Cataluña prospera en tres estragos que van avanzando en forma de metástasis y que presentan, pese a su distinta naturaleza, características comunes. Se trata de la prostitución, el cultivo y tráfico de marihuana y la okupación de viviendas y locales .
Las características que comparten los tres problemas son por un lado la cantidad de dinero negro que generan, sobre todo las dos primeras actividades delictivas, y en consecuencia su capacidad de generar corrupción en su entorno. La otra es que la relativa impunidad en que se desarrollan atrae a nuevos agentes como las moscas al estercolero. Hay mucho dinero que ganar y pocos riesgos. La tercera característica común es que la prosperidad de estas actividades no sería posible si tuviéramos una administración y unas políticas más eficaces, que necesitan obviamente una legislación, en estos momentos inexistente, que lo haga posible.
En cuanto a la prostitución, hay que recordar que España es el primer país de Europa y que Cataluña es en este terreno la capital de España. El turismo proxeneta por sólo unas horas o unos días desde la vecina Francia, donde la prostitución está muy restringida, es una de las corrientes que alimenta las cifras de lo que después valoramos como turistas.
Y finalmente, la okupación gracias al tipo de legislación imperante, el lento funcionamiento de la justicia, y en especial la tolerancia política, muy evidente en el caso de Barcelona y Ada Colau, ha hecho que se desarrollara toda una mafia muy bien organizada que se dedica por un lado a detectar posibles pisos y locales para ocupar de tipologías diferentes, y por otro mantiene una buena capilaridad en los sectores sociales de la marginación a fin de ofrecerles a cambio de dinero algún tipo de sitio dónde vivir. Estas mafias hacen negocio en ambos lados. Les cobran a la gente que instalan y por otra parte reclaman dinero a los titulares de los locales o de los pisos y a las comunidades afectadas a cambio de una solución rápida de la okupación. Si aceptan, trasladan a otro lugar a los pobres desgraciados que habían instalando a ese sitio.
La tragedia de la plaza Tetuán en la que murieron un matrimonio y dos niños pequeños, se inscribe en una de las consecuencias trágicas de este tipo de negocio que los políticos no saben o no quieren detener.