¿Por qué va a crecer en estas elecciones la derecha alternativa?

¿Por qué va a crecer la derecha alternativa? En realidad, su presencia ya es muy importante en la casi totalidad de los estados miembros de la Unión Europea. Es fuerza de gobierno en países como Italia, Hungría y Finlandia, y en cualquier caso es la segunda o tercera opción en casi todos los países. Ahora, ese capital acumulado se trasladará al parlamento de Bruselas.

A pesar de esta importancia, se sigue hablando de líneas rojas en relación con estos grupos sin separar el grano de la paja, porque es evidente que con una misma denominación se incorporan opciones diferentes e incluso contrapuestas, como lo ha constatado la reciente expulsión de Alternativa por Alemania del grupo de Identidad y Democracia del Parlamento Europeo que encabeza Le Pen.

El lenguaje habitual ya demuestra una, a priori, descalificación. Se hace referencia siempre a la extrema derecha, pero, y el caso de España es paradigmático, no existe la extrema izquierda, sino utilizando una fórmula bien alambicada de lo que ya está “el espacio que se sitúa a la izquierda del PSOE”.

El crecimiento de la derecha alternativa es paralelo al mal funcionamiento de la UE y sus crecientes problemas. Sirve de poco apelar a glorias pasadas que, además, no fueron realizadas por el actual sujeto político de la UE; la alianza entre el liberal cosmopolitismo y la progresía de género, cuya bisagra es la social democracia.

Ante las crisis e insuficiencias crecientes, mucha gente se refugia en los grupos que considera más críticos con la actual situación, que son precisamente los de la derecha alternativa.

Las razones de la insatisfacción son muy heterogéneas, por ejemplo el hartazgo ante el supremacismo moral y político de los grupos dominantes de la progresía y la socialdemocracia. Ellos son los únicos que pueden distinguir entre el bien y el mal y otorgar títulos de esa condición.

Una segunda razón es que Europa se ha convertido en un proyecto sin alma. Con los actuales planteamientos nunca se habría hecho realidad hasta después de la II Guerra Mundial.

No es menor el crecimiento desmedido de la burocracia en la Unión. Los agricultores ponen ya el grito en el cielo, pero no son los únicos afectados. La propia industria europea, hoy en declive comparada con China y EEUU, es un ejemplo de cómo la extremada regulación la desarma. La mejor constatación es que Alemania, motor necesario de Europa, está muy tocada en lo que es su núcleo económico, la industria.

El problema de la inmigración está mal resuelto, a caballo de la demagogia y la mala conciencia. Hay críticas bien fundamentadas desatendidas junto a un uso abusivo de la misma por razones de intereses partidistas.

El gobierno de la Unión está absolutamente alejado de los ciudadanos como lo está el propio Parlamento. No se puede querer más unión mientras este clamoroso defecto no haya sido subsanado. El Consejo y la Comisión Europea han estado totalmente supeditados a la estrategia de la OTAN y, por tanto, de EE.UU. en el caso de la guerra de Ucrania. Y la bola de nieve que está creciendo provoca un peligro cada vez más cercano de un incidente nuclear.

Alimenta también las reacciones contrarias, la forma escandalosamente injusta de como trata a sus estados miembros. Hungría y Polonia siempre reciben palos. Este segundo ha pasado al bando bueno a partir de que ha ganado las elecciones una alianza que permite a Tusk volver al gobierno. Mientras, las brutales arbitrariedades de Dinamarca con la inmigración son pasadas por alto y la forma en que el gobierno español trata la separación de poderes y la independencia del poder judicial, no merece ninguna llamada al orden. Si Orban hubiera escrito una carta como la de Sánchez cargándose a los jueces porque indagaban los potenciales tejemanejes de su mujer, el establishment europeo se habría escandalizado y ahora estarían clamando al cielo.

La transición ecológica tiene una estrategia de difícil comprensión para la gente de a pie, entre otras razones porque hace recaer sobre sus espaldas sus costes. Es una transición de la “gouache caviar” y así no vamos a ninguna parte.

La vivienda es un bien escaso en casi toda la Unión y esta característica común dificulta que los jóvenes puedan formar familias.

Al mismo tiempo, crecen los privilegios de las personas que se declaran pertenecientes a grupos LGBTIQ+, mientras es visto con reserva todo lo referente a la familia, la paternidad y la maternidad. Mientras, sus lobbies tienen puerta abierta en Bruselas, se ignora sistemáticamente al mayor grupo configurado por las confesiones cristianas católica, protestante y ortodoxa. Hasta el extremo de que por primera vez en la historia de la Unión, sus organizaciones han protestado fuertemente por el maltrato que reciben.

En definitiva, no es un dato menor que el voto joven tenga en la mayor parte de Europa como primera opción a los grupos de la derecha alternativa.

Si en lugar de dedicarse a su descalificación sistemática, levantar muros y construir acusaciones de fachoesfera, resolvieran los grandes problemas que se han multiplicado, hoy el escenario político sería muy diferente.

 

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