El Ayuntamiento de Barcelona ha presentado un presupuesto récord de 3.231 millones de euros y un crecimiento del 6,5%. Es un despliegue de recursos necesarios para afrontar la crisis profunda que está desquiciando la ciudad. Pero a pesar de esta abundancia de dinero, no se percibe cuál es la estrategia para contribuir a la reanudación de la ciudad .
En este sentido, un factor determinante es qué se hará con los sectores más dañados, bares, restaurantes, hoteles, ámbito cultural y deportivo, y todo lo que se mueve en torno a ellos, que va desde el sector del taxi a proveedores de diversos tipos y condiciones. Hay que considerar que Cataluña, con datos de octubre 2019-2020, es la autonomía donde se ha producido un mayor número de concurso de acreedores , muy por encima del resto y que estos se concentran en gran medida en Barcelona. Se registró un aumento del 87% de concursos de acreedores de los cuales 768 corresponden a este año.
El contraste con Madrid es muy importante, porque en la capital se registró incluso un descenso del 15%. También han bajado el número de nuevas empresas constituidas, en un 22%, y el capital suscrito, en un 23% , mientras que en Madrid si bien hubo una reducción del número de empresas, del 21%, la inversión inicial creció un 15% hasta llegar cerca de los 1.000 millones. En este contexto la situación de Barcelona es crucial.
Desde el punto de vista de la política económica lo que el manual pide en este momento es una reducción inmediata de los impuestos, sobre todo de aquellos más vinculados a las actividades que permanecen cerradas o muy restringidas. Pero el Ayuntamiento no hace nada de todo esto, se limita a congelar la presión fiscal sin considerar que la mayoría de estos impuestos registraron un importante incremento este año. Por lo tanto, primera providencia, es más importante reducir una parte de los ingresos municipales para dar aire a las empresas a través de esta vía que quererles chupar la poca sangre que les queda para ver a donde van a parar ese dinero.
La inversión, motor importante de la economía, también crece hasta los 795,4 millones de euros, pero de una manera un tanto errática porque si bien aumenta la inversión en vivienda, lo que es bueno dado el gran déficit que hay y las promesas incumplidas de Ada Colau, y también aumenta el gasto en mantenimiento, cae insólitamente la inversión en transformación urbanística y del espacio público que baja de 169,5 a 158,7, cuando ésta debía ser una herramienta poderosa, la transformación urbanística, para el desarrollo de la ciudad. También se reduce el gasto en equipamientos de 94,8 a 81,6 millones.
Pero lo que se echa de menos más en todo ello es la estrategia que dé sentido a todas estas cifras poniéndolas al servicio de la reanudación. Por ejemplo, el boicot del ayuntamiento en el museo del Hermitage es algo difícil de entender precisamente ahora que necesitamos nuevos motores. Y esta no es una cuestión presupuestaria, sino de política de ciudad, lo que decíamos de un plan coherente para la reanudación.