En educación, la adhesión, la conexión, la alimentación y la retroalimentación es diversa y es mutua.
Educadores y educandos se nutren mutuamente, a pesar de su diferencia de edad, de sus peculiaridades personales, de sus creencias, de su género … Cada uno coge lo que necesita del otro y se lleva, sin darse cuenta, lo que queda impregnado del otro.
Dicen las estadísticas (aunque hay estadísticas para todo y que dicen de todo) que los resultados finales de los alumnos, este curso, no han diferido tanto de los otros cursos anteriores.
Yo me pregunto, si esto es así, ¿qué necesidad hay de enseñanza presencial, de escuelas, colegios e institutos y de una educación tal como la hemos entendido hasta ahora? Ahorraríamos un montón de recursos materiales, personales y dolores de cabeza, con un modelo similar al del confinamiento.
Sin embargo, ¿alguien dedicó tiempo a medir como quedaron nuestros alumnos en aquellas otras cosas que no se enseñan en las escuelas, pero sí que se educan? Hablo de cosas como la socialización, la convivencia, el intercambio de ideas, la amistad, el amor, la reflexión compartida, el acompañamiento personal y grupal, la educación emocional, la pertenencia al grupo, la complicidad … Y tantas otras cosas fundamentales para el crecimiento de las personas.