El departamento de economía y hacienda ha publicado los indicadores de bienestar y progreso social de Cataluña. Es un conjunto de datos que intentan expresar una visión más completa que la aportada por el PIB. La mayoría de ellos comprenden el período 2010-20, si bien algunos llegan hasta el 2021. Los que hacen referencia a los indicadores sobre el paro, y otros sólo llegan hasta 2013, como los relacionados con la pobreza y desigualdad.
El conjunto señala que Cataluña no vive un buen momento. El primer indicador es el de la renta media neta de los hogares que registra un ligero incremento del 5% en la última década, pero como se trata de euros corrientes, no se ha descontado el efecto de la inflación. Es evidente que la renta media de Cataluña en términos de poder adquisitivo real de los hogares no se ha movido a lo largo de este período. Si el dato se hubiera prolongado hasta el 2021, naturalmente este indicador sería peor porque habría registrado el gran bajón del 2020.
Una serie de indicadores, 15 en total, definen el perfil de las condiciones de vida en términos económicos. De este conjunto se puede constatar cómo todas las variables relacionadas con el paro han mejorado desde 2010, algo lógico porque ya se había iniciado la crisis hacía 2 años y éste es un dato positivo. La única excepción es el paro de muy larga duración que prácticamente no se ha movido. Ha pasado del 2,5% al 2,6%. Aún así, los niveles en relación con Europa siguen siendo muy altos sobre todo por el paro entre los jóvenes, situado en 2021 en el 28,9%.
Al mismo tiempo en el otro conjunto de datos que expresan situaciones de desigualdad y pobreza han empeorado sensiblemente. Por ejemplo, tenemos una tasa de menores de 18 años en riesgo de pobreza o exclusión social (AROPE) del 35,9%, que es un dato muy malo porque señala que algo más de 1/3 parte de los jóvenes comienza su vida adulta con extrema desigualdad de oportunidades. En relación al paro, y aquí jugaría la cuestión del empeoramiento de la pobreza, cabe subrayar que ha disminuido en gran medida la cobertura de las prestaciones de desempleo, que en 2010 eran del 42,55% y ahora del 29,9%. Tenemos así dibujado un primer panorama en unos hogares cuyo poder adquisitivo no se ha modificado en términos reales de los de 2010, una clara reducción del paro, pero al mismo tiempo un aumento de la pobreza y un ligero crecimiento de la desigualdad.
En el capítulo de salud mejoran los indicadores relacionados con la esperanza de vida, de esperanza de vida con buena salud, de estado de salud autopercibido y de satisfacción con los servicios sanitarios públicos. Por tanto, el balance en este capítulo es positivo, excepto en el capítulo sobre la salud mental de la población de 4 a 14 años que ha empeorado sensiblemente y que ya afecta al 10,6%.
La depresión y la ansiedad entre los adultos, que alcanzó un máximo en 2011 con un 21,4%, se habría ido reduciéndose progresivamente hasta el 17,2%, pero en 2020 volvió a remontar hasta el 19%. Con todo, es necesario formular una importante objeción: los datos que se dan sobre esperanza de vida llegan hasta 2019 y, por tanto, no recogen la mortalidad extrema que se produjo en 2020 y que comportó una reducción sustancial precisamente de estos indicadores . En consecuencia, en este caso las cifras no registran la situación real.
Los indicadores de educación aportan una fría y otra caliente. Por un lado, empeoran, algo conocido, las competencias básicas de los alumnos en ambos extremos, el de la proporción de alumnos con bajo rendimiento en este ámbito que crece, y por otro el del alto rendimiento en competencias básicas que disminuye y nos sitúa en una pésima posición. En contrapartida, mejoran los indicadores de abandono prematuro de población nini y de formación permanente. El problema a partir del próximo año será que algunos de estos indicadores dejarán de tener sentido porque el sistema de calificación y aprobados se ve sustancialmente modificado. Si este sistema de la ley Celaá se mantiene, iremos a tientas y donde se registrará el aumento del impacto negativo de la mala preparación será en la universidad.
Por lo general mejoran todos los indicadores relacionados con el medio ambiente. En contrapartida, el ámbito de la vivienda demuestra la magnitud de este agujero negro en las políticas públicas en Cataluña porque todo el conjunto de medición que se hacen señala un claro deterioro: cada vez se necesitan más recursos para pagar el hogar, existe una fracción creciente de población que paga con retraso los gastos de la vivienda y es muy elevado el número de hogares que tienen problemas de contaminación, humedad y falta de luz, hasta llegar en 2020 al 38,6% del conjunto. Es evidente que aquí existe una carencia de una extraordinaria importancia.
En seguridad y transporte los indicadores tienen una gran debilidad porque son pocos, y algunos de ellos, como el de la percepción de seguridad en el municipio, muy incompletos. Por otra parte, la cifra sobre hechos contra el patrimonio no es representativa al ser en el último año, el 2020, el de los confinamientos, que registraron una caída en picado de todos los delitos. Si en lugar de efectuar la comparación con este año lo hacemos con el anterior, entonces se percibe que los delitos contra el patrimonio han aumentado sensiblemente desde 2010, pasando de casi 462.000 a más de 502.000.
El apartado de inclusión, derechos y participación y con el indicador más completo de los 4 que integra, podemos constatar cuán grave es el problema de la confianza en los políticos catalanes. En una escala de 0 a 10, si en 2010 suspendía este indicador con un 4,5, en 2021 está situado ya en el suspenso profundo con una calificación de 3,4. Cataluña tiene un grave problema con sus políticos.
El último apartado, ocio y cultura, que contiene 4 indicadores, señala un empeoramiento en el gasto de servicios culturales y en el ocio activo de la población de 13 a 14 años, que registra una progresiva regresión desde 2014. Mejora claramente actividad física saludable de la población de 15 a 69 años, que ya alcanza un 83,2%, y el uso de internet que puede decirse que llega ya a toda la población, dado que la magnitud se sitúa con un 93,5%.
Es evidente que el sistema podría mejorarse incorporando otros indicadores básicos, como por ejemplo la tasa de natalidad o en otro orden el déficit de la Seguridad Social en Cataluña para situar dos importantes. Pero es sin duda un paso adelante para tener visiones del país más complejas y completas que lo que nos aporta la evolución del PIB.