Hace más de 160 años, el Plan Cerdà puso a Barcelona en el mundo del progreso urbanístico, a pesar de la oposición del gobierno municipal de la época. Hoy, otro gobierno municipal busca su destrucción, y con esta la de Barcelona como gran ciudad, porque el Eixample, que ha funcionado con éxito a lo largo de un siglo y medio de expansión, es su fundamento.
Cerdà concibió la nueva ciudad de forma igualitaria. El principio básico era ofrecer un mismo ancho de calle de 20 metros para toda la red viaria, con la excepción de unas pocas vías trascendentales de 50 metros. Así, no existen calles de primera o de segunda categoría. No se favorecía más a unos propietarios, a unos vecinos o comerciantes, que a otros. La misma amplitud de aceras, de calzadas, el igual asolamiento para todos, incluso idéntica disponibilidad de árboles cada 20 metros.
El éxito histórico de Cerdà y beneficio para Barcelona radica en el acierto de trasladar la idea de igualdad a una determinada estructura urbana, a partir de su red viaria, porque esta es la que expresa la primera dimensión del hecho urbano.
Ahora, el inicio de las obras de la «Superilla» del Eixample, significa, si no lo detenemos, la cuenta atrás para destruirla porque estropeará su esencia: la igualdad entre sus calles.
El Eixample es todo lo contrario de lo que pretende la «Superilla» de Colau, que crea un tercio de calles privilegiadas, sin tráfico y con simulacros de verde, que progresivamente se gentrificarán y serán pasto de pisos turísticos, mientras descarga toda la contaminación y la circulación sobre los dos tercios de calles restantes. Las obras, que ahora han comenzado en Consell de Cent y en algunos otros puntos, son el preludio de este gran mal. Una ciudad de primera y una segunda dentro del mismo Eixample: el anti Cerdà.
Suprimir un tercio de la vialidad del Eixample, significa colapsar el resto de calles, ya muy saturadas por las malas iniciativas del gobierno municipal, y con estas el conjunto de la ciudad, los servicios de transporte y distribución. Su impacto negativo va más allá, porque el Eixample es el CBD, el centro administrativo y comercial del área metropolitana. El perjuicio será doble por las mayores dificultades y costes de acceder a la ciudad, y por la reducción de actividad en Barcelona; principal activo económico de Catalunya.
La Superilla del Eixample poco tiene que ver con la mejora de la contaminación atmosférica y las emisiones de CO₂, que tienen otras mejores soluciones. Responde a un prejuicio ideológico: liquidar la movilidad del vehículo privado; el eléctrico también, sin disponer de un transporte público que lo haga posible. Persigue forzar el decrecimiento económico.
El tranvía por la Diagonal agravará el desbarajuste urbanístico.
Lo grave es que todo este cambio radical de la ciudad se hace sin la tramitación urbanística, garante de los derechos de los ciudadanos, ni la consulta ciudadana que, incluso solo para el tranvía, sí se produjo durante el gobierno del alcalde Hereu, donde la iniciativa fue rechazada.
Son transformaciones radicales contra los intereses y las necesidades de la gente y de Barcelona.
Por estas razones, consideramos imprescindible y pedimos al gobierno municipal: El paro inmediato de todas las obras de la Supemanzana. Su tramitación como modificación del plan urbanístico vigente. El establecimiento inmediato de una fecha para la consulta municipal pertinente y la adopción de las medidas necesarias para hacerla efectiva.
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4 comentarios. Dejar nuevo
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La meva familia pateix les conseqüències de la superilla Poblenou (feta sense informació ni cap tipus de consens al barri).
Arran d’aquesta els carrers adjacents van multiplicar el tràfic de vehicles.
En concret, el C. Tànger va pasar d’uns 2.000 al dia, a uns 20.000.