Durante la reciente visita del presidente ruso Vladímir Putin a su homólogo chino Xi Jinping en Pekín, para conmemorar el 80 aniversario de la victoria sobre Japón en la Segunda Guerra Mundial, un micrófono abierto captó a los dos líderes hablando de la búsqueda de la inmortalidad.
En un extracto, Putin comentaba a Xi que gracias a los avances de la biotecnología se podrán trasplantar órganos constantemente para hacer que las personas vivan cada vez más jóvenes, «e incluso se vuelvan inmortales». Afirmación a la que Xi respondía (siempre mediante intérpretes) que las previsiones son que ya en este siglo las personas puedan vivir hasta los 150 años.
Cuesta creer que se tratara de una simple conversación para pasar el rato. Téngase en cuenta que tanto Putin como Xi tienen ya 72 años, y que ambos líderes llevan más tiempo en el poder de lo que sus antecesores habían previsto.
La cuestión del paso de los años y del envejecimiento cobra un especial interés al tratarse de líderes políticos que ostentan la máxima autoridad en sus respectivos países. Putin y Xi se mantienen en el poder después de haber modificado las leyes de Rusia y China que limitaban las repeticiones de mandatos.
Sin sucesores designados y con un control cada vez más férreo sobre las instituciones de gobierno, parece probable que Putin y Xi se estén preparando para mandatos vitalicios. Y, en este caso, ¿por qué no intentar alargarlos lo máximo posible, recurriendo incluso a los últimos avances en biotecnología para vivir más tiempo del que le correspondería a un hombre cualquiera?
La idea de tener en el poder a hombres “inmortales” (en realidad, hombres de extraordinaria longevidad) contradice una idea básica de la política, y es que los hombres son mortales, mientras que las naciones aspiran a la inmortalidad.
Los hombres han superado su mortalidad básicamente de tres formas, apunta el académico Ivan Krastev: «en la creencia en Dios, teniendo y educando a hijos y formando parte de una comunidad cultural autoconsciente capaz de navegar las tormentas de la historia».
Putin y Xi ejemplifican un cambio de paradigma: la inmortalidad humana (insistimos, en realidad longevidad extraordinaria) se concreta, mientras que la mortalidad de tantas naciones, amenazadas por la baja natalidad y la inmigración masiva, emerge por primera vez en el horizonte: ¿quién estudiará la historia de Cataluña de aquí a cien años?
Evidentemente, para Putin y Xi Jinping la inmortalidad de Rusia y China sigue siendo la finalidad subyacente de su acción política, incluyendo su búsqueda de la longevidad personal. Ambos son hijos de civilizaciones con fuerte componente colectivista y un marcado sentido de la trascendencia.
Pero en el Occidente individualista, la investigación cada vez más mediatizada de la eterna juventud por parte de personas poderosas provenientes del sector privado, entra claramente en contradicción con el desarraigo y decadencia profunda de sus naciones. Se trata de una manifestación más, quizá la más extrema, de la sociedad desvinculada.
Un micrófono abierto captó a Vladimir Putin y su homólogo chino Xi Jinping hablando de la búsqueda de la inmortalidad Compartir en X