El lema del gobierno es bien conocido: «la economía va como una moto». Lo que lógicamente es cuestionado por la oposición en el papel que le corresponde, pero también por la realidad. Y la cuestión más importante de esta realidad es la pregunta que encabeza el artículo. Si vamos tan bien, ¿por qué no crecen los salarios?
Calviño calla y Yolanda Díaz lo atribuye a los empresarios o buena parte de éstos. Pero, ¿cuál es la realidad? De acuerdo con los datos de la OCDE, en el conjunto de Europa los beneficios brutos de las empresas, es decir el superávit bruto de explotación, ha aumentado su participación en el PIB desde 2019. Éste es un hecho prácticamente generalizado y lo que permite es reclamar a los sindicatos europeos mejoras salariales.
Sin embargo, este comportamiento tiene unas pocas excepciones muy concretas. Se trata de España donde prácticamente no ha crecido, Portugal, donde incluso se ha reducido, y más Francia, que además sufre el problema de que sus beneficios brutos son de los menores de toda la OCDE. En contrapartida, en países como Irlanda, que no es significativo el hecho de multinacionales, Noruega, Austria, Grecia, Dinamarca y Suecia, donde el superávit bruto de explotación se ha disparado.
Por tanto, tenemos una primera referencia. El margen para crecer los salarios en España es reducido. Naturalmente, la cuestión va por empresas, pero el conjunto es lo que es y las cifras indican ese resultado.
Damos un paso más, hay muchas más personas ocupadas ahora que en 2018 y algo más que en 2019. Pero atención, el número de horas trabajadas realmente ha caído sustancialmente. En 2018 eran de 432,5, y este año se han reducido de momento a 396 y en 2022 fueron 418. Es decir, tenemos más gente trabajando, pero que lo hace en un número menor de horas y el resultado afecta a distribución salarial porque, y ésta es la otra vertiente de la historia, nuestra productividad por trabajador tiende a empeorar. Lo hace sobre todo en términos comparativos con nuestros competidores, los países de la UE.
Si en 2018 nuestra productividad era casi igual a la media europea (98,8 sobre 100), en 2022 es sólo de 93,7 sobre 100. Más gente trabajando, menos horas trabajadas y menos productividad. Éste es el problema central que tiene la economía española y que hace que no funcione bien, por esta razón el PIB per cápita, que es una expresión al por mayor de cómo teóricamente se benefician las personas de la dinámica económica, resulta que cada vez nos aleja más de la media europea. Si ésta era 100 en el 2018, nuestra posición entonces era de 91,3, pero es que ahora estamos en el 84,6, nos separan algo más de 15 puntos del valor medio del PIB per cápita de la UE, mucha distancia. Para situar una referencia, Italia está en el 95,7. Por tanto, 11 puntos por encima de nosotros.
Pero para complicarlo más, debemos situar el foco en otro aspecto de la cuestión: la población. Tenemos un déficit vegetativo (la diferencia entre los que nacen y los que mueren) que se acerca a las 100.000 personas al año. Esto es consecuencia de la baja tasa de fecundidad, que es la mitad de la que necesitaremos para mantener el país estable demográficamente. En la actualidad es de 1,19 niños por mujer de 15 a 49 años, cuando debería ser de 2,1.
Grosso modo podríamos decir que el país tendría una buena estabilidad demográfica si tuviera 200.000 nacimientos más al año. Pues bien, al mismo tiempo las previsiones demográficas señalan una llegada del orden a 900.000 inmigrantes al año que, descontando la emigración, se quedan en 500.000 personas como cifra neta. Y esto no por un año o dos, durante décadas.
La pregunta es cómo podemos ligar este incremento extraordinario de producción con la superación de nuestro problema clave, que es la baja productividad, dado que el 70% de estas personas se incorporan al mercado de trabajo y detentarán productividades claramente por debajo de la media española.
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