Sin lugar a dudas la presentación formal de la iniciativa de Sumar y su opción a encabezar la candidatura ha situado a Yolanda Díaz en el primer plano de la notoriedad con una dimensión que compite en ventajas con los resultados mediáticos de, por ejemplo, un hecho político tan importante como la visita de Sánchez a China.
Vale la pena, por tanto, explorar un poco más la anatomía de esta candidatura que, no por conocida, ha tenido menos impacto. El primer hecho que contribuye a tanta notoriedad es negativo. No tendría tanta presencia en los medios si no hubiera venido precedida y seguida de la polémica con UP. Ya se sabe que una buena pelea siempre da notoriedad.
El segundo elemento realmente nuevo es el hecho de que Yolanda Díaz, que en principio compite electoralmente por un espacio que ocupa también al PSOE, se ve fuertemente apoyada en su iniciativa por ese partido.
¿Cómo se explica ayudar a un competidor electoral, más cuando hay unas elecciones, aunque son locales y autonómicas, en parte de España, tan cerca? Pueden formularse dos hipótesis no excluyentes. La primera es que los socialistas están convencidos de que nunca podrán capturar los votos que van a su izquierda y, por tanto, tienen una resignada conformidad a que haya una fuerza en ese espacio. La segunda razón es que prefieren que sea mucho más amable y dialogante que UP y de esta preferencia se ve beneficada Díaz.
Sin embargo, no deja de ser una operación con riesgos, porque si sale muy bien Díaz puede devorar un exceso de territorio socialista y dejar disminuido a Sánchez, lo que le pasaría factura dentro del propio PSOE. Pero si sale francamente mal, esta opción queda en cuarta posición y, por tanto, pierde muchos escaños en las circunscripciones pequeñas, entonces el negocio para Sánchez también habrá sido deficiente, porque una parte de estos votos habrían tenido una mayor rentabilidad en escaños aplicados directamente a los socialistas.
El tercer elemento que intriga es la buena imagen que en parte de los medios de comunicación, siempre en espacios socialistas o cercanos a ellos, le dan a la iniciativa de Díaz, cuando desde un punto de vista ético presenta serias reservas. Constatémoslas.
Ella se representó dentro de la lista de UP, por tanto, le debe una cierta consideración a esta coalición electoral. La marcha de Iglesias y su nombramiento a dedo como heredera suya en el gobierno, ascendiéndola a la vicepresidencia y convirtiéndola en la líder de la coalición, la hacía teóricamente responsable de todo el conjunto y no sólo de los “suyos”. Que desde esa posición se hayan dedicado a construir su propia opción política de carácter estrictamente personalista y marcada por un fuerte culto a la personalidad, si bien de forma amable cuando no obtusa, no es una actuación que pueda merecer aplausos. Claro que, los responsables de UP, fuera de su círculo de fans, no despiertan precisamente simpatías de terceros por su forma intolerante de proceder, pero esto no impide que el procedimiento seguido por Díaz sea incorrecto.
Sin embargo, es que hay más. Las cifras de la encuesta del CIS, que sirven por ejemplo a Iván Redondo para cantar las excelencias de Díaz, dan la razón al planteamiento de UP. Pues resulta que todos los partidos que se reunieron el Domingo de Ramos para vitorear a la vicepresidenta tercera del gobierno, suman un 4,6% del voto directo, mientras que UP obtiene un 6%. Parece de toda lógica la reivindicación de UP de negociar un acuerdo con el conjunto de estos partidos agrupados en Sumar y no sentado en la mesa como uno más, porque solo puede presentar mayor intención directa de voto que todos los demás juntos. En este sentido, la forma de proceder de Díaz no hace más que subrayar su voluntad personalista de ejercer una hegemonía personal en la nueva opción. Un nuevo Pablo Iglesias vestido de rosa, en vez de morado.
Por último, no deja de ser llamativo el hecho de que dentro de escasas 8 semanas UP competirá electoralmente con la mayoría de estos partidos y que Díaz apoyará a todas o muchas de estas candidaturas competidoras de la organización de Pablo Iglesias. Y eso, que es una evidencia, hace aún más difícil el entendimiento.
En definitiva, Díaz aprovecha para su interés político personal una circunstancia propicia que significa una Opa beligerante sobre UP y la somete a una opción que en todos sus caminos es negativa. O se pliega y minoriza el partido añadiéndose a las otras 17 formaciones, o queda partido ese espacio con las consecuencias electorales subsiguientes. Sólo si las encuestas alarmaran mucho a Sánchez de un derrumbe electoral, podría hacer que éste presionara a Díaz para que otorgara un mayor y mejor reconocimiento a UP. Sería la última paradoja del asunto Yoli.