Un año después de su toma de posesión, el presidente de Estados Unidos Joe Biden ha fracasado en prácticamente todas sus iniciativas , tanto interiores como internacionales.
Curiosamente, la prensa mainstream a ambos lados del Atlántico parece no enterarse.
Los grandes actores que dominan el paisaje mediático y ofrecen el guion que los homólogos europeos aceptan con agrado, como el New York Times, el Washington Post o las cadenas CNN y MSNBC hicieron todo lo posible para hundir la presidencia de Donald Trump y, durante la última campaña electoral, darle la victoria a Joe Biden.
Ahora, sin embargo, se mantienen silenciosos ante los escasos resultados que Biden está obteniendo.
Primeramente, es evidente que Joe Biden no ha «aplastado el virus» de la Covid como prometió.
Han muerto más estadounidenses de coronavirus desde que Biden llegó a la presidencia (a pesar de contar ya con las vacunas) que durante el último año de mandato de Trump
De hecho, según recoge el corresponsal de Le Figaro en Washington, han muerto más estadounidenses de coronavirus desde que Biden llegó a la presidencia (a pesar de contar ya con las vacunas) que en el último año de mandato de Trump.
Entonces no había todavía vacunas, pero el expresidente lanzó el programa Warp Speed que recordemos posibilitó en parte que Pfizer y Moderna desarrollaran en un tiempo récord las inyecciones con tecnología ARN mensajero.
La cuestión es tan vergonzosa que la CNN ha retirado de su pantalla el siniestro e hipócrita cómputo de fallecidos en tiempo real de estadounidenses a causa del coronavirus, de los que atribuía la responsabilidad directa al presidente Trump.
En materia económica, Biden se ha negado durante meses a reconocer la amenaza de la inflación («ningún economista serio prevé un retorno de la inflación», lanzó el pasado julio). Por el contrario, ha insistido en gastar masivamente a través de planes faraónicos de gasto público. Actualmente, el alza de precios es ya del 7% , el nivel más alto desde 1982.
Cabe recordar que durante el mandato de Donald Trump no sólo se aumentó el poder adquisitivo general de los norteamericanos, sino que subieron concretamente los sueldos de las rentas más bajas, algo inaudito desde hacía décadas en Estados Unidos y que es atribuido en parte en la política de Trump.
En nombre de la lucha contra el cambio climático, Biden declaró la guerra a las energías fósiles. Un sector todavía clave en el que Estados Unidos destaca particularmente. Pues bien, un año después, la producción de petróleo estadounidense está previsto que bata un nuevo récord, gracias particularmente a las reservas de la Cuenca Pérmica (Permian Basin) de Texas.
Pero las páginas de verificación de informaciones y fact-chekers de turno, tan de moda desde la llegada de Trump a la Casa Blanca, han desaparecido del panorama.
Biden está actualmente aplicando legislación aprobada por el propio Donald Trump para devolver a inmigrantes a México Share on XLa política de inmigración de Biden también ha fracasado estrepitosamente. Después de haber generado un enorme efecto llamada prometiendo regularizaciones masivas, el presidente ha dado marcha atrás y ha vuelto a los principios (antagónicos) de su predecesor. De hecho, Biden está actualmente aplicando legislación aprobada por el propio Donald Trump para devolver inmigrantes a México.
Mientras, la criminalidad ha aumentado en medio de una grave crisis de legitimidad de las instituciones policiales que el propio Biden y el ala radical de los demócratas han fomentado, acusándolas de «racismo institucional». Su popularidad en las zonas más afectadas por el incremento de la violencia se ha derrumbado, y en todas partes los referendos para suprimir cuerpos policiales han obtenido la negativa de la misma población consultada.
Cuesta entender por qué Biden no ha mantenido sus promesas de gobernar desde el centro
En este sentido, cuesta entender por qué Biden no ha mantenido sus promesas de gobernar desde el centro, sino que ha seguido la agenda ultra-progresista del ala radical del Partido Demócrata, la misma a la que medios como el New York Times apoyan incondicionalmente.
En materia internacional, Biden no ha retirado las barreras comerciales a China que, sin embargo, criticó ferozmente durante la campaña electoral. Tampoco ha dado marcha atrás en otras medidas proteccionistas de Trump, sino que de hecho ha profundizado en el “Made in the USA” tan propio de su predecesor. México y Canadá protestan en vano por estas medidas. De multilateralidad, Biden les ha ofrecido muy poca.
En el campo de la diplomacia, Biden ha decepcionado por su incapacidad de reanudar el diálogo con un Irán que cada día está más cerca de la bomba atómica, y el golpe autoinfligido de la caótica retirada de Afganistán pasará seguramente a la historia como la confirmación del declive global estadounidense.
Últimamente, Biden está obsesionado (como lo estaba en 2014) con la invasión rusa de Ucrania, que nos anuncia desde hace semanas. En un golpe de teatro, su administración ha ordenado la evacuación de las familias de los diplomáticos de la embajada en Kiev. Una iniciativa que ha empujado a la UE a pedir a Estados Unidos que «no dramaticen». Sobre el terreno, los soldados ucranianos contradicen a los analistas estadounidenses afirmando que la situación es de total calma.
La sola consolación de la progresía norteamericana vuelve a ser la misma que durante la presidencia Trump: hablar del líder republicano sin cesar
En medio de este desbarajuste, la sola consolación de la progresía norteamericana vuelve a ser la misma que durante la presidencia Trump: hablar del líder republicano sin cesar, ahora advirtiendo de su posible regreso en el 2024 y del peligro que esto supondría para la democracia.
Equiparando a los republicanos con racistas de extrema derecha que preparan un golpe de estado definitivo contra la democracia tiene los beneficios de dar aire a los medios de comunicación de la galaxia woke y cohesionar a los progresistas más obstinados. Pero no sirve para gobernar un país, como el catastrófico primer año de Joe Biden en la presidencia ha demostrado.
En nuestro país, y a pesar de los múltiples corresponsales en Washington, es una lástima que no haya un periodismo serio que salga de las líneas editoriales que llegan de los grandes medios estadounidenses y analice sin prejuicios ideológicos la presidencia de Joe Biden.