Hace tan solo 20 años, nadie lo hubiera dicho. Pero lo que era impensable se ha convertido en una cuestión prácticamente de supervivencia para muchos países que dependen desproporcionadamente de las exportaciones de petróleo.
Según datos de la consultora Carbon Tracker, en las próximas dos décadas los 40 estados más dependientes del petróleo perderán casi la mitad (el 46%) de sus ingresos actuales relacionados con las exportaciones de crudo y sus derivados.
La inmensa mayoría de estos países pertenecen a la categoría de estados en vías de desarrollo y padecen de serios problemas económicos estructurales.
El estudio indica también que la mitad de los países fuertemente dependientes de las exportaciones de crudo afrontará consecuencias económicas de gran magnitud que afectaran seriamente la vida de más de 400 millones de personas.
Por ejemplo, Angola podría verse privada del 76% de sus ingresos fiscales actuales, y Nigeria perder dos tercios de sus recursos financieros, igual que un país más próximo de España como es Argelia.
La maldición de los recursos
En la inmensa mayoría de estos países, el petróleo ha sido más un problema que no una bendición.
De hecho, la literatura académica tiene incluso un nombre para este fenómeno: se trata de la «maldición de los recursos» o «maldición de las materias primas».
En países subdesarrollados, el hecho de contar con importantes yacimientos ha dado rienda suelta a la corrupción gubernamental, a la explotación laboral, a la aparición de una casta de altos funcionarios públicos y a la falta de diversificación económica.
El fenómeno no ha tomado a todos los 40 países por sorpresa. Algunas de las llamadas petromonarquías del Golfo Pérsico, como Arabia Saudita o Qatar, se preparan desde hace algún tiempo.
Por ejemplo, Arabia Saudita, cuyos ingresos públicos dependen hoy en un 70% del petróleo, anunció en 2016 un ambicioso plan llamado «Vision 2030» que tiene como objetivos diversificar la economía del país, atrayendo empresas innovadoras y abriéndose por primera vez al turismo no religioso, entre otros.
Qatar (hoy dependiente en un 34% del petróleo y sobretodo del gas natural) es quizás el mejor ejemplo de país que busca diversificarse. En su caso, esta política fue pionera en la región, ya que data de la primera década del siglo XXI.
Previsiones a corto y medio plazo de la OPEP
Por su lado, la Organización de los Países Exportadores de Petróleo (OPEP), asegura que la demanda mundial de crudo seguirá aumentando hasta el 2040, y prevé de forma optimista que el precio del barril se estabilice en torno a los 60 dólares.
A corto plazo, sus previsiones son incluso más positivas y se espera que en el 2026 la demanda de crudo bata un récord histórico.
Esta alza se explicaría esencialmente (en un 90%) por el apetito creciente de Asia. Entre los países miembros de la OCDE (los más desarrollados del mundo), en cambio, las previsiones de la Agencia Internacional de la Energía apuntan que no se sobrepasará el consumo de petróleo alcanzado en 2020.
Estas previsiones dejan pues entrever que el aumento de demanda de Asia no será permanente, ni mucho menos, sino que empezará a disminuir a medida que avance la transición energética.