El juego de Von der Leyen para mantenerse en el poder penaliza a Europa

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, logró el año pasado asegurar un segundo mandato al frente de la Comisión Europea. Pero la inestabilidad que está pagando para mantenerse en el poder está jugando contra los intereses europeos en una coyuntura internacional cada vez más crítica.

Recordemos que el año pasado, Von der Leyen, miembro del Partido Popular Europeo de centroderecha rechazó una alianza con las fuerzas de derechas y decidió aliarse con los otros dos grandes bloques tradicionales en el seno del Parlamento Europeo: los socialdemócratas y los liberales.

Se formaba así una especie de Gran Coalición a la europea que excluía los extremos, y especialmente la derecha alternativa en todas sus vertientes -y permitía una distribución de cargos entre «los de casa».

Sin embargo, este experimento ha dado enseguida muestras de agotamiento.

El PPE ha escorado fuertemente a la derecha desde el primer mandato de Von der Leyen, haciendo que la presidenta de la Comisión, que pertenece al ala más liberal del partido, empiece a estar cuestionada desde dentro.

Además, socialistas y liberales la han amenazado con bloquear esgrimiendo las alianzas puntuales que Von der Leyen ha tenido que buscar con las fuerzas de derecha en ámbitos como la inmigración y la marcha atrás en el Pacto Verde.

A estas presiones se le ha sumado últimamente un obstáculo inesperado: el presidente francés Emmanuel Macron se ha manifestado públicamente a favor de retrasar el objetivo de reducciones de gases que contribuyen al efecto invernadero, esgrimiendo criterios de “competitividad” económica, y añadiendo que la energía nuclear debe ser considerada en igualdad de condiciones.

Por su parte, las fuerzas de derechas han advertido a Von der Leyen de que si intenta aliarse con sus socios habituales de izquierdas en la nueva regulación sobre las deportaciones de inmigrantes clandestinos, esto implicará aguar la propia propuesta del PPE y decepcionar a sus propios electores, empujándolos hacia la derecha alternativa.

Pero es que para acabar de complicar las cosas, Von der Leyen, que rechazó el año pasado una alianza con Giorgia Meloni, tendría también dificultades para consolidar una coalición de derechas, ya que las tres fuerzas de la derecha alternativa están divididas, grosso modo, en dos grandes tendencias contrapuestas: atlantistas (a los que pertenece la propia Meloni y el PiS polaco) y soberanistas europeos receptivos con la Rusia de Vladímir Putin (que cuentan por ejemplo con los partidos de Marine Le Pen y Alternativa por Alemania).

El nivel más alto de la política europea se encuentra sumido en una complejidad creciente, que amenaza al Viejo Continente con un bloqueo en un contexto internacional extremadamente delicado en el que Europa no deja de perder posiciones.

El centrismo de Von der Leyen (y su obsesión por mantener el cargo) ha pasado de ser una ventaja a un grave inconveniente, porque impide a la derecha, que es quien recoge con diferencia la mayoría del voto, buscar un compromiso que le permita asumir el rumbo decidido que Europa necesita.

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