¿Cuál es ese error?
Que él y su equipo no han sabido rectificar la estrategia electoral, aunque el escenario ha cambiado radicalmente con la desaparición de Cs. Veamos paso a paso.
Si se observan los resultados por bloques de la serie electoral de los últimos tres años, se constata fácilmente que el bloque de la derecha, formado por el PP, Vox, Cs y Navarra Suma, se ha situado siempre por encima del 44% con una tendencia continuada, moderada al principio y más acentuada después, hasta situarse en los valores actuales, en el 49%. El bloque de izquierdas formado por PSOE, UP, Más País y Compromís no alcanza nunca el 42% y ha seguido la tendencia contraria, ha ido declinando en el paso del tiempo para situarse en torno al 37-38%. El bloque formado por ERC, JxCat, PNV, Bildu, la CUP y BNG se ha movido en torno al 10% a lo largo de todo este período.
Dos conclusiones son evidentes. El bloque de derechas es mucho mayor que el de izquierdas, e incluso si se suma el tercer bloque independentista, porcentualmente siguen quedando ligeramente por debajo.
Lo que ha pasado es que aquel bloque de derechas estaba dividido entre tres partidos razonablemente grandes, mientras que a la izquierda había uno grande y un segundo más pequeño. Dado el sistema electoral español y la existencia de numerosas circunscripciones pequeñas que escogen 4 o menos diputados, los resultados en escaños tienden a penalizar a aquellos que quedan como tercera fuerza o cuarta y sobre todo penalizan la a fragmentación y dan una prima a lo que queda primero.
La distribución de los votos del bloque de la derecha entre tres partidos hizo que en muchas circunscripciones el PP quedara como segunda opción electoral y eso facilitó que las primas en escaños se concentraran en el PSOE.
Sin embargo, con la desaparición de Cs este fenómeno desaparece y sólo quedan dos partidos a la derecha que compiten con los correspondientes dos principales partidos de la izquierda. El voto de Cs se concentra en el PP y se da la vuelta a la tortilla, y éste queda en primera posición en muchas circunscripciones.
A lo largo del mandato Pedro Sánchez, de acuerdo con lo que dice el manual de un espacio electoral muy fragmentado, ha jugado a la polarización , a alimentar a los suyos contra los demás. Pero, con la desaparición de Cs la disputa era otra, era conseguir ganar base electoral captando a una parte de estos electores para evitar que fueran hacia el PP. Es decir, lo que se necesitaba era un giro hacia el centro. Sánchez hizo todo lo contrario, acentuó la polarización, negó el pan y la sal al PP y no buscó ninguna complicidad con él que permitiera al PSOE ganar imagen de moderación. Por el contrario, la ha radicalizado.
Pero claro, en la izquierda hay en estos momentos muchos menos votos que en la derecha y, por tanto, la tendencia estructural está en perder las elecciones. Por ello, una persona tan moderada y de tan buen nombre como el presidente de GAD3, que ha alcanzado un gran prestigio con sus previsiones electorales, se atreve a vaticinar ahora que el PP le sacará 10 puntos porcentuales al PSOE cuando se celebren las elecciones a finales del próximo año.
¿Por qué Sánchez ha cometido este error tan grave? Seguramente por una razón de carácter, que está convencido de que no comete errores y que, por tanto, sus planteamientos no exigen rectificaciones, aunque en la práctica su trayectoria política esté llena de ellas. Por otro lado, a este hecho estructural se le añade que Sánchez paga un coste que no quiere ver por su gestión de la pandemia y de la crisis económica. Desde mayo del pasado año el PP ha estado siempre por encima del PSOE con la excepción de la breve crisis que sufrió el pasado marzo. Por tanto, ahora con Feijóo lo único que hace es consolidar una tendencia bien visible.
No parece que los cambios introducidos sirvan para rectificar el error electoral que le lleva a la derrota.