¿Estamos viviendo un declive industrial en Cataluña? Las estadísticas no terminarían de confirmarlo, o bien lo confirmarían en un determinado sentido.
Con una visión a largo plazo, desde principios de siglo se ha producido claramente un proceso de desindustrialización. De significar el 26,9% del PIB total catalán en 2000, el peso industrial se habría reducido hasta el 20,1% en 2022, según los datos del departamento de Empresa y Trabajo. Pero esa notable caída tiene dos fases. La primera que va desde el 2000 hasta el 2009 en la que se registró la menor cifra de la aportación de la industria al PIB catalán, el 17,8%. Desde entonces ha habido un lento incremento hasta alcanzar el ya citado 20,1% actual. Pero también en este período hay dos fases, dado que en 2015 ya se llegó al 20% y, por tanto, podríamos decir que con ligeras fluctuaciones desde hace siete años el peso de la industria en Cataluña está estancado.
En el contexto europeo, nuestro porcentaje del VAB industrial sobre el total es equivalente al de la eurozona y ligeramente inferior al de la UE-27 con 20,6% y claramente por encima de la media española del 17,6%.
Estos datos no harían posible calificar de declive la situación actual. Tampoco existe un take off industrial. Pero, si pasamos de las grandes cifras minoristas actuales, sí podemos ver síntomas preocupantes que hasta ahora no han encontrado la respuesta adecuada. El impacto negativo más reciente es el del agua, aunque el sector que vive una situación de desastre es el agrícola, porque no sólo hay muchos territorios que van a perder la cosecha, sino que se ven afectadas las plantaciones de árboles y los animales ganaderos. La industria, que debe reducir un 25% el consumo de agua, también tiene problemas, si bien éstos no se reparten por igual. Han afectado sobre todo a la industria agroalimentaria, al sector catalán más importante, al farmacéutico, que también tiene mucho peso, y al papelero.
La reducción de agua significa en muchos casos, por ejemplo, en la elaboración de pan, la reducción del producto. Es lo que ocurre con todos aquellos en los que el agua es una componente importante. El 80% del pan lo es. Por tanto, reducir el consumo un 25% significa producir menos. En otros sectores, en los que el consumo del agua va dirigido a la limpieza o a determinados procesos, esa cuarta parte puede significar una reducción del 50%.
Desde este punto de vista la amenaza que se cierne sobre Cataluña es doble. El debilitamiento de la preocupación, la productividad y la competitividad de la industria instalada y la disuasión de nuevas inversiones. Mientras, la Generalitat sigue negando cualquier posibilidad de trasvase de agua de cuencas que garantizaría el suministro y, por tanto, la estabilidad futura de la industria en el área metropolitana.
Más síntomas. El declive de la gran empresa, de la que no vamos sobrados. El caso de Nissan es un ejemplo de ello, su deslocalización no se ha visto compensada por las alternativas de sustitución. Otro caso muy reciente es el de Danone. Esta gran multinacional, que cuenta con más de 20.000 trabajadores repartidos por todo el mundo, nació en 1919 en Cataluña y su primera fábrica estuvo en Parets del Vallès, precisamente la planta que ahora Danone quiere cerrar, trasladando el 90% de su producción a la fábrica que tiene en Aldaia, en la Comunitat Valenciana, pese a las inversiones realizadas para reconvertirla en productora de proteínas vegetales con una aplicación de 22,7 millones de euros. La empresa aduce que el 45% de la capacidad de la fábrica está en desuso. Sea como fuere, lo que ahora cabe señalar es el hecho de la desaparición de la planta fabril, que no del centro de dirección, que sigue en Barcelona.
A este escenario hay que añadir que, a diferencia de otros territorios, los fondos Next Generation no tienen proyectada ninguna nueva inversión en Cataluña y, por tanto, de ellos no saldrá una respuesta a este problema de tener una extensa base industrial, pero muy pocas empresas grandes. No es un dato menor el lento y discreto proceso de contracción de Seat porque los nuevos vehículos eléctricos concentrados en la marca Cupra tenderán a reducir su producción y sobre todo el número de ocupados con el paso de los años.
Siempre podemos pensar que hay mucha startup , pero estas microempresas innovadoras en su inmensa mayoría no acaban de despegar y el conjunto delimita un escenario de microempresas que no llegan a los 10 trabajadores. La última referencia sería la caída de la inversión en biotecnología que, tras aumentar ininterrumpidamente en el período 2019-2022, el año pasado quedó reducida a la mitad, con cifras comparables a las del año 2020.
El gobierno de Catalunya debería decir algo concreto sobre todo esto y haría bien el Parlamento en ocuparse, eso sí, con pocos gritos y mucha solvencia. Una característica fundamental del bienestar de nuestro país está en juego.