Como si no ocurriera nada, el ómicron sigue matando. Exactamente, 40 muertes al día de promedio. Es objetivamente una cifra impresionante. Equivale, por situar una referencia muy escandalosa, casi a la cifra del total de mujeres muertas por violencia de género en un año. La diferencia de atención de los medios y políticos y de atención entre uno y otro asunto es astronómica.
La realidad es que los expertos alertan sobre la insidiosa propagación del ómicron a consecuencia de la presencia de nuevas variantes, la conocida como BA.4 y BA.5 que tienen una mayor capacidad de propagación y de reinfección a personas que ya han pasado la enfermedad. El hecho de que la letalidad en proporción al número de casos sea mucho menor no debe hacer perder de vista que, hablando de muertes humanas, lo que importa son las cifras absolutas y 40 muertes al día son muchas muertes. Y quien lo dude que haga el ejercicio de multiplicar por el número de días del año.
Junto a las nuevas variantes más contagiosas, también está incidiendo en la propagación al alza de la pandemia, la desaparición de casi todas las restricciones, la multiplicación de actos masivos –en Barcelona hemos tenido dos ejemplos con el Primavera Sound y el Sonar- que facilitan el contagio y también la disminución de la inmunidad porque, recordémoslo, el efecto de las vacunas es temporal.
No ayuda a realizarse la composición de lugar la falta de control que existe sobre los casos, porque sólo se contabilizan los de mayores de 60 años. En ese momento encabeza el ranking Madrid, con 653 casos por 100.000 habitantes. Ahora sólo llegan al médico los casos con peor estado de salud y eso permite que la pandemia se propague de forma más silenciosa. El resultado lo vivimos en Cataluña, que si bien no somos los primeros en número de casos, sí lo somos una vez más en lo que importa en mayor medida, que es el empleo en la UCI. La media española está ubicada en un 4,07%, que es una magnitud moderada, pero Catalunya casi la dobla con un 7,26%, seguido de Madrid con un 7,20%.
Ahora celebraremos la verbena de San Juan, que será otro motivo de intensa socialización. Sus efectos no los veremos hasta entrado julio. Si los expertos no se equivocan y estamos ante la 7a ola, su inicio coincidirá con las vacaciones del personal sanitario, que dejará aún más desprovistos de recursos a los ciudadanos para afrontar este estrago.
Todo esto está sucediendo ante la mayor insensibilidad, claramente, por parte de los ciudadanos, que han decidido engañarse a sí mismos y pasar página de una pandemia que no está superada, porque mata a diario a 4 decenas de personas. Pero es que estas ganas de actuar como si todo hubiera pasado, viene propiciada por la acción de los gobiernos de Madrid y claramente también el de Cataluña, en el que el departamento de Sanidad con su conseller a la cabeza está minimizando de una forma imprudente la actual situación, que reclama con urgencia no un anuncio de futuras vacunaciones para mayores de 80 años, sino uno claro, la nueva vacunación para el conjunto de la población con las prioridades que deban establecerse. No se adopta este compromiso porque sencillamente no se dispone de los recursos de personal necesarios para llevarlo a cabo. Y éste es un escándalo porque afrontar una 7ª ola sin haber aprendido nada de las anteriores en relación con la necesidad de recursos humanos es una irresponsabilidad trágica que dice mucho de la insensibilidad humana de quienes nos gobiernan y, en particular, de quienes tienen la responsabilidad de velar desde sus instancias gubernamentales por nuestra salud.