Los resultados de la encuesta sobre Barcelona señalan la veloz progresión de Trias hasta alcanzar el primer puesto, pero con 12 concejales, lejos, por tanto, de la mayoría absoluta de 21 o de su proximidad que le permita gobernar. Porque además presenta una importante dificultad para alcanzar alianzas suficientes. Los 2 concejales del PP no salvarían su déficit de escaños además de ser incompatibles con los 5 de ERC, que tampoco le permiten acercarse a la cifra de 21 en un grado suficiente.
En contrapartida, el actual gobierno municipal de Colau y Collboni con el 44% de los votos y 20 concejales obtiene un resultado totalmente suficiente. Le basta con la abstención de ERC o la CUP. Nos encontraríamos así ante una terrible paradoja para los barceloneses. El titular de la alcaldía con más rechazo de toda la historia democrática reciente de la ciudad es quien podría volver a ejercer su mando.
Colau tiene al menos el 60% de los ciudadanos en contra, solo la votarían un 20% de los que participasen en las elecciones, 1 de cada 5; el 61% considera que la gestión del actual gobierno es malo o muy malo. En relación a hace 4 años el 56% encuentra Barcelona en peor estado y un 12% igual de mal.
Sin embargo, Colau puede volver a ganar con el voto socialista. La razón es el notable fraccionamiento de las opciones políticas. Se presentan hasta 8 con presencia actual en el consistorio, y una novena que estuvo en la anterior ocasión, la CUP. Esto hace que, mientras los votos negativos se dispersan en un amplio rango del electorado, los positivos se concentren en ella y en todo caso en su socio de gobierno.
Todo esto se produce además cuando el liderazgo socialista es muy débil y es muy posible que la pequeña diferencia favorable a Colau y a su socio de gobierno tienda a aumentar. Está claro que aquí es necesario situar una variable externa a la ciudad, pero no por ello de poca importancia. Para Sánchez es vital ganar la alcaldía de Barcelona porque este objetivo, de alcanzarlo y poder presentar la recuperación de una ciudad emblemática por los socialistas, sería un éxito que apalancaría el resultado de las próximas autonómicas y municipales del mes de mayo y podría cubrir las espaldas de posibles otros malos resultados, como pueda ser la pérdida del gobierno en algunas autonomías.
En este sentido, Barcelona y en segundo término Sevilla, son ciudades emblemáticas y estratégicas para la continuidad de Sánchez en la Moncloa, porque las generales, que previsiblemente serán a partir del verano de este año, tendrán una perspectiva muy difícil si la cita municipal y autonómica se ha convertido en muy desfavorable para el gobierno socialista. La consecuencia es que Sánchez y el gobierno español jugará joder a potenciar el voto de Collboni, que al mismo tiempo y por un flanco puede debilitar el voto de Trias y viceversa. En la medida en que Trias sepa diferenciar la necesidad de un sólido gobierno municipal que rehaga de sus males a la ciudad, sus posibilidades mejorarán.
Lo que también se hace evidente es que en Barcelona existe un claro predominio de lo que podríamos decir fuerzas de izquierda, que se llevan del orden del 60% de los votos, aunque la textura media de la ciudad por sus características sociodemográficas no deberían responder a esta hegemonía. Es más bien el resultado de la creación de una determinada cultura por años de gobierno socialista, primero, y de dos mandatos de Colau, después.
En Barcelona, de forma más acentuada que en toda Cataluña, lo que realmente falta es un espacio de cultura, política, económica y moral alternativa al bloque de izquierdas que hoy domina. Y ésta es más una cuestión de trabajo cívico que de rendimiento electoral inmediato. En este sentido, sin un rearme y organización de la sociedad civil que reme en esa dirección, difícilmente el país saldrá del triángulo dibujado por Junqueras, Colau, y Sánchez y sus masoveros en Catalunya.
Esta debilidad de alternativa cultural y política se pone de relieve con la supermanzana en la que los ciudadanos están prácticamente divididos por la mitad, aunque ya es bien visible, basta con ver lo que ocurre en la calle Valencia, que el proyecto comporta el colapso de las calles del Eixample que no sean ejes verdes y, como consecuencia el progresivo deterioro hasta grados muy peligrosos y difícilmente reversible de la actividad económica de toda el área central de la ciudad.
Todo esto, que es muy evidente, no ha llegado con suficiente medida a la reflexión ciudadana que en buena parte se ve conducida por imágenes idílicas de cómo será el futuro, que no responden a ninguna realidad. Este problema es necesario abordarlo desde ahora.
Necesitamos una campaña continuada de carácter ciudadano que explique la realidad de las cosas y de forma inmediata, que lo haga en relación con las consecuencias del proyecto de la supermanzana y del tranvía por la Diagonal, a la vez que sepa dibujar los puntos fuertes de una alternativa que sí tenga capacidad para mejorar de verdad la vida de quienes vivimos en Barcelona.