Desguazar tiene más de un sentido. Por un lado, significa destruir la articulación entre las piezas de un mismo mecanismo y, por otro, en su forma pronominal, también significa perder la cordura. Ambas aceptaciones son de aplicación en el caso de Cataluña y la situación en la que vivimos, especialmente en lo que son los dos puntales del autogobierno: la enseñanza y la sanidad.
El informe PISA ha tenido la virtud de poner cifras a una realidad que ya conocíamos y que vamos aceptando mesillamente: el pésimo estado de nuestra enseñanza, particularmente el mayoritario, el de la escuela pública. Algo que conocen de primera mano los profesores universitarios, que ven llegar cada curso a un número creciente de alumnos sin los más mínimos fundamentos. Todo esto ya lo sabíamos, pero atención, no nos preocupaba. ¿Realmente nos preocupa ahora o es sólo un escándalo pasajero?
De las encuestas del Centro de Estudios de Opinión de la Generalitat (CEO), que si bien han visto subir la preocupación por la sanidad, ha desaparecido toda referencia a la enseñanza. Despreocupación que seguramente será compartida por la consellera, Anna Simó, porque si no, no se explica que sus declaraciones estén tan carentes de autocrítica y tan sobradas de continuismo. Viene la consejera y nos dice que ya lo sabían que íbamos mal, que no hace falta cambiar nada y hacer lo que ya se hacía. Curiosa receta para un cataclismo de las proporciones del PISA que en otros horizontes y con mejores resultados, casos de Francia y Alemania, está provocando estruendos gubernamentales. Pero Anna Simó resuelve el tema diciendo que “los centros ya saben qué deben hacer para reforzar a sus alumnos“. Fin de la historia. Eso sí, repite un clásico, el problema es la segregación y la pobreza infantil. Fastuoso, ¿y esto cómo lo resuelven en un país en el que las ayudas a la familia son un producto exótico? Porque, no nos engañemos, todo empieza en la familia. Si no se vierten recursos, no se pondrá fin ni a la segregación, ni mucho menos aún a la pobreza infantil.
Y hay que recordarle a la consejera que un alumno que pertenece al 25% de población con menor nivel socioeconómico tiene 3,7 veces más posibilidades de repetir curso que el alumno que pertenece al 25% de mayores ingresos con igualdad de notas. Pero ésta es sólo una parte de la historia como nos recuerda la extraordinaria diferencia de resultados entre centros públicos y concertados. ¿Quieren una solución eficaz y con resultados a corto plazo?
Pues es muy concreta y está al alcance de la mano. Iguale las condiciones de los centros concentrados con los públicos y no como ahora, que disponen de muchos menos recursos por plaza. Si se hace así, la cuota que los concertados necesitan para subsistir y que de una forma u otra se hacen cargo las familias, desaparecería y todo el que quisiera podría optar por la escuela concertada. De esta forma se descargaría a la pública de problemas y se facilitarían mejores resultados, al aumentar el número de alumnos de escuelas que tienen ideario, proyecto de centro, un orden bien establecido, capital social, en definitiva.
¿Y qué decir de la sanidad? Aún no hemos llegado al vértice de la gripe y ya se producen colapsos en nuestros hospitales. Es el caso del Hospital del Mar donde ha habido personas que han estado cuatro días, cuatro, para poder acceder a planta. Mientras, hay huelgas en la sanidad pública por el nuevo convenio. La situación de la sanidad en Cataluña, como en el caso de la enseñanza, es un mal bien conocido y que viene de lejos.
Catalunya presenta unos registros mucho peor que la media española. Ya en 2022 la media de espera para una cirugía quirúrgica no urgente fue de 113 días en España por 151 en Cataluña y para acceder a una consulta hospitalaria en España eran 79 días y en Cataluña 82. Por cierto, Madrid lo resolvía en 51 días. Casi el 25% de los pacientes tardaron más de 11 días en obtener consulta presencial de su médico de familia, un tiempo que se ha ido incrementando progresivamente después de la cóvid-19.
En todos los ámbitos Cataluña presenta peores niveles de accesibilidad a la sanidad pública. Y pese a que la nota de valoración subjetiva de los usuarios sigue en el nivel de aprobado, ésta está descendiendo aceleradamente desde 2017. De hecho, en las encuestas del CEO, la preocupación por la sanidad, principal problema de Cataluña, va ascendiendo escalones y ya ocupa el séptimo lugar, por delante de las políticas sociales y la inmigración.
Pero todo es como la canción del enfadoso. Es una situación que dura y dura sin que quienes nos gobiernan sean capaces de darle solución. Eso sí, recursos para publicidad, comunicación, asesorías, consultorías y otras historias dirigidas a comer el coco de los electores de dinero sobran.