Francia no va bien. ¿Pero Alemania va aún peor? Varias razones hacen pensar que la respuesta a esta pregunta es afirmativa.
En primer lugar, la guerra de Ucrania ha afectado mucho más directamente a la economía alemana, dependiendo de la energía barata provista por Rusia, que la francesa, que puede mantener un mayor grado de independencia gracias a sus centrales nucleares.
En segundo lugar, la creciente tensión con China se ha convertido en una espada de Damocles que amenaza con caer sobre la industria alemana, aumentando aún más la devastación. La política internacional alemana, seguidista de Estados Unidos, juega ahora contra los intereses económicos del propio país. El caso del sector automovilístico germánico, particularmente dependiente del mercado chino ahora amenazado de aranceles, es paradigmático.
En tercer lugar, Alemania empieza ahora a oír los costes sociales, económicos y culturales derivados de las oleadas de refugiados e inmigrantes que ha recibido desde el 2015. El partido de la derecha alternativa, Alternativa por Alemania, abiertamente opuesto a la inmigración, es el segundo en intención de voto y se sitúa claramente por delante de los socialdemócratas del canciller Olaf Scholz.
Y en cuarto y último lugar, la economía alemana en su conjunto, que siempre ha sido el punto fuerte del país y le ha permitido posicionarse como la «locomotora de Europa», está cada vez más desfasada por factores internos propios que Converses expuso en otra ocasión.
Francia: «¿Alemania, pero mejor?»
El mal estado de la maquinaria de la primera economía europea, hizo que el ministro francés de economía, Bruno Le Maire sacara pecho el pasado septiembre en una rueda de prensa con su homólogo alemán Robert Habeck al saber que parte de la prensa germana considera ahora que Francia es «Alemania, pero mejor».
Efectivamente, los alemanes lamentan que los costes de la electricidad sean ahora netamente inferiores a los de la vecina Francia, temiendo la deslocalización de empresas.
No es de extrañar que el gobierno del presidente Emmanuel Macron y el del canciller Scholz no se pongan de acuerdo sobre la reforma del mercado europeo de la electricidad. De hecho, sin las reglas de compensación actuales que premian la fuente energética más cara, la ventaja competitiva de Francia contra Alemania se multiplicaría, agravando aún más la situación de este segundo país.
Por su parte, Francia intenta reindustrializarse a marchas forzadas. El propio Le Maire lamentó ante Habeck que su país había pasado de tener una industria que suponía el 20% del PIB total a la mitad de esa cifra, mientras que el porcentaje industrial alemán sigue siendo netamente superior al 20%.
Sin embargo, la previsión de la propia UE para 2023 (revisión de septiembre) es que el PIB alemán se encoja este año un 0,3%, mientras que el indicador francés se mueva en sentido positivo un 1%. No es en absoluto para tirar cohetes, pero París sale mejor que Berlín por primera vez desde la reunificación alemana a principios de los 90.