Es evidente que la proximidad de las elecciones ha despertado todas las furias electorales del gobierno municipal con propaganda con cargo a nuestro dinero. Propaganda, sí, porque ese es el nombre que merece el folleto “¿Qué es la supermanzana?” que cuidadosamente ilustrado con un extenso desplegable quiere hacer pasar, con un conjunto de frases bonitas y algunas fotos con mucho color verde, gato por liebre.
Sin embargo, la afirmación más importante la hace con letra pequeña y a pie de una foto, a ver se si pasa por alto, aunque es el núcleo del gran problema que destruirá el Eixample y, con él, Barcelona. La frase dice así «En 2030, una de cada tres calles de la trama Cerdà serán ejes verdes«.
Esta es la supermanzana Barcelona, liquidar el tráfico en 1/3 de las calles del Eixample, como ya es visible hoy en la calle Consell de Cent.
Quien quiera saber qué pasará en el futuro de la ciudad a tan sólo 7 años vista, solo tiene que intentar ir en coche ahora por esa calle del Eixample. Constatará que no puede circular en línea recta más de 100 metros porque en cada cruce les desvían sentido mar o montaña, y si quiere recuperar Consell de Cent debe hacer recorridos por otras calles y acertar la dirección.
Ahora imaginese que esto le ocurre a una de cada tres calles. El lío y el embotellamiento de los coches será brutal. Porque no sólo no podrán circular vehículos privados, sino que tampoco lo hará los transporte público, los autobuses de todo tipo y condición, los vehículos de distribución de mercancías, cada vez más numerosos, y los taxis. También habrá las lógicas dificultades que ahora se pueden experimentar en Consell de Cent para la carga y descarga o simplemente para detener el coche y que suba alguien, la madre enferma que vas a recoger o la mujer con los niños pequeños. En la actualidad circulan por el Eixample unos 300.000 vehículos. Suprimir 1/3 de las calles significa que esta cifra se trasladará a los 2/3 restantes que soportarán, por tanto, un incremento del tráfico del 50%: el colapso estará garantizado. Más cuando estas calles tendrán que servir para llevar a cabo funciones que en los “ejes verdes” no se podrán completar de manera satisfactoria,
Además del Eixample de Consell de Cent, hay otra cata de lo que puede ocurrir con la calle Viladomat que registra una congestión, antes inexistente, a consecuencia de la manzana de Sant Antoni, mucho más pequeña. Parece difícil entender cómo es posible concebir un mayor desaguisado que no mejorará la calidad del aire porque los coches seguirán acudiendo a la ciudad ya que no lo hacen por placer sino por necesidad. Soólo que ahora lo harán en peores condiciones, gastando mucho más tiempo y combustible y, por tanto, contaminando más. Esto naturalmente irá disuadiendo acudir con vehículos, pero que nadie se engañe, toda esa movilidad es fruto de una actividad económica. Cuando disminuya será síntoma de una paralela reducción de la economía del Eixample y, con ella, de toda la ciudad.
Es una operación que solo tiene sentido si se adscribe a la ideología del decrecimiento económico; es decir, forzar la mano para que en vez de producir más, vender más, ingresar más, disminuyamos toda nuestra capacidad económica. Esta es la única razón de la supermanzana: el decrecimiento económico, porque si se quieren más espacios verdes y mejorar la calidad del aire hay otras vías mucho más racionales y útiles. Por ejemplo, proseguir y aumentar el camino emprendido de recuperar los interiores de las manzanas del Eixample por espacios verdes, tal y como Cerdà lo había previsto en su Plan. También transformar en espacios verdes todas las plazas duras, algunas grandiosas, que hay en la ciudad y que están recubiertas de hormigón o cemento. Es el caso de plaza de los Països Catalans que ni siquiera con la reforma que prevé hacer Renfe de esa estación central dispondrá de todo el potencial verde que es posible. O qué decir de la dura plaza del MACBA en pleno Raval, que podría ser una isla verde en medio de un barrio que triplica la densidad de la ciudad.
Y en relación con la contaminación atmosférica, transformar en eléctricos todos los vehículos de transporte público, incentivar y poner límite en el tiempo para que todos los vehículos de transporte de personas y distribución de mercancías fueran eléctricos o al menos híbridos, multiplicar los puntos de carga eléctrica en la ciudad y facilitar la transformación de los aparcamientos privados para que pudieran también contener puntos de carga. Serían medidas de efectos mucho más inmediatas que mejorarían sensiblemente la capacidad atmosférica, sin excluir que existen vías que podrían ganar verde sin causar graves problemas, como el rediseño de la Gran Via y especialmente del Paral·lel, entre otros. Al mismo tiempo, un plan de movilidad basado en el transporte público concebido a escala regional y metropolitana contribuiría eficazmente a disuadir la utilización del coche en la ciudad.
Todas estas y otras líneas pueden avanzar en paralelo y obtener resultados satisfactorios sin alterar la vida y la economía de la ciudad; todo lo contrario, favoreciéndola y en unos plazos que serían menores o como muy iguales al de la pretensión de la supermanzana para 2030.