¿Está Ucrania ganando la guerra?

En 2014, Ucrania contempló totalmente impotente la ocupación rusa de Crimea y del Donbás. En 2022, la gran mayoría de observadores asumieron que Kiev caería en cuestión de días ante la invasión de Moscú. Incluso los aliados occidentales de Ucrania ofrecieron asilo político a Volodímir Zelenski, quien rehusó categóricamente marcharse de la capital. «Lo que necesito es munición», habría respondido el líder ucraniano.

En los días que siguieron al choque de la ofensiva rusa, las fuerzas armadas ucranianas consiguieron repeler el ataque contra Kiev y frenar el avance ruso en prácticamente todos los frentes. No solo eso, sino que en verano del mismo año, Ucrania logró lanzar una vasta contraofensiva que recuperó parte sustancial del territorio ruso ocupado, especialmente en el este de Kharkov.

Desde entonces, como en la Primera Guerra Mundial, el frente se ha estancado y la guerra de maniobras ha desembocado en una guerra de posiciones, acaecida a medida que los meses y años han ido pasando en guerra de desgaste por la incapacidad de ninguno de los dos bandos de romper el frente de su antagonista.

Desde 2023, los rusos han intentado mantener la iniciativa estratégica, lanzando ofensiva tras ofensiva y mordisqueando territorio ucraniano.

Sin embargo, en lo que llevamos de 2025 las tropas rusas solo han conquistado aproximadamente un 0,6% del territorio total de Ucrania, y ello a cambio de un coste elevado que se calcula de entre 200 y 300.000 bajas entre muertos y heridos. Y de hecho, en agosto  del 2025, Rusia controlaba menos territorio ucraniano que en el mismo mes del 2022.

A menudo se ha dicho que gracias a su superioridad demográfica y económica, Rusia puede soportar ese tipo de ofensiva que recuerda vagamente a las masacres de la Primera Guerra Mundial, que obtenían avances de escasos kilómetros y que no alteraban para nada la situación estratégica del frente.

Si bien Ucrania tiene serios problemas de reclutamiento, y depende totalmente de la ayuda exterior para mantener el esfuerzo bélico, también hay razones para creer que a partir del próximo año Rusia empezará a tener serios problemas para proseguir con el dispendio que la guerra supone.

Así pues, una vez aislada la variable diplomática (que parece congelada tras los dos intentos del presidente estadounidense Donald Trump) el desenlace del conflicto sobre el campo de batalla está todavía totalmente abierto.

Lejos del frente, Rusia se esfuerza en dar la imagen de que su victoria es inevitable, y solo cuestión de tiempo. Pero el hecho de recurrir cada vez más a ataques masivos de drones y misiles sobre ciudades y objetivos civiles ucranianos hace pensar que Moscú carece de fuerza para hacer el avance realmente decisivo, que es el que se produce sobre el terreno.

Si la guerra es la continuación de la política por otros medios, como afirmaba el teórico prusiano Carl von Clausewitz, Rusia parece estar más lejos que nunca de conseguir la victoria: recordemos que el objetivo político del presidente Vladímir Putin era la captura de Kiev y el regreso de Ucrania a la órbita rusa. Esto es a estas alturas del todo impensable.

Si además se tiene en cuenta que Trump parece haber perdido definitivamente su paciencia con Putin, el sostén del esfuerzo de guerra ruso podría hacer frente a dificultades aún más importantes.

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