España se asoma a una crisis de régimen sin precedentes desde la Transición. El país acumula problemas estructurales sin resolver, pero lo que distingue al momento actual no es solo la magnitud de los desafíos, sino la parálisis política de un Ejecutivo atrapado por su propia debilidad parlamentaria y por una metástasis de corrupción que crece cada semana. No hay país que pueda sostenerse indefinidamente en estas condiciones. La pregunta es inevitable: ¿quién lo remediará y cómo?
El estado real de la sociedad y el Estado español no se mide en propaganda, ni en cifras maquilladas, sino en las tareas esenciales del gobierno que siguen pendientes. He aquí, al menos, veinte de ellas:
- Salario digno para la mayoría. La mediana salarial, el salario más frecuente, apenas supera los 20.000 euros anuales. Millones de trabajadores viven al borde de la pobreza. ¿Cómo aumentarlo sin desincentivar el empleo ni provocar la huida de empresas?
- Abusos sexuales a menores. La inmensa mayoría se producen en entornos familiares, institucionales o de confianza. ¿Dónde está la estrategia del gobierno para prevenir, proteger y reparar a las víctimas?
- Inmigración sin control y sin integración. España carece de una política seria que reduzca los flujos irregulares, proteja las fronteras y a la vez integre a los inmigrantes sin marginar a los autóctonos.
- Marginalidad económica y cultural. Existen millones de ciudadanos desconectados del tejido productivo, educativo y cívico. ¿Quién piensa en ellos?
- Listas de espera sanitarias y dependencia. Cientos de miles de personas esperan meses, incluso años, por una operación, una cita médica o una ayuda a la dependencia.
- Fracaso escolar crónico. Especialmente en la escuela pública. No se trata solo de recursos, sino de exigencia, autoridad docente y apoyo familiar.
- Pobreza infantil. La más alta de Europa. No es solo un drama moral: es una bomba social de relojería.
- Baja productividad y renta estancada. España sigue sin converger con el núcleo europeo. El empleo es precario, la economía está terciarizada en el turismo y su baja productividad.
- Pensiones insostenibles. El modelo actual exige más cotizantes de las que puede ofrecer una sociedad envejecida. ¿Dónde está la reforma estructural?
- Colapso demográfico. La natalidad se hunde año tras año. Ninguna sociedad puede sobrevivir con una tasa de fecundidad de 1,12 hijos por mujer.
- Políticas familiares ridículas. España gasta la mitad que la media europea en apoyo a las familias. Sin familia, no hay futuro.
- Déficit estructural de vivienda. Faltan al menos medio millón de pisos accesibles. El alquiler se ha convertido en una condena para los jóvenes.
- Modelo de residencias y cuidados. Urge una transformación profunda, basada en la proximidad, la calidad y la compensación a los cuidadores familiares.
- Sistema de financiación autonómica. Lleva quince años pendiente de reforma. Las desigualdades territoriales se agravan, y los pactos con partidos nacionalistas envenenan cualquier solución.
- Déficit y deuda crónicos. España no presenta unos Presupuestos que corrijan de verdad sus desequilibrios. La deuda supera el 110% del PIB. Y no deja de crecer.
- Juventud sin futuro. Precariedad, vivienda inalcanzable, frustración creciente. Una generación perdida. Su renta disminuye en lugar de aumentar. ¿Cómo responde el gobierno a este problema clave? Silencio.
- Reforma fiscal postergada. El sistema actual es ineficiente, injusto y opaco. Se recauda poco y mal. Pero nadie se atreve a tocarlo. Los proyectos existen… Guardados en un cajón. La Comisión Europea espera el cumplimiento de este compromiso antes que adelantar un nuevo pago de sus Fondos.
- Compromisos opacos con ERC y Junts sobre financiación singular, inmigración, lenguas oficiales o Cercanías. ¿Cómo y quién los va a resolver?
- Fracaso de los fondos europeos. Se ha ejecutado menos del 50% de los Next Generation a solo 16 meses del fin del plazo. Se prometió un cambio de modelo productivo y no ha llegado.
- Olvido de los más vulnerables. Como los enfermos de ELA, que siguen esperando unas ayudas prometidas y no resueltas.
Pero a estos desafíos estructurales se suman nuevos frentes abiertos por la improvisación, la ideología o el cinismo:
- La amenaza del gran apagón: dos informes oficiales, uno del Gobierno y otro de Red Eléctrica, se contradicen sobre su origen y causas. Mientras tanto, se consume más y se contamina más, para evitar que vuelva a suceder. ¡Menuda solución! ¿Quién está al mando?
- Crisis con Estados Unidos y la OTAN: no se cumple el compromiso de gasto militar, pero al mismo tiempo España podría verse implicada en un conflicto con Irán por el simple hecho de albergar bases americanas. Mal negocio.
- Presupuestos fantasmas: España lleva dos años sin ley de presupuestos. Se gobierna sin techo de gasto. Todo apunta a un tercero año en la misma situación. No existe gobierno en Europa que no haya dimitido en tales condiciones, claro que todo es distinto si la finalidad no es gobernar, sino que Sánchez continúe en la Moncloa, que no es lo mismo.
- Huelga de jueces y fiscales: insólita, pero comprensible. Se rebelan contra una ley orgánica que amenaza su independencia y los somete al poder político.
- Corrupción sin fin. Lo contamina todo. Cada semana trae un caso más grave que el anterior. La Fiscalía Europea acaba de señalar a un empresario vinculado a la esposa del presidente Sánchez.
Todo esto no es una crítica ideológica, ni una catarsis sentimental. Es un diagnóstico del colapso. Lo que está en juego no es la preferencia por un partido u otro, sino la capacidad misma del Estado para gobernar, proteger, redistribuir y sostener el bien común.
¿Puede sobrevivir un país en este estado de cosas? ¿Puede hacerlo con un gobierno débil, prisionero de alianzas radicales, corroído por escándalos, sin presupuesto, sin estrategia, sin norte?
España necesita urgentemente una reconstrucción institucional, moral y política. Requiere una generación de líderes dispuestos a decir la verdad, afrontar lo impopular, recuperar la autoridad del Estado, proteger a las familias y hacer de la justicia y la eficacia las piedras angulares del sistema.
No basta con prometer. No basta con resistir. Hace falta gobernar. Y para eso, primero, limpiar.
Porque mientras no se recupere la confianza, mientras la corrupción no sea perseguida con ejemplaridad, mientras la política no se emancipe del chantaje y la propaganda… todas las tareas seguirán inconclusas. Y el país, a la deriva.
El estado real de la sociedad y el Estado español no se mide en propaganda, ni en cifras maquilladas, sino en las tareas esenciales del gobierno que siguen pendientes Compartir en X