Evidentemente, los diputados son básicos para configurar el nuevo gobierno, pero sin tener en cuenta las grandes pérdidas de voto que se han registrado se puede producir un espejismo de pésimas consecuencias.
El PSC se ha recuperado de buena parte del destrozo infligido por la crispación independentista. No es el partido del 2006, cuando todavía alcanzaba los 800.000 votos y aún menos el anterior, pero ha aglutinado 641.000 votos, 35.000 más de los que logró en las elecciones precedentes y, por tanto, ha superado con éxito el descenso abstencionista.
Vox es el gran triunfador. Ha obtenido prácticamente de la nada 213.000 votos. Ha superado al PP y a Cs y es la cuarta fuerza política en el Parlamento, si bien a gran distancia de la tercera, JxCat.
Para observar el resultado con propiedad es necesario considerar el movimiento que ha habido dentro de los bloques, dado que estos aún hoy configuran barreras que sólo una minoría supera.
Estas elecciones, junto con la escandalera y el desmadre, han continuado centradas en el eje identitario: la bandera independentista, por un lado, y la bandera del cobijo para defenderse del independentismo, por otra.
Este último papel lo hizo Arrimadas con brillo en las anteriores elecciones, que han dado paso a una derrota histórica, porque Cs ha pasado de 36 escaños , primera fuerza, a sólo 6. Su resultado no lo ha conseguido superar Illa, que se ha quedado con 33 escaños , y en todo caso es una advertencia de cómo resulta de evaporable el voto que busca refugio ante el independentismo.
Una vez más ha ganado el independentismo, llegando esta vez al 51% de los votos (El 47,8% en 2015, el 47,5% en 2017), pero este resultado resulta migrado dada la elevada abstención, que hace que realmente sólo exprese la opinión de poco más de una cuarta parte del electorado.
Es una nueva ocasión perdida, porque si ahora no han conseguido superar ampliamente el 50%, no lo conseguirán nunca, porque en esta ocasión se trataba, no de la siempre difícil tarea de atraer nuevo electorado, sino de conseguir que los fieles te votaran. Y no ha sido así. El bloque independentista, ERC, JxCat y CUP, ha perdido 700.000 votos en relación con las anteriores elecciones, los que van de los actuales 1,3 y pico de millones al poco más de 2 millones de los anteriores comicios.
Al final, el PDeCAT y el PNC casi no han tenido impacto, si bien PDeCat con sus 76.000 escasos votos, seguramente ha impedido que JxCat pasara por delante de ERC. Estas dos formaciones sumadas con los 4.500 votos de los PNC, sólo añaden 80.000 votos que habría que descontar de esa pérdida de 700.000. El resultado del PNC ha sido desolador, a pesar de las perspectivas iniciales y el presunto liderazgo de Marta Pascal, que no se ha hecho evidente. Tanto es así que el FNC ha sacado un mejor resultado, aunque dentro de la marginalidad, 5.000 votos.
El bloque gubernamental de Madrid y Barcelona, socialistas y comunes, a pesar de la victoria de los primeros, ha perdido 100.000 votos, pasando de 932.000 a 832.000, debido a la grave caída de los comuns que sólo han alcanzado 191.000 votos, confirmando así el continuo decrecimiento de Iglesias y sus aliados, que ya comenzó en Galicia y en el País Vasco. De hecho hoy esta fuerza se mantiene en Cataluña por su base en el Ayuntamiento de Barcelona. De aquí que la próxima batalla municipal para validar o echar a Ada Colau tendrá una relevancia política excepcional por su fuerte repercusión en el ámbito catalán y español.
El bloque formado por CS, PP y Vox, lo que podríamos calificar de la opción española que se mantiene siempre fuera del gran espacio del catalanismo, ha sufrido una destrucción extraordinaria, que es en gran medida aparente porque juegan mucho los votos prestados que sacó Cs en las anteriores elecciones, 1.290.000, de los cuales la inmensa mayoría, 1.100.000, correspondían a Cs, por sólo 475.000 ahora para el conjunto del bloque, teniendo como primera fuerza a Vox con 213.000. Populares y Cs se convierten en fuerzas residuales, puro testigo. Y este hecho comportará una crisis a escala española, o al menos un serio replanteamiento que también les debería llevar a reconsiderar si esta centroderecha tiene algo que hacer en Cataluña, mientras se mantenga fuera de algunas coordenadas básicas del catalanismo que lo impregna todo. El espejo de Vox es equívoco, porque los 213.000 votos, que no son poca cosa, no son suficientes para que represente el camino de la resignificación de los partidos de centro españoles.
Todos los bloques han perdido electores hacia la abstención, y los ganadores, socialistas y Vox, sólo han recuperado una mínima parte de la gente que ha preferido quedarse en casa.
El resultado final fortalece a Sánchez, debilita a Iglesias y a Colau. Sitúa en un primer plano la necesidad de diálogo, refuerza que no hay vida política fuera del ámbito del catalanismo y que va desde la independencia a la autonomía, y pone de relieve de una manera muy cruda el rechazo y enfado de los ciudadanos con los partidos políticos.
Ahora, la cuestión es formar gobierno y la lógica indica que posiblemente se repetirá la opción independentista. Aunque necesita siempre el voto de la CUP, que puede crear crisis en cualquier momento. Claro que también podría producirse un tripartito, pero este es un hecho difícil de asumir para ERC. En todo caso, de aquí al 24 de marzo, fecha límite para constituir gobierno, tendremos la respuesta. La primera, porque la prueba de fuego de verdad vendrá a la hora de aprobar los presupuestos.