Vistos los resultados de la primera vuelta de las elecciones legislativas, Emmanuel Macron será en su segundo mandato el presidente francés de la Quinta República que menos apoyo ha logrado recoger en las urnas.
Y es que Francia está inmersa en una gravísima acumulación de crisis sociales, culturales y políticas que ahora corren el riesgo de converger con otra económica. El resultado podría ser devastador para el país, que pese a su declive sigue siendo la segunda economía de la UE y de la eurozona después de Alemania.
Numerosas señales débiles permiten anticipar un posible, y desgraciadamente probable, gran derrumbe colectivo”
“Numerosas señales débiles permiten anticipar un posible, y desgraciadamente probable, gran derrumbe colectivo”. Esta declaración lapidaria la escriben Sébastien Laye y Jean-Baptiste Giraud, respectivamente periodista y economista, sobre Francia.
Laye y Giraud piensan que esta catástrofe podría llegar dentro de poco, quizá algunos meses, precisamente por la degradación de las condiciones económicas que se ha acelerado a un ritmo vertiginoso en los últimos dos años.
Los autores han escrito un largo artículo en el diario Le Figaro en el que exponen su tesis de un colapso de Francia.
Según afirman, la causa inmediata de este sería una saturación logística. Francia tuvo ya una cata en la primera ola de la Covid-19, apuntan Laye y Giraud, cuando los pacientes enfermos de coronavirus eran seleccionados en los hospitales para salvar a aquellos que tenían más probabilidades de sobrevivir a la enfermedad.
Ahora, dos años después, el hospital francés vuelve a estar a bordo de la quiebra. En todo el país, los servicios de urgencias están rechazando a gran número de pacientes, causando la muerte de algunos ellos, según apuntan los autores. Esta gran crisis del sistema público de salud se debe en parte a la dimisión masiva de personal sanitario, médicos y enfermeros sobre todo.
Otro punto de colapso es el sector de la energía. Pero Laye y Giraud no hablan del petróleo ni siquiera del gas. En Francia, lo más delicado es la electricidad, cuya mayor parte es producida en las centrales nucleares, orgullo del país vecino.
El próximo invierno se prevé que prácticamente la mitad de los reactores franceses, en su mayoría bastante viejos por falta de renovación (Francia tenía previsto reducir su dependencia nuclear hasta hace poco), se detengan por razones de seguridad.
Entonces, en medio del frío invernal, los autores aseguran que faltarán al menos 10 megavatios de capacidad para hacer frente a los picos de demanda. RTE, la empresa pública de distribución de electricidad, estudia desde abril una opción surrealista consistente en conectar a la red miles de grupos electrógenos diésel.
La industria francesa también se encuentra en crisis. Es el caso del automóvil: los directivos de los grandes grupos franceses de automoción han advertido de que el calendario de la Comisión Europea para prohibir los motores de combustión en 2035 y pasar al 100% eléctrico es una locura.
En cuanto al turismo, como en España, en Francia se calcula que faltan cientos de miles de trabajadores para garantizar el éxito de la temporada alta.
En pocos años Francia ha pasado de ser un exportador neto de alimentos a ser un importador.
La agricultura francesa sufre una tormenta perfecta: una combinación de sequía, explosión de los precios de los fertilizantes y del diésel, del gas, una grave gripe aviar y además la falta de mano de obra que también se da en otros sectores. En pocos años Francia ha pasado de ser un exportador neto de alimentos a ser un importador.
La convivencia cívica francesa pasa también por uno de los peores momentos de la historia del país. El incivismo y la delincuencia baten todos los récords, tal y como dejó en evidencia en el mundo entero el penoso episodio de la final de la Champions League en Saint-Denis, un departamento que puede decirse que escapa prácticamente del todo al control del estado a pesar de encontrarse a las puertas de París.
A pesar de todo esto, el gobierno francés multiplica los gastos sociales, que cada vez más toman la mala costumbre de realizarse bajo la forma de transferencias bancarias automáticas e incondicionales. Un sistema que incrementa la dependencia del estado sin resolver ningún problema de fondo.
Laye y Giraud advierten de que el estado francés se está hundiendo, y exponen dos posibles escenarios: en el primero, la sociedad civil conseguiría imponerse al estado creando una nueva jerarquía de normas y reglas, más respetuosas de la libertad individual y accesibles a los ciudadanos.
En el segundo escenario, el individuo desprotegido se encontraría solo ante un estado tan débil como omnipresente, obeso, incapaz de garantizar su seguridad pero del que depende para llegar a fin de mes. Sería el escenario del sálvese quien pueda.