El pasado 15 de agosto la India celebró tres cuartos de siglo de historia independiente desde el fin del dominio británico. Durante este período, pero sobre todo en los últimos años, India ha ido evolucionando para posicionarse como una de las potencias indispensables del siglo XXI.
Sin embargo, el camino para llegar hasta donde hoy se sitúa ha sido particularmente tortuoso: en 1947, India era la sexta economía mundial. Sin embargo, su inmenso potencial se mantuvo durmiendo durante décadas. De hecho, económicamente el país perdió posiciones y en 1990 era tan sólo la duodécima economía más importante del mundo.
Al contrario que en la mayoría de países asiáticos donde la apertura económica se hizo antes que la política, las autoridades de la India mantuvieron desde el primer momento un firme control de la producción basándose en el modelo socialista. En paralelo, las instituciones democráticas han funcionado de forma sorprendentemente estable para un país tan poco desarrollado.
Pero la visión económica de las élites políticas indias ha terminado cambiando. Desde la última década del siglo XX, y coincidiendo con unas ventajas de la globalización que se habían convertido en demasiado grandes para ser obviadas, las autoridades iniciaron una apertura económica que sigue todavía hoy en curso, de forma lenta pero inexorable.
Cierto es que China, el histórico rival al otro lado de las montañas del Himalaya, tenía todavía en 1990 unas cifras del PIB y de ingresos medios similares a las de la India. Pero a diferencia de Nueva Delhi, Pekín se reformó muy rápidamente hasta el punto de que hoy es cinco veces mayor y más rica, según recoge Ruchir Sharma, inversor indio y columnista del Financial Times.
Hasta ahora, India ha avanzado más lentamente, pero de forma igualmente imparable. A estas alturas ya ha recuperado la sexta plaza en el ranking económico mundial, y se espera que llegue a la tercera dentro de poco, desplazando a Japón, Reino Unido y Alemania.
Sharma admite también que la era del crecimiento ultrarrápido, por encima del 7% anual y que China demostró que era posible mantener durante décadas, ha terminado. El endeudamiento cada vez mayor, la crisis de la productividad, la desglobalización parcial y el fin del crecimiento demográfico lo hacen imposible.
A propósito de este último aspecto, el demográfico, si bien se espera que la India supere en 2023 a China como el país más poblado del mundo, también es cierto que en 2022 por primera vez en la historia de la India moderna, la tasa de fecundidad de las mujeres indias en edad fértil se situó en el 2,0, por debajo del nivel de reemplazo que los expertos sitúan en el 2,1. Aunque la tendencia debe confirmarse, parece posible afirmar que el crecimiento demográfico indio está tocando a su fin.
Sin embargo, Sharma piensa que un crecimiento económico del entorno del 5% anual todavía es posible para la India. El país sigue siendo esencialmente rural y, por tanto, todavía tiene un potencial a desarrollar enorme.
Pero, al ser tan diversa y estar gobernada por instituciones democráticas, la India necesita más tiempo que China para demostrar al mundo hasta dónde puede llegar.
A hores d'ara ja ha recuperat la sisena plaça en el rànquing econòmic mundial, i s'espera que arribi a la tercera dintre de poc, desplaçant el Japó, el Regne Unit i Alemanya Share on X