Una vez más se ha publicado el Índice de Competitividad europea para la edición de 2022, que relaciona a escala de NUTS2 todo el territorio de la UE, lo que permite que en el caso de España los datos puedan expresarse por comunidad autónoma. Este índice agrupa a un conjunto de indicadores configurados en relación con tres subíndices. El llamado básico, el de eficiencia y el de innovación, que al mismo tiempo se subdivide en lo que el informe llama pilares. Cinco en lo básico y tres respectivamente por cada uno de los otros dos. Hagamos primero una mirada global antes de adentrarnos en los resultados de Cataluña.
Catalunya es uno de los cuatro territorios de la península Ibérica que se sitúa por encima de la media de la UE, si bien es último entre estos cuatro y supera por muy poco, 101 sobre 100, esa media. El primero de ellos es la Comunidad de Madrid que marca una clara distancia con Cataluña con un índice de 119,3. Le sigue la región metropolitana de Lisboa con 109,7 y el País Vasco con 107,6.
Si de la mirada peninsular pasamos al conjunto de Europa, constataremos que Cataluña está por encima de todas las regiones italianas y prácticamente enrasada con Lombardía (103,3). Diferente es la comparación con las regiones francesas donde un buen número de éstas nos quitan ventaja. No es el caso del Languedoc-Roussillon (98,5), pero sí otros como Midi-Pyrénées, Aquitania, la Provenza, Loira, Ródano-Alpes y, naturalmente, la región de París que con un 142,8 encabeza el índice europeo por detrás de la región de Utrecht. Todo el conjunto de Alemania, países nórdicos y la mayor parte de Irlanda presentan niveles de competitividad iguales o mayoritariamente superiores a los de Cataluña y, además, ésta es una llamada de atención: nos superan con claridad las regiones de Varsovia, Budapest , Praga, todas ellas en países del este que han demostrado una capacidad de acelerar su competitividad de forma notable.
Examinado con más detalle, la situación catalana vemos que ocupa el puesto 107 entre 234 regiones. Está, por tanto, muy lejos de destacar como conjunto, si bien presenta algunos indicadores claramente muy favorables. Paradójicamente, recordemos que los resultados no dejan de expresar una comparación.
Nuestra situación mejor se da en el ámbito de las infraestructuras, aunque desde nuestra perspectiva notamos serios estrangulamientos. También tenemos buenos resultados en preparación tecnológica y en infraestructuras. Nuestro índice era de 152,4, en éste es de 136,2. La salud es otro punto fuerte (117,7) y la innovación con 116,4.
Pero, junto a estos aspectos tan importantes de signo positivo, presentamos una retahíla de deficiencias que, en buena parte, tienen que ver con la dimensión política. Los dos indicadores que registran una peor calificación son el macroeconómico (78,1) que se refiere al conjunto español, y el de las instituciones (88,5), este específico de Catalunya. No son los únicos, si bien son los peores.
Destaca el resultado, lo que no puede sorprendernos de todo es el paquete educativo: la educación básica (92,5), la educación superior y el aprendizaje permanente (93,5).
Y en el ámbito más directamente económico nos situamos claramente por debajo de la media en materia de mercado laboral (90), y éste es un toque de atención, en sofisticación empresarial, 95,9. ¿Por qué hace falta atención? Pues porque los otros dos indicadores relacionados con este capítulo y en los ya mencionados, de innovación y preparación tecnológica, obtenemos buenas puntuaciones, por tanto, el diagnóstico está claro. Lo que falla es la articulación de estas capacidades técnicas y científicas con la empresa. Tampoco es que sea un descubrimiento, como tampoco es un descubrimiento que en toda el área educativa y el mercado laboral esté donde pinchemos y lo que constatemos una vez más que uno de nuestros principales problemas son las instituciones y las políticas públicas.