La nueva Comisión Europea, presidida por la alemana Ursula von der Leyen, ha entrado en funcionamiento el primero de diciembre de 2019, con un mes de retraso, después de tres candidatos caídos por el camino del filtro parlamentario, y con una silla vacía, la del Reino Unido, que está en vías de abandonar la UE (la salida, por ahora, está prevista para el 31 de enero de 2020).
Von der Leyen será la primera mujer de la historia en presidir el Ejecutivo comunitario. El pleno del Parlamento Europeo le ha dado su aval con una mayoría mucho más amplia – 461 votos a favor de los tres grandes grupos políticos (populares, socialdemócratas y liberales), 157 en contra y 89 abstenciones – que la que obtuvo en julio, cuando ganó su nombramiento por un estrecho margen de nueve votos, y más grande del que obtuvo en 2014 su antecesor en el cargo, el luxemburgués Jean-Claude Juncker (423 a favor, 209 en contra y 67 abstenciones). Todo gracias a una serie de concesiones para evitar fugas entre los socialistas y los liberales, que le han prometido su apoyo y colaboración.
Von der Leyen ha aceptado modificar el título de la polémica cartera del griego Margaritis Schinas, que pasará de «proteger» a «promover» el estilo de vida europeo; también ha incluido la pesca en las competencias del lituano Virginijus Sinkevicius, inicialmente desaparecidas, y añadió los «derechos sociales» a las del luxemburgués Nicholas Schmit, designado comisario de empleo. También ha añadido la protección de datos en la cartera del francés Thierry Breton, comisario de mercado interior e industria de la defensa; ha modificado el título de la búlgara Mariya Gabriel para sumar sus responsabilidades de innovación y juventud y ha trasladado la responsabilidad de la igualdad y los derechos humanos a la checa Vera Jourova.
Lo que no ha conseguido es un colegio absolutamente paritario, como prometió en julio, pero sí es el más igualitario de la historia: el nuevo equipo cuenta con 15 hombres y 12 mujeres.
La nueva Comisión nace bajo el visto bueno de los tres grandes grupos de la Cámara. El grupo de los Verdes se abstuvo, con algunas excepciones, como Ernest Urtasun (Catalunya en Comú) y Diana Riba (Esquerra Republicana de Catalunya), que votaron «No». Los Conservadores y Reformistas Europeos (euroescépticos) se dividieron, con los representantes de Vox votando en contra, al igual que la Izquierda Unitaria Europea y la ultraderecha antieuropea de Identidad y Democracia (donde figuran Marine Le Pen y Matteo Salvini). Von der Leyen ha conseguido sumar todo el centro político, dejando fuera sólo los extremos.
Juncker definió hace cinco años su Comisión de «política». Von der Leyen ha optado por presentar la nueva Comisión como «geopolítica», es decir, que no tendrá miedo a la hora de relacionarse con las grandes potencias y de defender los valores e intereses europeos. Ha declarado que «el mundo actual es un mundo inestable donde muchos poderes hablan el lenguaje de la confrontación y el unilateralismo», y por eso mismo «el mundo necesita nuestro liderazgo más que nunca, para continuar comprometidos con el mundo como poder responsable».
Como veíamos en nuestro Post anterior, la UE conoce desde el año 2005 un periodo de europesimismo muy complicado que ha llegado a ser calificado por Juncker como una verdadera «crisis existencial». La nueva Comisión quiere iniciar un nuevo período de la historia de la UE que se caracterice por la superación de aquella crisis y el relanzamiento de la integración comunitaria.
Si el lema con el que arrancó la Comisión Juncker fue el de «crecimiento y puestos de trabajo», von der Leyen inicia su etapa bajo una bandera más verde, la de la transición energética y la lucha contra el cambio climático. «Proteger nuestro clima es un tema existencial para Europa y para el mundo. No tenemos ni un minuto que perder para luchar contra el cambio climático «, ha declarado la presidenta, que se ha comprometido a poner en marcha un green deal en un plazo de 100 días. También ha reafirmado el objetivo de conseguir la neutralidad climática en 2050, prometiendo ayudas para las regiones y los sectores más afectados por estos cambios. Su segunda gran prioridad es la digitalización y la adaptación a la era tecnológica para evitar quedar detrás de los Estados Unidos y China. Von der Leyen también espera inaugurar su mandato el próximo año con una conferencia sobre el futuro de Europa, que se clausurará a los dos años. Los objetivos de futuro se implementarían a partir de 2022.
Alrededor de la Comisión parece que también empiezan a asomar algunas ansias de cambio. Hace unos días, el ministro de Finanzas alemán, Olaf Scholz, abrió la puerta a finalizar la incompleta unión bancaria, plegándose a las demandas de poner en marcha un mecanismo único y paneuropeo de garantía de depósitos. Otra propuesta, también alemana, apunta a la unificación de los requisitos de asilo que, si se llegara a un acuerdo, significaría que los refugiados se distribuirían en proporción a la población de cada país.
En la nueva Comisión destacan tres vicepresidentes ejecutivos, que representan las tres grandes familias políticas: el socialista Frans Timmermans, encargado del green deal, la liberal Margrethe Vestager, responsable de digitalización, y el popular Valdis Dombrovskis, responsable de economía, además del alto representante para la Política Exterior, Josep Borrell, también vicepresidente.
En Bruselas se respiran aires de cambio en medio de un mundo de gigantes que ha cambiado mucho en los últimos años, con el repliegue de los Estados Unidos, el Brexit, una China cada vez más asertiva y una Rusia amenazadora. El Presidente Macron, con su estilo provocador, ha declarado que, si la UE aspira a sobrevivir, necesita una profunda transformación. Ursula von der Leyden es «macroniana» y al mismo tiempo alemana. Puede jugar, por tanto, con las dos cartas clave del juego comunitario, la alemana y la francesa, que no siempre son suficientes pero que, al menos, son necesarias para avanzar. Ha declarado solemnemente que «en los próximos cinco años, nuestra Unión se embarca en una gran transformación que afectará a cada parte de nuestra sociedad y de nuestra economía. Lo conseguiremos». En Bruselas renace la esperanza.