En una de sus cada vez más raras intervenciones, el hombre de estado estadounidense Henry Kissinger declaró el pasado 7 de mayo en una entrevista en el Financial Times que Occidente no puede caer en el error de “considerar a Rusia y China juntas como si fueran la misma cosa”.
Preguntado sobre si Estados Unidos debía promover un distanciamiento entre Moscú y Pekín a raíz de la guerra de Ucrania, el veterano diplomático añadió que “no es sabio tomar una posición conflictiva con dos adversarios, de modo que los empujes a unirse entre ellos ”.
De hecho, Kissinger apunta que lo natural desde un punto de vista de política exterior es tratar a los adversarios de forma diferente para reducir el riesgo de que se unan contra ti.
Desgraciadamente, Kissinger señala, la alianza chino-rusa se ha consolidado pese a ser contraria a los intereses particulares de Moscú y Pekín.
Otro punto que preocupa, y mucho, a Kissinger es el riesgo de escalada nuclear en caso de que Rusia se sienta existencialmente amenazada.
En este caso, Kissinger piensa que Putin podría llegar a ordenar utilizar un arma nuclear táctica contra las fuerzas armadas ucranianas. Algo que abriría por primera vez en 70 años una puerta directa a un conflicto generalizado entre dos potencias nucleares, ya que tal acción no sería admisible, afirma.
De hecho, de la entrevista se extrae que Kissinger ve la sofisticación y rapidez creciente de las armas nucleares (por ejemplo los misiles supersónicos anunciados recientemente para superar las defensas de la OTAN) como un riesgo gravísimo para la paz mundial : «prácticamente no hay ninguna discusión internacional sobre lo que pasaría si estas armas se llegaran a utilizar», afirma.
Hay que tener en cuenta que la posibilidad de un conflicto nuclear fue una sombra que persiguió a los dirigentes políticos de ambas superpotencias, como Kissinger, durante toda la Guerra Fría. En cambio, los actuales decisores podrían estar infravalorando el riesgo de una escalada nuclear debido a su carencia de experiencia en la cuestión.
A pesar de estos peligros, Kissinger mantiene la esperanza de que una vez terminada la guerra las circunstancias obliguen a Rusia a re-examinar su posicionamiento hacia Occidente, y que aparezcan de nuevo oportunidades de cooperar.
Henry Kissinger es seguramente el experto académico y al mismo tiempo el decisor político más experimentado en política internacional de la segunda mitad del siglo XX.
Como consejero de seguridad de Richard Nixon y más tarde secretario de estado (equivalente a ministro de exteriores) de ese mismo presidente y de su sucesor Gerald Ford, fue el encargado de reabrir las relaciones diplomáticas entre Washington y Pekín, de negociar la paz de Vietnam y buscar la distensión con la Unión Soviética.
Muy implicado en la gestión de crisis geopolíticas, Kissinger también maniobró durante la Guerra del Yom Kippur de 1973 para evitar una escalada entre las dos superpotencias.
Conocido por sus posicionamientos de corte realista (realpolitik como a veces se llama la escuela en la que se inscribe), Kissinger se ha mostrado repetidamente en contra de que Ucrania se convierta en un miembro de la OTAN. Una posición que mantuvo incluso en plena crisis ucraniana de 2014 en un artículo que se puede leer aquí .
Convencido de que el futuro de Ucrania pasaba por ser un puente entre Occidente y Rusia (el actual conflicto está cambiando todo), y no un post avanzado de Estados Unidos a las puertas de Moscú, Kissinger ha sido uno de los defensores más acérrimos de la estrategia de “finlandización” de ese país eslavo.
Pese a su avanzada edad (98 años), Kissinger sigue dedicando buena parte de sus energías a la actualidad internacional.
Se podría decir que Henry Kissinger es el Warren Buffett de la diplomacia (los dos se llevan solo 7 años): una voz sabia, apreciada por su moderación, capacidad de pensar en clave de largo plazo y dotada de una experiencia simplemente inigualable.