El desastre de Barcelona y el aprobado de Collboni

Seamos concretos y realistas: Barcelona es un desastre para los que vivimos en ella, o para los que han de acudir a ella con frecuencia. Su funcionamiento cobra aspectos dantescos que parecen haberse interiorizado pasivamente por parte de la Ciudad.

El semáforo del túnel de las Glorias es un monumento al derroche de dinero público, al malgasto del dinero privado y, un foco de contaminación extraordinaria. Y todo eso en una obra reciente que ha costado una millonada.

¿En qué alcalde puede hoy recaer tamaño desafuero y, encima, ser aceptado y celebrado?

Solo quienes no han pasado una vez por ese semáforo pueden dudar de que la descalificación total de esta obra está más que justificada.

Y qué decir de la solución de entrada por la Diagonal: otro coste extraordinario de dinero para el ciudadano que utiliza el coche para acceder a Barcelona. Se pretende reducir la contaminación en la ciudad, y se crean inmensos cuellos de botella que lo que hacen es contaminar más y más.

Lo hicieron con la calle Valencia al transformar Consell de Cent, y hoy lo han conseguido con la reforma de la Via Laietana: otro engendro que obliga a hacer kilómetros y kilómetros de más para conectar la parte alta de la ciudad con el puerto.

El eje mar-montaña siempre ha sido un aspecto débil de la estructura urbana de Barcelona, de ahí la apertura en su tiempo de la Via Laietana. Pero han tenido que venir Colau y Collboni —que es su sucesor ideológico, con el estilo, eso sí, del aparato del PSC, que hace parecer que las cosas sean más suaves, más ordenadas, más apañaditas— para continuar políticas tan terribles como las de su predecesora.

¡Ah! Qué gran acierto, digno de su actividad política en Cataluña, fue el del Partido Popular al regalarle la alcaldía a Collboni para evitar que un “peligroso” independentista como Xavier Trias se alzara con la vara de alcalde que, con toda puridad democrática, había ganado.

Collboni, que tiene una larga trayectoria en el Ayuntamiento de Barcelona como número dos de Ada Colau y que ya lleva un tiempo suficiente como alcalde para mostrar sus hechuras, no solo no está resolviendo nada, sino que está acentuando los problemas del funcionamiento de la ciudad.

Con un 36% de población nacida en el extranjero, a la que se deben añadir los hijos de inmigrantes nacidos aquí, con los expats gentrificando barrios y expulsando actividades de toda la vida que dan carácter a los barrios, Barcelona es cada vez más una ciudad extraña a su gente y a la propia Cataluña.

Está gobernada por 10 concejales —ridículos por el número, no por las personas— sobre 41. Es la antítesis de un gobierno democrático, y ahí sigue, sobre todo, por la impotencia de Junts y PP, y el seguidismo de otros, con ERC encabezando la procesión de supporters de los socialistas.

La encuesta municipal le otorga un 5,1 % a Collboni, el único que aprueba —pelado—, lo cual no deja de ser sorprendente viendo el estado de la ciudad y la incapacidad municipal para abordar los problemas básicos. Cada vez dice que tiene más guardias urbanos, y cada vez se ven menos en las calles. Los deben guardar para las grandes ocasiones.

 

La ciudad expulsa a su gente, sobre todo a los jóvenes, por el problema de la vivienda, elevado ya a la categoría de calamidad histórica, mientras se llena de expats que pueden pagar lo que es menester, o de inmigrantes dispuestos a vivir en pisos patera porque, para su subsistencia, vivir en la gran ciudad es una necesidad.

La cultura y la lengua catalanas se baten en regresión, y los problemas graves son un suma y sigue. Pero Collboni aprueba con un 5,1, y su partido mejora en intención directa de voto y se sitúa en un 16,1 %. Claro que eso quiere decir que casi el 85 % de los barceloneses no le votan, pero qué más da si es el rey del mambo.

El 45,7% de la población considera que la ciudad ha empeorado, por solo un 30% que dice que ha mejorado (pero que solo le votan la mitad). El 83 % considera que el incivismo es un problema muy grave; el problema de la vivienda bate récords de menciones, y la inseguridad se mantiene en cifras de récord. Pero no pasa nada.

Collboni se percibe como “Imperator” y se  dedica —con nuestro dinero— no un día, sino un mes de celebraciones del Orgullo homosexual, mientras que la oposición, por una u otra razón, vive instalada en la anomia.

Solo una reacción ciudadana, por encima de las disgregaciones partidistas y de quienes viven del presupuesto, podrá arreglar una ciudad cada vez más ingrata para los barceloneses y cada vez más grata para el negocio de unos cuantos.

Reformas millonarias que empeoran el tráfico, expulsan a vecinos y contaminan más. Y aun así, el PSC sube en las encuestas. #ViaLaietana #Glòries #Collboni Compartir en X

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