La propuesta de Núñez Feijóo a Sánchez hecha en la reunión de ayer en el Congreso de los Diputados es desde el punto de vista de la gobernanza del estado bastante razonable. La afirmación de que el gobierno futuro no debe estar condicionado por un 6% de los votos, en referencia al agregado electoral formado por PNV, HB, ERC y JxC, tiene su lógica.
Hay personas ilustradas de nuestro país que en otros términos reclamaban una solución de este tipo, pero por la vía de que el PP se abstuviera en la votación de Sánchez. El problema de esta segunda opción es que rompía con la práctica hasta ahora mantenida de que en España gobernaba la lista más votada, si bien en este caso con muchas limitaciones, porque la propuesta de Núñez Feijóo era realizar un gobierno de una duración limitada a 2 años para convocar a continuación elecciones, limitar a 15 los ministerios en lugar de los 22 actuales y, muy importante, que todos ellos fueran personalidades independientes del PP. Está claro que el único que no gozaría de esta condición sería el presidente.
Y ahí está el problema cuando la política se entiende sólo como una pugna de poderes entre facciones, llamados partidos políticos. Si esta propuesta prosperara y estos 2 años fueran medianamente bien, cosa por cierto difícil, viendo lo que nos viene encima, Núñez Feijóo iría a las elecciones con la aureola de un presidente regido y Sánchez no. Mientras que ahora la situación es exactamente a la inversa.
La propuesta basaba la gobernanza sobre todo en una serie de pactos de estado relacionados con la división clara de poderes, y la independencia de los organismos de control que incorporaría una reforma del Consejo General del Poder Judicial que garantizase su independencia de los partidos. Este hito tampoco puede entusiasmar a Sánchez que viene demostrando un afán extraordinario para que él como ejecutivo controle estas instancias, como se hace evidente con la modificación que se hizo en el TC, nutriéndolo de una mayoría descaradamente progubernamental que ha actuado abiertamente en este sentido con determinaciones escandalosas como las relacionadas con el aborto y la eutanasia, con sentencias que ha llegado a actuar y razonar como una instancia legislativa más.
El control del TC ejemplifica la línea de poder de Sánchez, que en el futuro inmeditado puede serle muy útil en el caso de la revisión pedida por el PSOE de los votos nulos en Madrid o para certificar que la amnistía que pueda preparar es constitucional . También en el paquete de medidas a consensuar estaba el saneamiento económico, el de un pacto nacional por el agua, la viabilidad del sistema de bienestar relacionado con la sanidad, la educación, la igualdad entre hombres y mujeres, la viabilidad de las pensiones, incluida su revalorización anual, un acuerdo territorial para transformar el Senado en una cámara de representación territorial, es un objetivo incumplido que se remonta al inicio de los tiempos, y un nuevo modelo de financiación.
Igualmente había una referencia a las familias para favorecer la conciliación, pero que era el punto donde existía una mayor escasez de aportación por parte de Núñez Feijóo, demostrando así que hay determinados temas que, formando parte teóricamente de la agenda popular, no lez ofrecen un gran entusiasmo, porque está claro, querer un pacto sobre la familia sin abordar lo que es el problema crónico de la falta de ayudas es un brindis al sol. Hasta que España no se equipare a la media de la UE, considerando que ésta ya no es extraordinariamente generosa porque incorpora a todos los países del este, la familia en España seguirá maltratada, como está la pobreza infantil.
De todo esto, la propuesta familiar de Núñez Feijóo no habla. El ofrecimiento del dirigente del PP fue rechazado de pleno por Sánchez, algo que ya se sabía. Lo que no sabemos por boca de la portavoz, la ministra en funciones de educación, Alegría, es qué aspectos concretos le parecen rechazables porque su rueda de prensa consistió en un conjunto de argumentos que hacen despreciable la política, porque en lugar de abordar la cuestión se dedicó a destruir al personaje, a Núñez Feijóo.
Esta forma de hacer política, en la que lo que se busca es la destrucción de la persona del otro, viene erosionando gravemente a nuestra democracia. Alegría no se estuvo de nada, incluso se permitió de nuevo recordar la fotografía de hace 30 años con el narco Marcial Dorado. Señaló que le ha faltado persuasión, que ha pasado de «querer derogar el sanchismo a orar al sanchismo», de querer «salvar su piel» y argumentos por el estilo que dan una idea clara del momento en el que está situada la política en España.
Mientras personas que se consideran públicamente sensatas y de relieve dentro de la sociedad sigan apoyando estas formas de proceder en política, y sólo vean las llagas en el PP, que son abundantes, pero no la deriva tan peligrosa a la que nos conduce la práctica de Sánchez, el sistema democrático seguirá rodando por la pendiente hasta estrellarse.