El partido que según las encuestas parece que podría ganar las elecciones al Parlamento de Cataluña ha presentado un extenso texto, «Volveremos a vencer«, de la mano de Junqueras y Rovira, que pretende señalar y renovar la estrategia de ERC.
Hay en el texto un explícito que hace dudar de la solidez del conjunto. Es este: «Si fuimos capaces de votar ese día -en referencia a la consulta- ¿por qué no hemos sido capaces de conseguir la independencia de Cataluña?«. Plantearse como interrogante lo que es la obviedad de un fracaso, difícilmente puede ser la pauta inspiradora de una estrategia. Sólo la asunción de que ni en el referéndum del 1 de octubre, con una participación como mucho del 43%, con la previa de unas elecciones plebiscitarias perdidas, podrían conducir a revisar el camino seguido y buscar nuevas vías. Pero es evidente que asumir el fracaso es un ejercicio que requiere un valor y una lucidez extraordinarios. No es el caso.
El centro de la respuesta de «Volveremos a vencer» (no está nada claro cuál fue la victoria anterior) es un referéndum pactado. Es una clarísima marcha atrás, y de hecho es un casi desdecirse de camino de la independencia. De hecho, es formalmente el mismo que plantea el PNC, con la diferencia que este sitúa la cuestión en un segundo plano, mientras que ERC lo pone en el frontispicio.
Pero ¿qué significa un referéndum pactado? No se trata sólo de un acuerdo con el gobierno español, sino que esté en conformidad con la legalidad española, porque es imposible que el estado asuma un pacto que sea ilegal, anticonstitucional. Esto es una evidencia. Por lo tanto, pactar un referéndum representa el acuerdo para modificar la Constitución que, en este caso, exige una mayoría tan grande que parece difícil de alcanzar sin la concurrencia del PP. Por lo tanto, un referéndum pactado significa un acuerdo no sólo con el gobierno, sino también con las dos primeras fuerzas políticas de España. Pero es que además exige poner a consulta, a referendo, la modificación que se introduzca y que los ciudadanos de toda España la avalen con su voto. Los españoles deberían decir «sí» a la posibilidad de hacer un referéndum por la independencia en Cataluña. No parece una cuestión fácil, ni siquiera al alcance. El proceso de cambio constitucional legalmente es posible, pero es tan largo y dificultoso que lo hace difícilmente viable.
ERC se cura en salud al no rechazar, cosa que sí hace el PNC, la vía unilateral, pero le otorga la categoría de último recurso. En el fondo estamos ante una estrategia de perfil clásico convergente. Se trata de crear la ilusión de un final utópico al que se tiende, y no se llega nunca, y a fuerza de vender esta utopía se va tirando, sobre todo si es desde del gobierno que obviamente es la opción, y esta sí que es bien realista, de ERC.
Naturalmente todo esto podría cambiar si un buen día el peso del independentismo fuera arrollador y superara reiteradamente en todas las elecciones y con amplitud la barrera del 50% de los votos, con unas participaciones elevadas, es decir, que hubiera una clara mayoría del país por encima del 60%, que manifestara una y otra vez que está por la independencia. Pero eso a estas alturas no es una realidad y está lejos de serlo, a pesar de que el vacío de las alternativas ha facilitado y facilita este camino.
Mantener el centro de atención en la situación de hoy, en torno a una independencia que todo el mundo sabe que es imposible e inviable durante años y años, condena a Cataluña a no prestar la atención necesaria a lo que hoy por hoy es el quid de la cuestión: la utilización y magnitud de los fondos europeos para evitar el continuo empobrecimiento del país y renovar su economía, que hoy vemos que es extraordinariamente dependiente del turismo.
La postura de ERC es una clarísima marcha atrás, y de hecho es un casi desdecirse del camino de la independencia Share on X