Draghi ha quedado consagrado como el interlocutor de referencia en la Unión Europea dejando en una tercera posición a Sánchez, y lo ha hecho, no a través de pactos y maniobras políticas, como el presidente español intenta, ahora inclinándose con los holandeses, ahora con los belgas, con operaciones que no tienen recorrido, sino a base del plan que ha presentado y la forma cómo lo llevará a cabo. Las diferencias con España son astronómicas. Y estas son las principales:
- Invertirá mucho más de lo que le corresponde. Mientras que Sánchez se limita a los 140.000 millones de euros (la mitad en subvenciones y la otra mitad en crédito blando del fondo de reconstrucción), Draghi eleva hasta 248.000 millones la cifra de 191.500 millones que le corresponde del fondo de reconstrucción, a fuerza de añadir 36.000 millones más de un plan nacional complementario, que en España no existe, y de 15.500 millones de los fondos de desarrollo y cohesión.
- Draghi se moja y define el impacto económico que tendrá todo ello en el crecimiento del PIB italiano: 16 puntos en 6 años, una cifra muy buena por lo que ha sido hasta ahora la dinámica económica italiana. Sánchez en ninguna de sus reiteradas presentaciones ha definido cuál piensa que será el impacto en el caso de España.
- Decisivo: el plan italiano no es sólo muy detallado, sino que ha sido entregado a los parlamentarios y estará sometido al control legislativo. Esta es una diferencia radical con España, que lleva adelante un proyecto tan importante con un perfecto desconocimiento de su contenido por parte del Congreso de Diputados. Sólo se explica, a grandes rasgos, con lo que se gastará, pero no cómo, ni la repercusión que tendrá, y sobre todo hurta el control del Parlamento.
- Draghi, que no es un político pero sí que se está mostrando como un estadista, hace un discurso profundo, muy alejado del marketing de Iván Redondo, para señalar la importancia histórica del momento y llamar a la unidad. Cita como referencia Alcide De Gasperi, uno de los padres de la república italiana, de la Europa unida y líder de la democracia cristiana. Y hace suya una frase: » el funcionamiento de la democracia económica requiere desinterés, el de la democracia política presupone la virtud del carácter» . En lugar de apelar a símbolos comunes, Sánchez se limita, por un lado, al estereotipo de exigir «arrimar el hombro», que ciertamente no es una frase a la altura del momento histórico, y al mismo tiempo exacerba las divisiones políticas con leyes muy ideológicas y conflictivas. Son un ejemplo el enfoque dado por la ministra Celaá a la educación, cargándose la enseñanza concertada, y la aún más marginada, clase de religión, la legalización de la eutanasia y la imposición de la ideología de género por doquier. Draghi no hace nada de eso y concentra toda la atención y esfuerzos en los objetivos de la recuperación para tejer en torno a ellos la máxima unidad. La diferencia es total. Draghi sirve a los intereses de Italia y de los italianos con los fondos de reconstrucción. Sánchez quiere utilizar el fondo de reconstrucción para consolidar una determinada ideología partidista. Nada que ver.
- Reformas. También aquí hay sustanciales diferencias. Citadas de manera sucinta, pueden señalarse:
- Reducirá impuestos en lugar de aumentarlos.
- Simplificará la burocracia administrativa; Sánchez ni habla.
- Reducirá el gran retraso en la resolución de casos que presenta la justicia, un problema que también sufre España y que tiene graves consecuencias económicas, y que Sánchez a estas alturas ha descuidado.
- Aumentará la competencia para conseguir mejores servicios públicos; aquí se ignora el propósito concreto del gobierno
- Enfoca resolutivament el problema de las pensiones que en España sigue colgado de la brocha y sin escalera.
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2 comentarios. Dejar nuevo
La comparativa es humillante…
Es como comprar un Ferrari a un Seat, y a nosotros nos ha tocado el Seat (roto)
La comparativa es humillante…
Es como comparar un Ferrari a un Seat, y a nosotros nos ha tocado el Seat (roto)