Hace pocos días los musulmanes empezaron el Ramadán de este año. También los que residen entre nosotros. Los medios de comunicación se hicieron mucho eco. No faltaron entrevistas en los telediarios, y se llenaron bastantes páginas en los periódicos.
Correcto y aceptarlo con respeto. Sin embargo, va bien establecer comparaciones. Unos días antes había empezado la Cuaresma de los cristianos. ¿Cuántos reportajes o entrevistas se vieron en los medios de comunicación? Ni una. En ninguna parte.
Por las redes sociales algunos incluso expresaron la indignación y dijeron con mucha razón que ya estaban cansados de tanto hablar del inicio del Ramadán, o del año nuevo chino, y de referencias en Buda, mientras hacia el cristianismo sólo agresividad y silencio. Y no todos los que lo decían eran personas muy practicante.
Tengo claro que el periodismo debe reflejar la realidad. Toda. Por tanto, en el caso que nos ocupa, el religioso, es plenamente correcto que se hable de lo que hacen los musulmanes, pero seguramente no es tan razonable que de las celebraciones y praxis de la religión más extendida en nuestro país, y que es la base principal de la cultura occidental, no se diga nada.
Es un hecho constatable que en Catalunya, en España, ha disminuido mucho la práctica religiosa en las últimas décadas, sin embargo, no se pueden olvidar pequeños detalles como este: entre 600.000 y 800.000 personas van a misa todos los días en España, y los domingos y festivos, unos 5 millones. Varía según las zonas, sin embargo, en conjunto más de la mitad de la población sigue declarándose católica. ¿Qué organización, institución, partido político, sindicato, club deportivo, etc. se puede comparar?
No estoy planteando esto desde una óptica de creyente cristiano, que lo soy, y, por ejemplo, los días la Semana Santa no serán para mí unas simples vacaciones, sino los de contemplar la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo. Lo expongo simplemente como realidad sociológica y sobre la praxis del periodismo, cuya información debe tratar con imparcialidad los temas. Algo distinto puede ser la opinión. Ésta es libre y el autor puede exponer lo que crea, o lo que desearía que fuera, pero la información debe reflejar lo que ha pasado, al margen de que el periodista esté de acuerdo o no. La principal esencia del buen periodismo es saber separar información y opinión.
En el caso de la religión es evidente que esto no se produce.
Hay medios de comunicación que en los últimos años las únicas noticias que han publicado sobre la Iglesia son las referidas a casos de pederastia, y, haciendo su información, ni siquiera han tenido la solidez profesional de situarlos en el conjunto de los abusos producidos en toda la sociedad. Para darse cuenta de todo lo que se olvida, basta recordar aspectos tan simples como que la mayor labor social que se hace en nuestra sociedad proviene de una forma u otra de instituciones de la Iglesia, o la enorme labor de conservación del patrimonio cultural. Sin entrar para nada en aspectos doctrinales o creencias.
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