Noticia de Ivan Ilyin, el pensador ruso que inspira a Putin

Apenas conocido fuera de Rusia, puede afirmarse que el político y filósofo ruso, emigrado blanco, Ivan Ilyin (1883-1954) es el pensador ruso que más inspira a Putin sobre el poder, la patria rusa y su lugar en el mundo. Es el equivalente de lo que fue Marx para Lenin.

Pocas noticias han llegado a nuestro país sobre la figura de Ivan Ilyin. Una excepción son los artículos publicados por el escritor y periodista inglés John Carlin. Él nos ha explicado que, condenado al exilio en tiempos de la URSS y muerto y enterrado en Suiza,  “Ivan Ilyin puede observar a su discípulo desde su segunda tumba con satisfacción y gratitud”. En 2005 Putin ordenó trasladar sus restos a Moscú para volverlos a enterrar en tierra rusa con todos los honores debidos a un prócer de la patria. Al año siguiente Putin envió un emisario a la Universidad de Michigan para recuperar su colección de documentos personales. Luego inició la costumbre, que todavía dura, de referirse a Iván Ilyin en sus discursos como “luz y guía” de la nación rusa.

Dmitri Medvedev, el títere que Putin instaló en la presidencia del 2008 al 2012 por normativa electoral hasta que él mismo pudiera volver, recomendó la lectura de Ilyin a la juventud rusa. Kiril, Patriarca de la Iglesia ortodoxa rusa y excompañero de Putin en el KGB, para quien la invasión de Ucrania es “una guerra santa”, cita a menudo a Ivan Ilyin con aprobación, como también lo han hecho el temible ministro ruso de asuntos exteriores, Serguei Lavrov, y los gobernadores regionales rusos. En 2014, mientras Putin ordenaba la invasión del territorio ucraniano de Crimea, el Kremlin regaló una colección de los ensayos políticos de Ilyin a todos los funcionarios rusos.

En 2017 la televisión estatal rusa incluyó en las conmemoraciones del centenario de la revolución bolchevique un documental que celebró el legado moral de Ivan Ilyin, algo curioso dado que fue un fervoroso opositor del comunismo.

El libro identifica a Ilyin como el pilar sobre el que se sustenta la deriva mesiánica de Putin tras la caída de la URSS en 1991

John Carlin recomienda un libro sobre Ivan Ilyin. Se titula “El camino hacia la no libertad” y el autor es el historiador norteamericano, Timothy Snyder,  profesor en la Universidad Yale. El libro identifica a Ilyin como el pilar sobre el que se sustenta la deriva mesiánica de Putin tras la caída de la URSS en 1991. Se publicó en marzo de 2019, tres años antes del inicio de la actual “ operación militar especial” de Putin. El libro contiene esta frase profética: “En 2010 Putin empezó a recurrir a Ilyin como fuente para explicar  por qué Rusia debía debilitar el poder de la Unión Europea e invadir Ucrania“. Según Snyder, “Ivan Ilyin es el creador de un fascismo cristiano que convirtió sus escritos en una guía para los dirigentes rusos que llegarían al poder cuando cayera la URSS“.

En las obras de Ilyin, en particular una titulada “Nuestras tareas”, se leen ecos constantes del mensaje de Putin hoy, una exhortación mística constante en el destino imperial ruso nutrida por la rabia hacia Occidente a raíz de la derrota de la Guerra Fría . “Confiamos en que llegará la hora en que Rusia surgirá de la desintegración y la humillación y empezará una nueva era de desarrollo y grandeza“, escribió Ilyin, y también eso: “Occidente exportó el virus anticristiano a Rusia; Occidente se guía por un plan de odio y lujuria de poder“.

Ivan IIyin consideraba que Ucrania no existía como nación, sino que era simplemente una parte de la gran Rusia

Ivan IIyin consideraba que Ucrania no existía como nación, sino que era simplemente una parte de la gran Rusia. No fue casualidad que al colocar flores en la tumba de Ilyin, en 2009, Putin declarara: “Es un crimen hablar de separación entre Rusia y Ucrania“.

Lo que no cuadra tanto es que Putin insista en haber enviado a sus tropas a Ucrania para liberar al país del nazismo, pues Ilyin fue un gran admirador de Mussolini, Hitler y Franco. Según Snyder, «se le puede considerar, en sentido no metafórico sino literal, como un fascista».

Tras ser exiliado por los rojos de Lenin en 1922, Ilyin se unió al bando contrarrevolucionario blanco. Ese mismo año Mussolini llegó al poder en Italia, lo que Ilyin celebró y lamentó a la vez. Lo celebró porque entendió el fascismo como modelo a seguir; lo lamentó porque los italianos lo pusieron en marcha antes que los rusos. Su consuelo fue que «el movimiento blanco es más profundo y amplio que el fascismo italiano», más basado en el concepto cristiano ruso que exige «el sacrificio de sangre de los enemigos  de Dios». Convencido de que los disidentes derribarían a los bolcheviques, Ilyin se refería a ellos durante los años veinte como ”mis hermanos blancos, fascistas”. Según él, «el fascismo no es una idea nueva, pero nos ofrece un nuevo impulso para implementar nuestra antigua idea nacional rusa y cristiana». Ivan Ilyin pensaba que el fascismo era la política del mundo que se avecinaba.

Ilyin vivió en Berlín entre 1922 y 1938, lo que le permitió ver de cerca el ascenso y el triunfo del nazismo. Hitler, escribió, «había hecho un enorme favor en toda Europa» al frenar más revoluciones comunistas. La lástima agregó, «es que Europa no entiende el movimiento nacionalsocialista, cuyo espíritu los rusos deberían asimilar». Lo que Rusia necesitaba, dijo, era un redentor dispuesto al “sacrificio caballeresco” de derramar la sangre de los demás para tomar el poder. Una vez fascista sería «un acto de salvación».

Para Ilyin, Hitler era un defensor de la civilización frente a los bolcheviques. Su tesis fundamental era que debía entenderse Rusia como la futura salvación cristiana. Según él, el Occidente decadente había impuesto el comunismo a una Rusia inocente. Rusia era el único receptáculo del bien absoluto y el enemigo eterno de Occidente en decadencia.

Franco se convirtió en su nuevo favorito

 

Los golpes mortales que recibieron sus ídolos en la Segunda Guerra Mundial le obligaron a reflexionar, al menos en cuanto a tácticas. Franco se convirtió en su nuevo favorito. En un ensayo escrito en 1948, Ivan Ilyin reconoció que Hitler y Mussolini habían cometido errores de los que los patriotas rusos deberían aprender. Pensaba que Franco había aprendido de ello, “no dice fascista a su régimen; la esencia fascista sigue siendo la buena“.

«Las masas pueden conseguir mucho a la hora de luchar», escribió, «pero su capacidad para razonar sigue siendo patética». Por eso era necesario encomendar el destino de la patria a un vozhd, es decir, a un líder, dictador o führer. «Cualquiera que no ama incondicionalmente el vozhd nacional, lo perderá». “Y ese es exactamente el motivo por el que sus enemigos intentan debilitar la imagen del vozhd, el soberano, con dudas, burlas, calumnias y demonización”. Escribió que «el principio de la democracia es el átomo humano irresponsable» y que la noción de «amigo o enemigo» es el punto de partida de la política. En todo esto Ilyin coincide con Carl Schmitt, el gran teórico jurista del nacionalsocialismo.

Ivan Ilyin también tenía una fijación en contra de la homosexualidad. A sus ojos, los derechos de los gays no eran más que «el arma preferida de una conspiración neoliberal mundial, destinada a preparar sociedades tradicionales y virtuosas como Rusia y China para su explotación». Putin ofrece su virilidad como argumento contra la democracia.

En un discurso de 2012, Putin dijo que Rusia no era un Estado sino “una condición espiritual” y que, como decía Ilyin, en Rusia no podía haber conflictos entre nacionalidades

En un discurso de 2012, Putin dijo que Rusia no era un Estado sino “una condición espiritual” y que, como decía Ilyin, en Rusia no podía haber conflictos entre nacionalidades. La cuestión de la nacionalidad en Rusia era un invento de sus enemigos, una importación conceptual de Occidente que nada tenía que ver con Rusia.

Stalin se hacía decir «el vozhd del proletariado». Hoy muchos comparan a Putin con Stalin, su Rusia con la URSS. Tienen razón en lo que respecta a los métodos de control. Putin ejerce el poder a través del miedo y la mentira. La única verdad es su verdad, necesariamente contradictoria y selectiva con los hechos: el presidente de Ucrania sería judío y nazi a la vez.

La diferencia con Stalin y la URSS radica en los ideales que Putin profesa defender.

Del reino de los obreros, nada. Al contrario. Como predica Ilyin, las masas deben someter su voluntad y confiar su destino al redentor, al elegido de Dios que recurrirá al sacrificio de sangre para recuperar la gloria nacional perdida. En eso trabaja Putin.

La obra de Ilyin indica que el imperialismo real y no la democracia liberal es el camino que garantiza una Rusia unida con todos sus dominios

El historiador inglés Dominic Liven, profesor de la Universidad de Cambridge, acaba de publicar un libro titulado In the Shadow of the Gods. Allí escribe que tanto Putin como el líder chino Xi Jinping creen encontrarse «a la sombra de los Dioses». “Lo que más importa no es lo que son, sino lo que piensan que son». Al margen de sus diferencias sobre sus pasados despóticos imperiales, ambos piensan que son herederos de los reinos monárquicos del pasado. Putin se ha inventado una historia zarista para subordinar a Ucrania. Él ha animado a los burócratas rusos a leer y estudiar a Ivan Ilyin, ha hecho distribuir sus obras a todos los funcionarios rusos. La obra de Ilyin indica que el imperialismo real y no la democracia liberal es el camino que garantiza una Rusia unida con todos sus dominios. Por su parte, Xi Jinping ha dirigido un gran esfuerzo de rehabilitación de la dinastía Qing, que dirigió China de 1644 hasta 1912, y ha perseguido a los historiadores discrepantes.

Liven piensa que “en cierto sentido, Rusia y China han seguido un camino similar; primero una revolución comunista, que condujo a rechazar casi todas las religiones y las ideologías de los viejos regímenes; después ha seguido un reclamo gradual de la herencia imperial. La era de los déspotas coronados que personificaban la voluntad divina puede haber pasado, pero la era de los cálculos imperiales autoconscientes no”.

Margaret Macmillan es una historiadora canadiense, profesora de la Universidad de Oxford. Acaba de publicar un artículo en la revista Foreign Affairs sobre el liderazgo, bajo el título “Leadership at War. How Putin y Zelenski Have Defined the Ukrainian Conflict“. Allí se puede leer lo siguiente: “Los dictadores a menudo encuentran la historia útil para movilizar a sus pueblos en contra de otros pueblos y para proporcionarles causas de reconstitución de pasadas glorias. Mussolini se alababa de las glorias de la antigua Roma y prometía reconstruir un segundo Imperio Romano. Los nazis celebraban la batalla del bosque de Teutoburgo en el año 9 dC, donde las tribus germánicas destruyeron tres legiones romanas, y veneraban a Federico el Grande. Putin se ve a sí mismo como un historiador y mira atrás no sólo hasta la URSS, cuya desaparición considera “la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX”, sino que se remonta a Pedro el Grande (1672-1725), cuando Rusia se convirtió en la potencia dominante del noreste de Europa. Su largo ensayo “Sobre la unidad histórica de rusos y ucranianos” utiliza su versión de la historia para argumentar que nunca ha existido una nación ucraniana independiente y que nunca Rusia y Ucrania pueden ser dos partes separadas. Aún va más atrás, hasta el Ruso de Kiev, el primer estado eslavo del siglo nuevo, y la conversión de los eslavos a la Iglesia Ortodoxa en el siglo diez, lo que hace a Rusia, en la visión nacionalista rusa, la heredera legítima del Imperio Bizantino“.

Ilyin también pronosticó que un redentor viril llevaría a Rusia al triunfo. Putin piensa que él es ese redentor.

Margaret Macmillan escribe que “los puntos de vista de Putin sobre el mundo están muy influidos por las teorías tóxicas de su favorito entre los nacionalistas rusos, Ivan Ilyin, un fascista ruso de los años de entreguerras, que sostenía que Dios creó a Rusia como única nación pura sobre la tierra; Ilyin también pronosticó que un redentor viril llevaría a Rusia al triunfo“. Putin piensa que él es ese redentor.

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