Cuando Cataluña sabía gobernarse: la sanidad animal

No somos del todo conscientes, pero la ganadería es muy importante para la economía catalana, de hecho, si le añadimos la industria cárnica, todo el sector porcino tiene tanta o más relevancia económica que el sector del automóvil.

Por ello, además de los daños a los afectados, el asunto de la dermatosis nodular contagiosa (DNC) es mucho más que una crisis ganadera. Es el síntoma de que Cataluña ha perdido una de las conquistas más valiosas de su autonomía: la Administración ha perdido su capacidad de organizarse con previsión, eficacia y criterio. En materia de sanidad animal, Cataluña ha retrocedido cuatro décadas.

Cuando los ganaderos catalanes levantaron la voz frente a la gestión caótica de la DNC, no lo hacían por simple malhumor. Denunciaban que, mientras Italia y Francia alertaban del riesgo de expansión del virus ya en junio, el Departamento de Agricultura de la Generalitat se limitaba a «esperar a que no entrara». Y entró. Cuando los primeros casos aparecieron en el Alt Empordà, el desconcierto fue total: falta de información oficial, burocracia absurda, y una sensación generalizada de que nadie mandaba.

Los sindicatos agrarios, como Unió de Pagesos, se convirtieron en improvisadas fuentes de información. Los ganaderos se enteraban de las medidas no por canales institucionales, sino por comunicados internos y grupos de WhatsApp. Mientras la Generalitat y el gobierno central discutían sobre competencias y protocolos, cientos de reses de ganado eran sacrificados sin que nadie supiera con certeza cómo ni cuándo llegarían las compensaciones económicas.

La Generalitat ha reaccionado tarde y mal. Un decreto de ayudas, promesas de simplificación administrativa, exenciones fiscales… todo después de la tormenta. Los afectados lo dicen claro: las respuestas han llegado cuando el daño ya estaba hecho. Y no es solo una cuestión de dinero: es la pérdida de un sistema que antes funcionaba, y que ahora parece una sombra de lo que fue.

Cuando la Generalitat asumió las competencias plenas en agricultura y ganadería, a inicios del ochenta del siglo pasado -ha llovido bastante desde entonces- entendió perfectamente que la sanidad vegetal y animal era esencial para la mejora del mundo rural. Esa prioridad dio frutos espectaculares: las Agrupaciones de Defensa Vegetal (ADV) fueron pioneras en el control de plagas y enfermedades; un modelo que más tarde inspiraría las Agrupaciones de Defensa Forestal (ADF), clave en la lucha contra los incendios.

En aquellos años difíciles, Cataluña logró erradicar la peste porcina africana, un azote que amenazaba el principal recurso ganadero del país. Y lo hizo con ciencia, disciplina y proximidad: un modelo de gestión comarcal, con veterinarios que trabajaban junto al ganadero.

Aquella estructura hizo posible incluso medidas insólitas: el cierre sanitario de fronteras para evitar la entrada de la peste equina antes de los Juegos Olímpicos del 92. Recuerdo perfectamente ese episodio: Agentes Rurales y veterinarios controlando camiones con caballos en los límites de Cataluña. Madrid puso el grito en el cielo hablando de «fronteras catalanas», pero eso era simplemente ejercer las competencias propias con responsabilidad.

Todo esto no se improvisaba: había una idea, un “telos” compartido. Funcionarios, veterinarios, agentes rurales, campesinos… todos sabíamos que trabajábamos por una realidad colectiva mayor que nosotros mismos. La autonomía tenía un sentido pleno, no solo jurídico sino moral. Era servir a un país.

Y esto, tal vez, es lo que hoy se ha perdido. No es solo una crisis de protocolos ni de presupuesto, sino una crisis de convicción. La sanidad animal catalana fue un ejemplo de eficacia, visión y orgullo profesional con medios escasísimos. Hoy es un campo de incertidumbres en el que predomina la improvisación y la desconfianza.

Quizá el verdadero virus no sea la DNC, sino la desidia y pérdida del sentido de servicio público de los políticos. Ese espíritu que, sin necesidad de grandes discursos, hacía que la gente trabajara bien porque sabía para qué lo hacía.

Cataluña había sido líder en sanidad animal. Hoy, la dermatosis nodular nos recuerda hasta qué punto hemos retrocedido. #SanidadAnimal #Cataluña Compartir en X

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