es un secreto que Trump admira a los dirigentes de Rusia y China, Vladimir Putin y Xi Jinping. Pero hay que señalar que a diferencia de lo que querían creer los opositores más furibundos de Trump durante su mandato no se ha producido ningún conflicto de interés con estos dos hombres.

De hecho, Trump ha demostrado actuar una vez más siguiendo los intereses de los Estados Unidos. Ha plantado cara a Putin y el proyecto de gasoducto submarino alemán Nord Stream II, que incrementa la dependencia energética de Europa para con Rusia (y supondría un duro golpe para las exportaciones estadounidenses de gas).

Ante Xi Jinping, Trump ha propuesto incluir a China en el nuevo tratado de reducción de armamento. Es también en relación con el gigante asiático que Trump ha dejado su legado más importante.

La nueva guerra fría

Donald Trump fue el primero en alertar a los Estados Unidos y al mundo entero de la amenaza que suponía China. Durante la campaña de 2016, nadie se lo tomaba demasiado en serio y se le acusaba de ser un peligro para el comercio mundial.

Pero el tiempo ha acabado dándole la razón: con Xi Jining, China persigue una agenda internacional extremadamente agresiva y practica el capitalismo de estado como arma político-económica. Pekín se salta siempre que puede las reglas del comercio internacional a su favor, pero las esgrime como argumento ante las acusaciones de Trump.

Colindante a un actor tan implacable como China, las únicas opciones de Washington eran hacerles frente o seguir dejando que ganara influencia. Trump escogió la primera, lo que ha vertido al mundo entero a una nueva guerra fría.

Es cierto que determinadas acciones de la guerra comercial han salido mal a Trump. De momento, el déficit comercial de Estados Unidos hacia China está lejos de corregirse.

Pero el actual presidente estadounidense conserva el mérito de haber creado un frente común de demócratas y republicanos ante China. De hecho, este es posiblemente el único ámbito donde los dos partidos todavía pueden encontrar el consenso.

De cara al mundo entero, fue también Donald Trump el primero en alertar contra el fabricante chino de material de telecomunicaciones Huawei. La Comisión Europea le ha acabado dando la razón y tipo ahora una campaña para reducir la influencia de este gigante para-estatal en el Viejo Continente.

Aperturas al diálogo en Oriente Medio y Extremo Oriente

A esta lista hay que añadir otras acciones de Trump, como la apertura del diálogo con Corea del Norte o los pasos para normalizar las relaciones entre Israel y los países árabes.

La reciente normalización de las relaciones diplomáticas entre Israel, los Emiratos Árabes Unidos y Bahrein bajo mediación norteamericana es una buena noticia, a pesar de que los progresistas insistan en limitar cualquier cuestión que implique Israel en la situación de los territorios palestinos.

Claramente, no todo han sido éxitos: el régimen de Kim Jong-un sigue haciendo de las suyas y la paz entre Israel y los palestinos parece alejarse aún más. Pero no hay que olvidar que, en cada uno de estos conflictos, Trump ha protagonizado iniciativas de diálogo y acercamiento que un día podrían dar frutos importantes.

Una principal sombra: la infravaloración del multilateralismo

Si hay algo que se le pueda criticar a la política exterior de Trump en términos generales ha sido su preferencia desmedida por las relaciones bilaterales ante las multilaterales.

Si bien es cierto que el cara a cara permite avanzar más rápidamente en las negociaciones, el desprecio de Trump hacia las organizaciones internacionales ha conducido a descuidar algunos de los foros más importantes del mundo.

No se trata aquí de juzgar si la ONU o la Organización Mundial del Comercio son eficientes o no. Sencillamente se ha constatado que la retirada parcial de los Estados Unidos ha sido inmediatamente explotada por otros actores como los chinos o los árabe-musulmanes, deseosos de imponer sus propias visiones del mundo.

El error de Trump ha consistido en infravalorar el peso de las organizaciones internacionales como herramientas para transmitir valores y ganar influencia. Algo curioso si se tiene en cuenta que la hegemonía mundial de los Estados Unidos ha hecho en buena parte a través de la cultura.

En cuatro años, Trump ha tenido más aciertos que errores por lo que se refiere a política exterior Share on X

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