El otoño se presenta optimista en la UE desde el punto de vista sanitario y económico

La tormenta esparce y las instituciones comienzan a preparar de forma coordinada la pospandemia.

En su reunión del 9 de septiembre, el Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo (BCE) ha decidido que ha llegado el momento de utilizar menos estímulos monetarios para combatir la crisis derivada de la pandemia del coronavirus. El Consejo ha llegado a una difícil unanimidad entre los países «palomas» y endeudados del sur como España, inquietos por la reacción de los compradores de bonos nacionales, y los países «halcones» del norte como Alemania, preocupados por el alza de precios y los tipos negativos de los últimos años.

Con una recuperación económica que va tomando forma y con los precios subiendo, el BCE ha decidido que a partir del cuarto trimestre del año ejecutará «a un ritmo moderadamente menor» el programa de compra de deuda derivado de la pandemia (programa de emergencia en curso, PEPP, Pandemic Emergence Purchase Programme ) que supone la astronómica cifra de 1,85 billones de euros. Empieza así un proceso de normalización de la política monetaria del BCE, que será largo, tal y como lo desean los países muy endeudados. Las compras del programa PEPP anticrisis, lanzado al estallar la pandemia, han supuesto la inyección de 80.000 millones de euros al mes en la economía, que ahora bajarán a 60 o 70.000 millones.

El golpe de timón se basa en la apreciación de dos realidades: la inflación y la salida de la crisis. La inflación en la eurozona ha alcanzado en agosto el 3%, su nivel más alto desde el año 2011. En países como Alemania, donde el aumento desmedido de los precios evoca a los peores fantasmas de su historia reciente, el IPC (Índice de Precios al Consumo) es actualmente del 3,9%, el máximo casi en treinta años. Es normal que haya nervios en el Bundesbank. El BCE insiste en que gran parte de la inflación europea es temporal y pronostica una inflación de solo el 2,2% para este año, del 1,7% en 2022 y del 1,5% en 2023. La inflación subyacente- que descuenta los precios de los alimentos y de la energía porque son más volátiles -a la que el BCE también presta atención, será muy inferior: del 1,3%, 1,4% y 1,5% para este año y los dos siguientes. Es una cota inferior al objetivo del BCE, fijado ahora en el 2%, con la flexibilidad adoptada en la revisión de este año.

Junto a la inflación, el otro elemento clave para fijar la política monetaria del BCE es el crecimiento, factor determinante para valorar si la crisis se está superando y se justifica o no el mantenimiento de las medidas excepcionales como las que ahora están vigentes. En este caso, el BCE pronostica que la economía de la eurozona crecerá este año un 5% -frente al 4,6% que había pronosticado en junio-, otra vez 4,6% el próximo año y se frenará hasta al 2,1% en 2023.

La presidenta del BCE, la francesa Christine Lagarde, es optimista y por eso no teme efectos negativos para reducir un poco los estímulos. Acaba de declarar que “la fase de rebote en la recuperación de la economía de la zona euro avanza más y se espera que la producción va a superar el nivel anterior a la pandemia a final de año; con más del 70% de los adultos europeos vacunados, la economía se ha abierto en gran medida, permitiendo a los consumidores gastar más ya las empresas aumentar la producción; la velocidad de la recuperación dependerá del curso de la pandemia y de las vacunaciones“.   El BCE prevé que el conjunto de la eurozona habrá recuperado a finales de año el PIB que tenía antes de la crisis provocada por el coronavirus, aunque no será el caso de todos los países.

El BCE no se encuentra todavía en fase de retirada (tapering en inglés) de los estímulos monetarios, sino en un inicio tímido de retirada. Por eso, ni las bolsas ni la deuda de los países se han inmutado. El aterrizaje hacia cierta normalidad se produciría en la primavera de 2022, cuando el programa de lucha contra la pandemia PEPP se extinguiría y se recuperaría el ritmo de compras ordinario.

Al margen de los cambios anteriores, el resto de medidas habituales del BCE siguen en vigor: tipos de interés intactos y tasa de referencia del 0%; tipos de interés nulos negativos para el crédito a largo plazo a la banca si esta presta a particulares y empresas; facilidad de depósito de la banca al tipo del 0,5%; programa de compra de activos habitual con una inyección de 20.000 millones de euros en el mercado cada mes; reinversión de la deuda que vaya venciendo hasta finales de 2023; y, si la situación lo vuelve a exigir, reafirmación de mayor expansión monetaria.

Una vez decidida la senda para el próximo trimestre, la atención se centra en el Consejo de Gobierno de diciembre. Se espera que entonces el BCE tome una decisión sobre el PEPP.

Por su parte, el Eurogrupo (reunión de ministros de Finanzas de la zona euro) se reunió el 10 de septiembre y constató una situación optimista en términos económicos y sanitarios. Con el 70% de la población vacunada, la UE ha cumplido puntualmente sus objetivos. La economía ha empezado a crecer con fuerza, los principales organismos económicos mundiales no hacen más que mejorar sus previsiones para la eurozona y el paro ha empezado a caer.

A diferencia de lo que ocurrió durante la crisis del euro del 2011, el Eurogrupo no tiene prisa por apretar más fuerte a los Estados miembros y volver cuanto antes a la ortodoxia presupuestaria , pues teme tanto un posible revés epidemiológico como repetir los errores políticos del pasado. El Comisario europeo de Economía, el italiano Paolo Gentiloni, ha apostado por una reforma «en profundidad» de las normas presupuestarias de la zona euro recogidas en el antiguo Pacto de Estabilidad y Crecimiento, según las cuales el déficit del presupuesto ha de estar por debajo del 3% y la deuda por debajo del 60% del PIB de los países. Estos topes están suspendidos de forma excepcional para hacer frente a la pandemia. En el Eurogrupo prevalece la opinión de que, en cualquier caso, habrá que esperar a los resultados definitivos de las elecciones en Alemania ya un posterior acuerdo franco-alemán para que la reforma salga adelante.

Coincidiendo con la reunión del Eurogrupo en Bruselas, y también con sus tesis, la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, con sede en París) ha decidido no volver rápidamente a una mayor disciplina fiscal para reequilibrar las cuentas de los estados desangrados por los esfuerzos pandémicos.   En un estudio presentado sobre la zona euro declara lo siguiente: “El marco fiscal vigente ofrece cierta flexibilidad, pero su estricto cumplimiento requeriría un gran esfuerzo para consolidar las finanzas públicas en los próximos años y, por tanto, se corre el riesgo de hacer descarrilar la recuperación económica en marcha“. Por tanto, la OCDE estima que la vuelta prematura a las políticas de austeridad no parece ser una buena idea. También coincide con el BCE en lo que se refiere a la continuidad de los estímulos monetarios.

 

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