El regreso de la carrera nuclear

Después de la Guerra Fría, las potencias nucleares con Rusia y Estados Unidos al frente redujeron hasta un 80% sus arsenales de armas atómicas.

Pero actualmente el clima de tensión geopolítica en Europa y Asia ha invertido esta tendencia.

Con pocos días de diferencia, el presidente ruso Vladímir Putin anunciaba una prueba exitosa de un aparato submarino no tripulado capaz de transportar un misil nuclear “único en el mundo”, y su homólogo estadounidense Donald Trump explicaba haber decidido que Estados Unidos retomaría los ensayos de armas atómicas, hecho que si se materializara pondría punto final a más de treinta años de moratoria.

Además, hace ya meses que Trump anunció un ambicioso programa de defensa aérea llamado “Golden Dome” o Cúpula Dorada, una iniciativa antimisiles que encuentra también su origen en la Guerra Fría.

A pesar de las crecientes tensiones militares entre China y Estados Unidos, fue la invasión rusa de Ucrania en 2022 el acontecimiento que marcó el gran retorno de la amenaza nuclear al centro de la política internacional.

Desde el principio, Putin esgrimió el argumento atómico para evitar una mayor implicación occidental en favor de Ucrania. Sus amenazas fueron recibidas muy en serio.

De hecho, a finales del 2022 y en plena derrota ante las contraofensivas ucranianas, agencias de inteligencia de Estados Unidos llegaron a dar un 50% de probabilidades de que Rusia empleara armas nucleares tácticas en el campo de batalla.

Mientras Rusia mantiene un perfil de comunicación muy activo sobre la cuestión nuclear, otra potencia atómica, China, hace años que se arma de forma silenciosa: desde el 2020 Pekín ha duplicado su stock de armas nucleares hasta alcanzar las 600 unidades, y se espera que vuelva a multiplicarlo por dos durante los próximos cinco años.

Todas las nueve potencias nucleares conocidas del mundo (Estados Unidos, Rusia, China, Francia, Reino Unido, Israel, India, Pakistán y Corea del Norte) están actualmente modernizando, y a menudo también expandiendo, sus arsenales atómicos. Mientras, los tratados que debían controlar las armas nucleares están expirando uno tras otro.

Hay una corriente de pensamiento estratégico que afirma que la nueva carrera nuclear no es necesariamente dañina: se supone que si la Guerra Fría no se calentó nunca, fue en buena parte gracias al miedo a la destrucción mutua asegurada.

Si bien los rivales en posesión de armamento nuclear -junto a una percepción mutua de la existencia de una voluntad para emplearlo- tenderán a la cautela, la experiencia de la Guerra Fría está salpicada de episodios donde se tuvo la catástrofe cerca. Y esto no solo en situaciones geopolíticas críticas, como la crisis de los misiles de Cuba de 1962, sino también por falsas alarmas y errores humanos (Wikipedia recoge una curiosa lista de incidentes nucleares).

Hay que tener en cuenta que hoy en día hay más países que poseen el arma nuclear (Pakistán y Corea del Norte no eran todavía potencias atómicas a finales de la Guerra Fría), y otros que, teniendo en cuenta las nuevas rivalidades geopolíticas, parecen estar interesados ​​en obtenerla (en esta lista podemos incluir Irán, Arabia Saudita, Polonia, Corea del Sur y Japón).

Todas las potencias nucleares conocidas del mundo están modernizando, y a menudo expandiendo, sus arsenales atómicos. Mientras, los tratados que debían controlar las armas nucleares están expirando uno tras otro Compartir en X

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