Fue el general y más tarde presidente de Estados Unidos, Dwight David Eisenhower, quien afirmó que “los planes no sirven para nada, pero planificar es vital” (traducción libre, el original aquí). Con esta aparente contradicción el célebre militar y estadista quería decir que la única forma de estar preparados para hacer frente a las incertidumbres es adoptar una actitud de preparación continua.
La sentencia de Eisenhower resulta particularmente útil en materia de economía y política: en estos ámbitos, hay tantos factores en juego, a la vez antropológicos y externos a los humanos, que resulta imposible prever qué ocurrirá en un futuro no demasiado lejano. Y esto pese a disponer de la inmensa cantidad de datos y de las más avanzadas herramientas de análisis actuales.
Ahora bien, existe una categoría de fenómenos que son fácilmente previsibles porque hacen referencia a tendencias de fondo que se despliegan durante décadas, conformando lo que algunos estudiosos llaman la historia lenta. Son precisamente éstos los que permiten a Eisenhower llevar a cabo su planificación. Veamos cinco elegidos por Martin Wolf, economista jefe del Financial Times, en un artículo reciente, y libremente adaptados por Converses.
1. Cambios en la estructura demográfica del mundo
Dejando a un lado un cataclismo, como una guerra nuclear o una pandemia extremadamente mortífera, la distribución demográfica del mundo está abocada a cambios extremadamente profundos en las próximas décadas. Después de un siglo de crecimiento acelerado, la tasa de fertilidad mundial se acerca cada vez más al umbral de equilibrio intergeneracional de 2,1 hijos por mujer. Hoy ya la frota, mientras que hace treinta años se situaba aún por encima de 3,2. El único continente que mantendrá un crecimiento demográfico (aunque también desacelerado) es África: se espera que hacia 2060 una de cada cuatro personas provenga del África subsahariana.
2. Efectos del cambio climático
Como Wolf apunta, apenas parece que entramos en una fase de estabilización de las emisiones de gases contaminantes, con los países desarrollados que ya han iniciado un descenso. Es una buena noticia, pero también implica que el inmenso almacén que es la atmósfera sigue llenándose de elementos desestabilizadores del clima de la Tierra. El objetivo de contener el calentamiento global por debajo del umbral del grado centígrado y medio parece imposible conseguir. Es necesario pues invertir no sólo en reducir las emisiones sino también en prepararse para hacer frente a los efectos del cambio climático. Por cierto, exactamente lo contrario de lo que ha hecho la Generalitat de Catalunya, tan preocupada por la cuestión sobre el papel , como demuestra la actual sequía.
3. Revolución digital inacabable
En algunos ámbitos tecnológicos, como el de los transportes, se han hecho pocos progresos en las últimas décadas. Nuestras posibilidades para desplazarnos en 2024 son virtualmente las mismas que hace cincuenta años. Sin embargo, existe un campo en el que el progreso parece no tener fin: el de las tecnologías de la información y comunicaciones, posibilitadas por una capacidad de cálculo que crece de forma exponencial desde los albores de la industria informática en los años sesenta del siglo pasado. Es necesario pues estar preparado para un mundo en el que no sólo habrá cada vez más datos disponibles, sino que gracias a la inteligencia artificial y a microprocesadores más potentes, sus aplicaciones nos dejarán boquiabiertos. Esta revolución continua transformará profundamente los mercados laborales, y no necesariamente de forma positiva, como Converses exponía recientemente.
4. Desplazamiento al este del centro de gravedad del mundo
Los países asiáticos son desde hace décadas los que mayor crecimiento generan (además, de mayor valor añadido), lo que está desplazando el centro de gravedad económico del mundo entero hacia esta región. Este fenómeno se da de forma especialmente acelerada desde las inmediaciones del año 2000, y se espera que no cese en las próximas décadas. Si bien muchos analistas piensan que China está perdiendo empuje, India podría rápidamente tomar el relevo como principal foco de crecimiento. El potencial que la región conserva, con casi la mitad de la población mundial, sigue siendo inmenso.
5. Continuidad del crecimiento
El crecimiento es, según Wolf, un elemento “inherente” a nuestra economía, y apunta que desde 1950 la economía mundial sólo se ha reducido en dos ocasiones: en 2009 y 2020. Si bien hay críticos que afirman que, desde finales de la década de los setenta del siglo pasado, el crecimiento de los países desarrollados ha sido posible únicamente gracias a un endeudamiento constante, el mundo en su conjunto tiene todavía un amplísimo margen para seguir expandiendo su economía durante las próximas décadas.