Desde la oposición y la mayoría de los medios de comunicación de Madrid se cuestiona la voluntad de pacto de Sánchez con ERC, por lo que pueda significar de amenaza para las instituciones y la Constitución surgida de la transición y que en términos no siempre bienintencionados se designa como «régimen del 78», que en realidad constituye uno de los mejores períodos para la convivencia, la estabilidad política y el progreso de la historia de España.
En realidad, el problema no es ERC y los acuerdos que pueda establecer, sino la forma de proceder que ha venido manifestando el jefe del gobierno, porque da a entender que no le importa ningún tipo de convicción ni norma que no le sirva para alcanzar el poder. Recordemos el grave error que cometió no facilitando el pacto con Podemos porque las encuestas le daban unas perspectivas muy buenas si iba a elecciones. Entonces, llevó a cabo una campaña demoledora contra el que ahora será su vicepresidente, Pablo Iglesias, presentándolo como gran obstáculo. ¿Quién no recuerda su razonamiento de que un pacto con Podemos no le permitiría dormir tranquilo?
En la campaña electoral posterior cargó duramente contra el independentismo. Después, a la vista de los resultados, todo esto ha cambiado y ha adaptado el lenguaje a las necesidades de sus intereses. Para lograrlo está usando todo lo que hay y más: retrasar la actualización de las pensiones y del salario mínimo, se negó a hacer el habitual balance de fin de año del presidente del gobierno, que es uno de los pocos rendimientos de cuentas que hace el gobierno, no reunirá al consejo de presidentes autonómicos que se realiza cada fin de año, tiene el ejecutivo paralizado sin necesidad de ello (porque estar en funciones no significa desaparecer) y, lo que es más grave, ha actuado al margen del procedimiento constitucional y del jefe del Estado, llevando a cabo una negociación mucho antes de haber recibido ninguna designación.
Las formas son la base de la democracia representativa, pero Sánchez se las ha pasado por el forro actuando de hecho como un jefe de estado. Su forma de proceder margina la ya limitada función del Rey como representante del estado. Ya lo hizo al programar la visita histórica de los reyes a Cuba al día siguiente de la jornada electoral, despojándola de todo contenido, no ha salido en ningún momento en defensa del Rey cuando éste se ha visto atacado por parte de las instituciones y autoridades catalanas. También obvió su presencia en la cumbre del clima. Incluso ha despachado en Marivent llegando tres cuartos de hora tarde sin ningún tipo de justificación. Todo ello somete las instituciones a un desgaste notabilísimo.
Esto es lo que le sucede a la justicia, aunque en este caso Sánchez no tenga ningún tipo de responsabilidad. Pero sí desgasta la función de la abogacía del estado situada en primera línea de la negociación con ERC, y ha abierto nuevos interrogantes; la repentina puesta en libertad bajo fianza de parte de los CDR detenidos ha dado pie a considerar que han sido gestos reclamantes por ERC. Es plenamente responsable de las negociaciones con Podemos y ERC, y no es que se mantengan en la discreción, sino que se desarrollan en el mayor de los secretos, y dejan a la institución parlamentaria arrinconada porque los pactos se hacen a espaldas suyas, inutilizando el valor que pueda tener el Congreso y el Senado.