La sexta ola sí parece llegar a su fin, aunque mantiene niveles altos, como en el caso de Catalunya, y su rápido descenso parece haberse detenido. Pero en cualquier caso los expertos están de acuerdo en que estamos al término de esta fase.
¿Y qué vendrá ahora?
Hay dos posibles escenarios. El escenario más optimista es aquél que señala la transformación del SARS-CoV-2 en una especie de nueva gripe sin que quede claro si actuaría sólo en invierno o todo el año, y que sólo sería peligrosa para la gente mayor y para las personas vulnerables. Naturalmente, a pesar de ser el mejor escenario, estas características piden ya cierta atención.
El escenario pesimista es que el coronavirus continúa con nuevas variantes fruto de mutaciones. Como la protección vacunal se reduce en el tiempo, se pueden producir estadios de cierta complicación que no descartan una séptima ola, más debido a las infecciones que a la gravedad de ésta. Pero aquí también hay que hacer un llamamiento. La creencia de que cuanto más contagiosa es, menos grave es su afectación, no es en absoluto cierta.
Por tanto, antes de efectuar grandes celebraciones, que es la tentación permanente, reiterada y mortífera de nuestros gobiernos, hay que prestar atención a estas hipótesis de futuro que exigen una respuesta que hoy, después de 2 años de experiencia desdichada, todavía no existen. Se pueden concretar en los siguientes puntos:
- La necesidad de una red de vigilancia de infecciones respiratorias y enfermedades contagiosas, que todavía no existe y que permita actuar con tiempo.
- Sistematizar la monitorización del SARS-CoV-2 en las aguas residuales de las ciudades como el mejor indicador anticipado del que hoy se dispone.
- Abordar el problema de los interiores. El debate sobre los interiores (mascarilla sí, mascarilla no), es una simplificación inaceptable. Lo que hace falta es promover que los interiores tengan condiciones seguras. Esto significa, entre otras cosas, una buena ventilación y, por tanto, una medición continua del CO₂, que es lo que indica la calidad del aire, si está muy usado o no y, en consecuencia, es un indicador claro de riesgo de contagio. También están por implementar las diversas tecnologías sobre limpieza del aire para eliminar eficazmente los aerosoles respiratorios. Todo local de pública concurrencia debería contemplar estas necesidades, también la escuela. En esta línea deben desarrollarse y aplicarse criterios, procedimientos y normativas eficaces para reducir el riesgo de contagio, y situar límites claros como puedan ser los de 700 a 800 ppm de CO₂ en interiores compartidos que pueden incrementarse hasta los 1.000 ppm si disponen de filtrados suficientes. Cosas como éstas son básicas para garantizar la seguridad futura y ahorrar costes sanitarios. Por tanto, es necesaria una nueva legislación que sigue siendo inexistente.
- Y por supuesto, hay que ajustar cuentas y revisar qué ha sucedido, porque 100.000 muertes oficiales o 162.000 de exceso de mortalidad, un 10% de población afectada por la Covid persistente y 184.000 millones de gasto provocado por la pandemia, son costes demasiado elevados para que se pase hoja tranquilamente, como pretende el gobierno y dónde colaboran diversos medios de opinión. La mayor catástrofe desde la Guerra Civil no puede ser olvidada y hay que estudiar con detalle lo que se ha hecho a lo largo de estos años y las consecuencias de estas políticas públicas.
- Por último, la previsión de dosis de recuerdo y la adaptación de nuevos tratamientos para abordar mejor la enfermedad son también exigencias.
No, la pandemia no sólo es cosa del pasado, sino que forma parte de nuestro presente y futuro.