¿Han llegado al límite las sanciones europeas contra Rusia?

Oficialmente, la postura de los dirigentes europeos sigue siendo la misma desde que Rusia inició la invasión de Ucrania a finales de febrero: tanda tras tanda de sanciones, Bruselas está inmersa en una carrera contra la clase política y la economía rusa en su conjunto.

Sin embargo, tras los bastidores se percibe cada vez de forma más evidente que Europa se acerca al límite de su capacidad para imponer nuevas sanciones a Rusia.

La última evidencia de este agotamiento ha sido el retraso del Consejo Europeo, que reúne a los jefes de gobierno y de estado de los 27 miembros de la UE, en poner en práctica la prohibición de vender seguros marítimos a las empresas navieras que transporten petróleo ruso. Una sanción que se había anunciado hacía dos meses.

La iniciativa se encuentra muy cuestionada por la negativa del Reino Unido a introducir sanciones similares – y que se explica en parte porque Londres es el principal mercado mundial para los seguros marítimos.

Paradójicamente, Reino Unido es, junto con Estados Unidos, el país que más decididamente ha apoyado a Ucrania y que ha adoptado un tono más duro hacia Rusia.

Pese a ello, responsables del gobierno británico consultados por el Financial Times sobre el asunto han declarado que «están preparados para imponer nuevas sanciones a Rusia» y que están «trabajando con nuestros aliados para asegurarnos de que éstas se implementen con máximo efecto sobre la economía rusa».

Una disociación similar entre el discurso y las acciones concretas parece estar produciéndose en el seno de la Unión Europea.

La UE permite ahora a empresas europeas que trabajen con ciertos grupos parapúblicos rusos, como Rosneft, para transportar petróleo crudo y refinado a países exteriores a la Unión Europea.

Oficialmente, la intención de Bruselas es «evitar toda consecuencia negativa para la seguridad alimentaria y energética en todo el mundo».

Abogados especializados en regímenes de sanciones comerciales han expresado su sorpresa al constatar que la UE permita ahora que empresas europeas transporten petróleo y productos derivados de origen ruso.

En realidad, Europa parece temer los efectos secundarios de sus sanciones a Rusia, tanto por el impacto directo sobre la economía de los 27 como por las consecuencias indirectas sobre los países en desarrollo dependientes de las importaciones rusas, que podrían motivar oleadas migratorias hacia Europa y cambios de actitud de sus gobiernos hacia la UE.

Estos temores se estarían extendiendo a medida que este invierno se avecina y que el Banco Central Europeo ha iniciado el camino para subir los tipos de interés. Tarde o temprano, la subida provocará un paro de la actividad económica en Europa, como el que ya se ha producido en Estados Unidos, pero peor, ya que a diferencia de lo que ocurre allí, en el Viejo Continente la inflación es causada en gran parte por la escasez de bienes como los de la energía.

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