A escala europea, existen dos versiones sobre los resultados electorales:
Una dice que las fuerzas centrales populares, socialdemócratas y liberales siguen teniendo la mayoría en el Parlamento Europeo y, por tanto, no ha pasado nada, ya que pueden seguir gobernando.
Otra lectura señala que estamos ante un evento y una transformación histórica porque la ultraderecha o derecha alternativa, según el punto de vista, se ha impuesto en un gran número de países: Francia, en toda la antigua República Democrática Alemana, Italia, Hungría, Bélgica, Holanda, Austria y prácticamente ha empatado con los populares en Polonia. En realidad, era más sencillo decir que sólo en los tres países nórdicos, Dinamarca, Suecia y Finlandia, las cosas han sido distintas y estos partidos han obtenido malos resultados.
Está claro que hay todavía un tercer tipo de interpretación: la que dice que el segundo partido clasificado es el victorioso. Esa interpretación surrealista de la política es la que hacen Sánchez y su entorno.
Pero, volviendo a la cuestión, cabe decir que el cambio es muy importante, aunque la magnitud de la transformación sólo la veremos en el transcurso de los próximos meses.
Por otra parte, el análisis limitado a los grupos del Parlamento Europeo es insuficiente por dos razones. La primera, que no existe disciplina de voto. La segunda, porque en esta ocasión los diputados no adscritos son muy numerosos, un centenar, y no parece que su mayoría se apunten a la alianza tradicional de populares, socialdemócratas y liberales.
Sin embargo, el problema más grave que tenemos es el de percepción, porque el lenguaje está controlado por una determinada interpretación. Por ejemplo, están la ultraderecha, el nacional-populismo, la extrema derecha; todos son denominaciones peyorativas, pero al otro lado no existe la extrema izquierda, la izquierda populista o la ultraizquierda. Se miran con lupa las declaraciones y actitudes de dirigentes de estos partidos, pero no tiene importancia que Rodríguez Zapatero, adalid de Sánchez, vaya por el mundo intentando cantar las excelencias de Maduro y su régimen, pese a que éste encarcela, tortura y reprime A la oposición de una manera pública y clamorosa.
En estos momentos, el gobierno Maduro ha detenido a personal de campaña de la oposición, defensores de los derechos humanos, ha expulsado a personal de Naciones Unidas y ha aprobado leyes que le permiten silenciar las voces críticas. En estas condiciones, unas elecciones son una entelequia, pero Rodríguez Zapatero defiende todo esto y más. Y aquí no ocurre nada.
Por tanto, lo primero que debemos hacer es liberarnos del lenguaje que nos condiciona, e ir a los hechos. Gobiernos de la derecha alternativa dirigen Hungría, Italia y hasta recientemente Polonia. Sus resultados son francamente buenos en materia de políticas sociales, económicas y familiares. En el caso de la enseñanza, el resultado polaco es muy bueno y constituye una lección para España.
¿Cuál es, por tanto, la condición que criminaliza a estos partidos ? Por un lado, que no son pro aborto ni feministas de la guerra de género ni pro grupos LGBTI. Por otra parte, con importantes matizaciones entre ellos, que van desde el chovinismo y el racismo hasta la simple reserva, tienen una posición adversa para con la inmigración, si bien ésta no es una característica exclusiva suya. Lo que hacen los daneses con los inmigrantes es escandaloso, y Francia, sin llegar al mismo extremo, lo intenta; la última vez la ley del gobierno ha sido vetada por el Constitucional francés, y eso que Macron es liberal y de «centro».
La realidad pura y dura es que la derecha alternativa crece a expensas del voto de la izquierda. Basta con ver el hemiciclo europeo. El PPE ha hecho uno de sus mejores resultados de la historia, por tanto, la derecha radical no ha crecido a expensas suya. Los que sí han visto reducido a su electorado son, por orden de menor a mayor afectación, los socialdemócratas, la izquierda europea, los liberales y los verdes.
A partir del momento en que el centroizquierda y la izquierda europea centran su atención en las cuestiones de las identidades de género y en el feminismo de la misma naturaleza, olvidando las luchas sociales, el voto de los sectores más populares emigra hacia la derecha alternativa. Y esto es lógico, una sola imagen lo caracteriza. Quien ve problemas con la inmigración no es la familia acomodada que vive en un barrio de clase media alta o alta, sino aquella otra familia que vive en una barriada popular carente de servicios, con un subempleo y un paro importante, donde más se sufren las carencias del estado del bienestar.
En último término, el problema radica en que, en lugar de buscar soluciones profundizando en los fundamentos para abordar de cara los problemas reales, las fuerzas del poder establecido se dedican a la descalificación de quienes reaccionan en contra. Y éste es un camino sin salida.