Explosivo artículo de Oriol Junqueras, o un mundo dividido entre “buenos” y “malos”

Oriol Junqueras comienza su artículo, publicado el día 14 en La Vanguardia, con el título “Construyamos la Cataluña del bien común”, con una frase impropia de un historiador como es él. “Construir una República catalana… este ha sido y es nuestro objetivo político desde hace 89 años. El 14 de abril de 1931 y el 14 de abril de 2020“.

Hay que decir de buen principio que esto no es exacto. Esquerra Republicana no se planteaba la independencia de Cataluña, por tanto, de un estado catalán que pudiera ser república, sino la República española, por eso formó parte de sus gobiernos, y por esta razón se produjo el desgraciado 6 de Octubre de 1934, un intento ilegítimo de derrocar al Gobierno republicano elegido, mediante una insurrección teóricamente liderada por el PSOE y la UGT, pero que en la práctica solamente fue seguida en Asturias, y en el caso concreto de Cataluña, fue el presidente de la Generalitat, Lluís Companys, quien lo protagonizó, declarando el Estado Catalán de la República Federal Española.

Es un hecho evidente que Esquerra Republicana no ha sido independentista hasta fechas relativamente recientes, concretamente cuando Àngel Colom, alcanzó la secretaría general, después de una importante entrada de personas procedentes del movimiento que él lideraba, “La Crida”. Esto fue en 1989, que queda bastante lejos de 1931.

A partir de la alteración histórica, el artículo tiene una serie de afirmaciones que cuestionan seriamente el rigor político que muchos hemos atribuido a Junqueras. Parte de la tesis de que en la actual pandemia el “Estado español no sirve para la ciudadanía de nuestro país”. Lo califica de “lento en la reacción, centralista, nacionalista, militarista, oligopolista, y desesperadamente ineficiente”. Lo acusa de que no gestiona la crisis “Con el objetivo principal de hacer frente a la crisis sanitaria, sino desde la propaganda, la bandera y la construcción de un nuevo remiendo para salvar al régimen como ya se hizo en 1977”.

Se puede compartir, con menos dureza y parcialmente, la crítica de Junqueras, concretamente la escasa eficacia, y la tendencia a confundir la gestión política con la publicidad, pero tiene delito acusar de nacionalistas y militaristas a Sánchez e Iglesias, solo porque el ejército contribuya con sus medios a la lucha contra la pandemia. ¿Qué quería tener encerrados sus recursos en los cuarteles mientras la gente se muere? Si Sánchez es nacionalista, ¿qué debe ser Torra? Presentar los pactos de la Moncloa como un remiendo, cuando fueron básicos para la transición democrática de este país, es una frivolidad, una vez más impropia de un historiador, y cercana al político imprudente que empujó a Puigdemont, en una noche fatídica, a una ridícula no proclamación de independencia, que solo ha servido para que el propio Junqueras y sus compañeros de prisión sufrieran un trato penal excesivo e injustificado.

Con este artículo encima de la mesa es evidente que ERC no puede apoyar el pacto de Estado que persigue Sánchez, y ni tan siquiera facilitar los presupuestos con su abstención que prolongarían la vida a un gobierno nacionalista, militarista y oligárquico. ¿Va en serio Junqueras con todo esto, o es una simple amenaza para conseguir un trato mejor? Algo que necesariamente ya debería haberse producido. ¿Va a cambiar de carril en plena crisis y superar a Puigdemont en una carrera hacia ninguna parte?

Pero con ser políticamente sustancioso todo esto, lo que alcanza niveles de fantasía política es la contraposición que hace con el gobierno de la Generalitat, portador de todas las excelencias en la pandemia de SAR Covid 2. La frase es fantástica: “El Govern estaba liderando y mostrando una vez más su eficiencia y solvencia, en especial los departamentos más estrechamente impactados por la pandemia”.

Es difícil, a partir de estas afirmaciones, considerar que Junqueras es un político creíble, cuando es una evidencia que muestran las cifras y los resultados, que la gestión del Gobierno de la Generalitat, incluso ha superado en sus deficiencias al español. Empezó con el confinamiento de Igualada y las poblaciones del entorno, sin antes dotarlos de los recursos necesarios, sobre todo cuando el principal foco de contagio era el propio hospital comarcal. El resultado ha sido que en este territorio el número de muertos por millón de habitantes, es la forma más clara de ver el impacto de la pandemia, es de los más elevados de Europa.

Cataluña supera al conjunto de España en número de muertos en relación con su población, otra cifra desastre. Las defunciones de los ancianos en las residencias catalanas significan más del 25% del total de muertes de estas características de toda España, cuando la población de Cataluña es el 16% y el porcentaje de personas mayores de 75 años es incluso menor.

El Servicio de Emergencias Médicas de la Generalitat de Cataluña (SEM) es el único que ha tenido la desvergüenza de presentar por escrito la negación del auxilio de los respiradores a los mayores de 75 años, aunque no presentaran patologías graves, y sus condiciones físicas previas al contagio fueran buenas. Ha tenido la hipocresía de argumentar cómo se debía «vender» a los ancianos las causas para no trasladarlos al hospital.

El propio presidente de la Generalitat ha desautorizado al consejero de Trabajo y Servicios Sociales de Esquerra Republicana, arrancándole de su competencia las residencias de las personas mayores, a causa de su nefasta gestión. Asimismo ha creado su propio grupo de expertos para dirigir el desconfinamiento, al margen de la dirección del Departamento de Sanidad de Alba Vergés, también de Esquerra. Se han hecho anuncios sobre la dotación de medios a la ciudadanía, concretamente las mascarillas, que después se han tenido que rectificar porque no respondían a la realidad.

En fin, la lista es muy larga. Valgan estos ejemplos concretos para ilustrar la ceguera política de Junqueras, o si quiere ser más complaciente, déficit informativo que padece que le impide tener una composición mínimamente aceptable de la realidad de Cataluña y de su Gobierno.

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