Proceso de adhesión de España a la CEE (1962-1986)

La Europa occidental democrática y sus deseos de unificación han sido el faro orientador que ha iluminado la larga singladura de España desde la dictadura franquista hasta la consecución de la democracia y la llegada final a buen puerto europeo .

La participación oficial de España en los inicios del proceso de integración europea posterior a la Segunda Guerra Mundial -finales de la década de los años cuarenta y principios de la década de los cincuenta del siglo pasado – fue inexistente, ya que los organizadores de ese proceso le cerraron el paso para considerar el franquismo como un régimen político «antidemocrático» y «de orígenes fascistas».

En la conferencia de Potsdam de 1945, organizada por las potencias ganadoras de la Segunda Guerra Mundial, se acordó que España ni siquiera formara parte de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), creada por la Carta de San Francisco de 1945 , que inmediatamente después de su creación recomendó a sus estados miembros que retiraran los Embajadores de Madrid. España permanecía aislada y merecía la consideración política de estado “paria”, no sólo a los ojos de los europeos occidentales demócratas en vías de unificarse, sino también a los ojos del mundo organizado.

El día 5 de junio de 1947, el General estadounidense George Marshall invitó a los países europeos a elaborar un programa de reconstrucción y reactivación de sus economías, devastadas por la guerra, y prometió la ayuda americana para su puesta en marcha . Los gobiernos británico y francés cursaron inmediatamente invitaciones a una conferencia que prepararía un plan conjunto de necesidades económicas del continente. Sólo tres países europeos no fueron invitados: Alemania -el gran país derrotado-, la URSS -por haber rechazado la iniciativa- y España, por considerarse que su régimen político era de «la misma naturaleza» que los regímenes nazis y fascistas derrotados.

El 16 de abril de 1948, dieciséis países firmaron la convención que creaba la Organización Europea de Cooperación Económica (OECE) ( hoy OCDE , Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, de ámbito global ), que sería la encargada de administrar la ayuda americana. La OECE acabó de distribuirla en 1952 y después se dedicó a otros asuntos económicos importantes, como la creación de la Unión Europea de Pagos y de la Agencia de Productividad Europea, la adopción de un Código de Liberación comercial o elaboración de estudios comparativos sobre políticas económicas de alta calidad técnica.

España no pudo ser uno de los países fundadores de la OCDE, ni recibió ayuda americana, ni se benefició de los avances de todo tipo de la OCDE en materia de cooperación económica en Europa. Por el contrario, el régimen del General Franco se encontraba en una situación de aislamiento internacional y se mantenía terco y ensimismado en defensa de una ruinosa política de autarquía económica, con control de cambios y bilateralismo comercial. 

En diciembre de 1947, las diferentes organizaciones que trabajaban en favor de la integración europea se unieron para formar el Comité Internacional de Movimientos para una Europa Unida, presidido por Winston Churchill, que empezó a organizar una conferencia de gran envergadura sobre el futuro de Europa. Se trataba del Congreso de Europa, que tendría lugar los días 8 al 10 de mayo de 1948 en La Haya (Países Bajos).   Allí fueron aprobadas tres resoluciones. La primera, de carácter político, ponía de manifiesto la necesidad de que las naciones transfirieran algunos derechos soberanos para la creación de una asamblea europea, un tribunal de justicia y una carta de los derechos del hombre. La segunda, de carácter económico y social, defendía la libre circulación de capitales, la unificación monetaria y aduanera y la armonización de las legislaciones sociales. La tercera, de naturaleza cultural, implicaba la creación de un Centro Europeo de la Cultura.

Del Congreso de Europa surgió la creación del Movimiento Europeo Internacional (MEI). Un año después, se logró la creación del Consejo de Europa, una organización dedicada a promover la democracia, el estado de derecho y los derechos humanos. Naturalmente, se creó sin la participación de España, como era el caso del OECE. Ambas organizaciones eran las primeras organizaciones europeas, predecesoras de las instituciones comunitarias.

Del Consejo de Europa derivarían la adopción del Convenio Europeo para la Protección de los Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales, el establecimiento del Colegio de Europa con sede en Brujas (Bélgica) y el Centro Europeo de la Cultura, con sede en Ginebra (Suiza), estas dos últimas instituciones presididas por el español Salvador de Madariaga. Esto se explica porque en el Congreso de la Haya de 1948, a pesar de la no participación oficial de España, asistió un número importante de demócratas españoles , entre los que destacan Indalecio Prieto, Salvador de Madariaga, José Antonio Aguirre y Rodolfo Llopis. Entre los catalanes, por el sector liberal destacaba el prestigioso cirujano Josep Trueta y por el sector socialista Enric Adroher, llamado Gironella. Fueron constituidos de inmediato los Consejos español, catalán y vasco del Movimiento Europeo.

El progreso hacia la unidad europea realizado en 1948 y 1949 fue notable, pero también considerado insuficiente por quienes querían una integración europea más profundizada, es decir, con un carácter menos intergubernamental de lo que tenían el OECE y el Consejo de Europa .

En marzo de 1950, Robert Schuman, ministro francés de asuntos exteriores, pronunció una conferencia proponiendo una organización “supranacional” que controlara toda la producción franco-alemana de carbón y de acero, abierta a los demás países europeos democráticos. El “Plan Schuman“ fue presentado de forma formal el 9 de mayo de 1950, y se materializó en 1951 con la primera Comunidad Europea, la CECA (Comunidad Europea del Carbón y del Acero).   Empezaba así el proceso de integración europea por la “vía comunitaria“ , que quería superar la vía puramente intergubernamental . En 1957 se crearon dos nuevas Comunidades Europeas: la CEE (Comunidad Económica Europea) y EURATOM (Comunidad Europea de la Energía Atómica).

En este contexto de expansión europeísta, espoleado por la entrada en vigor del Tratado de Roma (CEE y EURATOM), la diferencia entre una Europa que apostaba por la integración basándose en el liberalismo y la democracia y una España estancada en la dictadura franquista era aún más evidente.  España, una vez más, quedaba al margen de ese contexto . El faro europeísta brillaba como nunca y su luz imantaba cada día con mayor fuerza en los países “no democráticos” del sur de Europa.

1962 fue un año importante en el proceso de acercamiento de España a la Comunidad Europea, por dos motivos. Por un lado, se produjo el primer paso oficial español hacia la Europa comunitaria y, por otro, tuvo lugar en la ciudad alemana de Múnich una reunión del Movimiento Europeo, con la participación de una delegación oficiosa española presidida por José Maria Gil Robles, líder de la derecha política española en tiempos de la República, a la que se aprobó explícitamente que sólo los países democráticos podían aspirar a ser miembros de la Comunidad Europea. 

El gobierno español reaccionó furiosamente contra lo que despectivamente denominaba Contuberni de Múnich. Lo que las autoridades españolas tacharon de “contubernio” era el coloquio previo al IV Congreso del Movimiento Europeo que debía celebrarse en junio de 1962 en la ciudad alemana de Múnich . Aquel coloquio contó con la presencia de muchos intelectuales españoles, atraídos por el creciente prestigio de la Europa Comunitaria. Estaban representadas todas las tendencias opositoras en el régimen franquista, tanto en el interior como en el exilio, bajo la alta autoridad moral de Salvador de Madariaga, quien al término de la reunión declaró: “hoy ha terminado la Guerra Civil“ .

Tanto la elevada presencia española como la desproporcionada reacción del régimen franquista se explican por las grandes transformaciones que empezaba a experimentar España desde principios de los años sesenta, tras el éxito del Plan de Estabilización de 1959, que puso fin a la autarquía económica reinando en España desde el final de la guerra civil.

Entre el 4 y el 6 de junio de 1962, con pleno conocimiento por parte de los servicios secretos franquistas, se celebró aquel coloquio, que consistía en una serie de debates sobre la realidad española de los que debían emanar unas resoluciones conjuntas entre los participantes del interior y del exilio. Sobre la forma de Estado, la resolución debía ser incluida en la resolución española a presentar en el Congreso de Munich del Movimiento Europeo, que recogía las condiciones para que España pudiera formar parte de la integración europea en marcha.

El primer paso oficial de acercamiento del régimen franquista a la Comunidad Europea consistió en una carta que, el 9 de enero de 1962, el Conde de Casa Miranda, jefe de la Misión española cerca de las Comunidades Europeas, envió al secretario general del Consejo de Ministros de la CEE, firmada por el ministro de Asuntos Exteriores, Fernando María Castiella, y dirigida al presidente del Consejo, entonces el francés Couve de Murville, solicitando la apertura de negociaciones sobre “la asociación de España en la CEE, de cara a la integración total“.

La CEE reaccionó con mucha frialdad, limitándose a justificar la recepción de la carta dos meses después de su llegada a Bruselas. Los periódicos europeos se hacían eco de que «un extraño pájaro (la España de Franco) estaba llamando a las puertas de la Comunidad Europea». El Congreso del Movimiento Federalista Europeo, reunido en Lyon, aprobaba una resolución en la que condenaba cualquier posibilidad de asociación o adhesión de España a la CEE. Igualmente lo hacían el Parlamento Europeo con un informe adverso (Informe Bilberbach, eurodiputado socialista) y las organizaciones sindicales europeas que se mantenían firmes al advertir que no había nada que negociar con el gobierno “antidemocrático” español.

Oficialmente, la CEE no movería ficha hasta el año 1964, a consecuencia de un segundo paso oficial de acercamiento, esta vez mucho menos ambicioso, por parte de España, solicitando sólo la apertura de unas “conversaciones” exploratorias“ sobre la cuestión estricta del problema económico causado en España por el desarrollo de la Comunidad Europea. Nada de asociación y menos de adhesión. La CEE esta vez no se limitó a un mero acuse de recibo, sino que contestó, aceptando la apertura de “conversaciones exploratorias” con España, pero sólo dedicadas a la cuestión estricta del problema económico causado en España por el desarrollo de la Comunidad. Una sesión negociadora plenaria tuvo lugar a finales de 1964 en Bruselas.

En 1965, se produjo un acontecimiento que acabaría siendo clave en el proceso de acercamiento español: el nombramiento de Alberto Ullastres Calvo como Jefe de la Misión española frente a la CEE.   Él había sido el principal responsable, como ministro de Comercio, del Plan de Estabilización de 1959 que -después de una gran sacudida de la economía española con una fuerte devaluación de la moneda, sufrimientos importantes de la población y oleadas de emigración de trabajadores españoles hacia Europa- había sentado las bases del gran crecimiento de la economía española de los años sesenta. Este gran crecimiento transformaría y modernizaría profundamente a la sociedad española y no acabaría hasta la crisis del petróleo de 1973. Las tasas españolas de crecimiento económico entonces alcanzadas, junto con las japonesas, eran las más altas del mundo.

Enseguida de llegar a Bruselas, el Embajador Ullastres mostró su gran valía personal, técnica y diplomática, así como sus grandes dotes de negociador. No tardó mucho en obtener la apertura de negociaciones con la CEE, que conducirían a la firma en 1970 de un acuerdo comercial preferencial muy favorable para España.

Este acuerdo, que se conocería posteriormente en Bruselas como “el gol Ullastres”, implicaba una serie de rebajas aduaneras recíprocas. Resultó muy ventajoso para los intereses españoles, dado que las preferencias arancelarias pactadas eran asimétricas a favor de España, debido al déficit de la balanza comercial con los países de la CEE y su menor grado relativo de desarrollo. Para la CEE, a su vez, el acuerdo permitiría ganar tiempo y salir del paso de la incómoda situación provocada por la petición de España, un país “no democrático”, de ingreso en la Comunidad, que no podía producirse por motivos políticos, si bien estos motivos nunca fueron definidos de forma explícita.

El acuerdo de 1970 tenía un carácter comercial, preferencial, progresivo, y trabajaría a favor de los intereses de España hasta el mismo momento de la entrada en vigor del acuerdo de adhesión de 1986 , que fue posible gracias al advenimiento de la democracia en España, después de la muerte del dictador Franco en 1975.

La secuencia antes contemplada -abandono de la autarquía, estabilización, desarrollo, democracia, integración europea- es una representación de la singladura recorrida por el buque del Estado español dictatorial durante cuarenta años. A lo largo de la travesía, siempre tuvo como faro orientador a la Europa democrática y su proceso de integración. Gracias a la poderosa luz de ese faro, que iluminaba la noche del franquismo, el barco español pudo llegar finalmente a buen puerto europeo.   

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