Los Mossos viven seguramente la que es su mayor crisis, a pesar de que no es la primera vez que pasan por situaciones difíciles. Es la conjunción de dos hechos. Uno, que podríamos calificar de «fatiga del material», la continuidad e intensidad de golpes por todos lados que la policía catalana ha estado recibiendo que ha generado heridas y que sobre todo ha fatigado la voluntad del cuerpo.
A esta situación previa se le añaden los últimos hechos que tienen también un prólogo. En primer lugar los problemas de la violencia independentista, alentada desde la misma presidencia de la Generalitat en el mandato de Torra. A continuación el incumplimiento de los acuerdos sobre los recursos que debían poner a disposición de los Mossos, que al final se han concretado en los proyectiles de foam, ahora cuestionados, y poco más. Y por último la escasa dotación de miembros que condiciona toda su actividad. A todo ello se le han añadido las bullangas , que hace más de una semana que hay en la calle, con una violencia que conlleva la agresión física del robo a gran escala, junto con el destrozo sistemático del mobiliario público y los incendios en el calle.
La causa formal que ha provocado todo esto es paradójico. Un personaje Hasél sin oficio ni beneficio que ha ingresado en prisión, no por la letra de sus últimas canciones, sino por la acumulación de delitos, cuatro, dos de los cuales son por amenazas de muerte y por agresión física. Este personaje se ha convertido en el bueno de la película, y la policía y los servidores del orden en los malos. Peor inversión imposible. Y esta circunstancia no contribuye precisamente a dar ánimos a la tropa.
Pero la gota que ha colmado el vaso y que tiene sometido al cuerpo a una crisis nada fácil de superar ha sido la actitud de JxCat, ERC y la CUP contra su propia policía, aliñada por unas desafortunadas declaraciones del consejero de Interior, Miquel Samper, que después a destiempo ha intentado rectificar. En parte también lo han hecho ERC y JxCat, pero hay que decir que todas estas matizaciones a la descalificación policial surgen después de haber visto las imágenes de un Paseo de Gracia con las tiendas asoladas por los destrozos y los robos, aliñadas con las noches de fuego que ha vivido Barcelona, con los contenedores incendiados sistemáticamente.
La inmadurez de los políticos independentistas es aplacadora. Ni siquiera han aprendido la lección de Colau. Porque hay que remarcar que los comuns han pasado a través de este conflicto con una actitud egipcia, es decir, de perfil. Colau, hay que recordar, llegó al Ayuntamiento con la bandera de disolver el grupo de antidisturbios de la Guardia Urbana y lo llegó a hacer, pero después reconstituyó otro grupo con un nombre diferente y teóricamente con fines también de otra especie. Pues bien, los antidisturbios de la Guardia Urbana se han hecho bien presentes estos días en las calles de Barcelona junto a los Mossos. Y es que el gobernante al final se tiene que terminar ocupando de los hechos reales, y estos son que Barcelona se ha transformado, junto con París, en una de las ciudades de Europa donde la bullanga y el destrozo es frecuente. Y todo ello en plena crisis de la pandemia.