Italia y Francia se intercambian los roles

En cuanto Giorgia Meloni se convirtió en primera ministra de Italia en octubre de 2022, el presidente francés Emmanuel Macron la convirtió en blanco de críticas y burlas.

No solo Meloni representaba a la derecha conservadora y nacionalista tan detestada por el Macron, globalista y progresista, sino que Roma era vista desde París como capital de un país ingobernable, atrapado en problemas políticos y económicos endémicos .

Tres años después, los diarios italianos no pueden evitar la dulce venganza de devolver la burla a los fanfarrones franceses, sumidos en una crisis política, fiscal y social aparentemente sin salida.

Desde que Meloni llegó al cargo, ha sobrevivido ya a cuatro primeros ministros franceses (Élisabeth Borne, Gabriel Attal, Michel Barnier y François Bayrou), y nada indica que el recién llegado Sébastien Lecornu pueda aspirar a una esperanza de vida más larga que ninguno de sus antecesores.

Mientras las agencias de calificación de la deuda pública rebajan las perspectivas de Francia, Meloni recibe, en cambio, un alud de buenas noticias: las propias agencias propulsan a Italia, y recientemente el ministro de economía Giancarlo Giorgetti ha apuntado que el país podría situarse ya este año dentro del 3% de déficit público máximo que autoriza el Tratado de Maastricht. En Francia, cuyo déficit ronda el doble de este umbral, el hito parece imposible en el mejor de los casos hasta el 2029.

En cuanto al dinamismo comercial, Italia es un país exportador neto desde 2012, cuyo superávit sigue creciendo a buen ritmo, y, por el contrario, Francia importa más de lo que exporta desde hace 25 años, cuyo déficit tiende a agravarse año tras año.

Mientras la receta francesa sigue siendo empeñarse en subir impuestos, Italia ha desplegado programas de incentivos fiscales. El propio Bayrou, en la desesperación de los días previos al voto de confianza que le destituyó, acusó a Roma de “dumping fiscal” para intentar atraer a franceses ricos.

Mientras, en París, el gran tema de debate de las últimas semanas ha sido las supuestas bondades de un nuevo impuesto llamado “tasa Zucman” cuyo promotor es el economista francés Gabriel Zucman, y que consiste en grabar con un 2% anual los patrimonios superiores a 100 millones de euros. La medida permitiría recaudar 20.000 millones de euros.

Curiosamente, Meloni ha llegado al poder después de que Italia experimentara varios gobiernos de carácter tecnocrático, con figuras como Mario Monti o Mario Draghi. Estos provocaron el auge de opciones populistas de izquierdas (Movimiento Cinco Estrellas) y de derechas (La Liga) que acabaron desembocando en la victoria de Meloni en las urnas.

El éxito de Meloni radica precisamente en capitalizar el descontento popular con aspectos clave como la inmigración, área en la que su política choca con la de sus antecesores tecnócratas, manteniendo al mismo tiempo el rumbo de sus predecesores en aspectos como la fiscalidad y la dinamización económica. A estas alturas, nada parece impedir que Meloni pueda terminar su mandato, mientras que la presión en torno a Macron no para de crecer.

Desde que Meloni llegó al cargo, ha sobrevivido ya a cuatro primeros ministros franceses y nada indica que el recién llegado Lecornu pueda aspirar a una esperanza de vida más larga que ninguno de sus antecesores Compartir en X

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