Ha pasado muy desapercibido, y es la razón por la que Converses le dedique atención, la publicación de las Naciones Unidas “ Perspectivas de la población mundial” que se actualiza cada 2 años. El correspondiente al pasado año se retrasó por la pandemia y ahora se ha hecho público con motivo del Día Mundial de la Población (11 de julio). Esta publicación es importante porque explora la situación y dinámica de la población mundial y por países.
De su análisis se pueden extraer algunas conclusiones de interés.
En 2011 éramos 7.000 millones de habitantes y alcanzaremos los 8.000 a finales 2022. Existe, por tanto, un crecimiento en términos absolutos, pero en términos relativos se produce un decrecimiento continuado y ha crecido por debajo del 1%. En 1981 la población creció sólo un 0,82%. En 1970 lo hacía a un ritmo de 1,75, alcanzando el máximo en 1963 con 2,27%. La curva que registra estos incrementos relativos es una pendiente claramente decreciente que marca el sentido de la evolución de la población.
Pero una cosa es que cada vez crezca menos hasta empezar a decrecer y otra es que este decrecimiento relativo no signifique más habitantes en términos absolutos, por lo que en 2086 se alcanzarán 10.400 millones de personas en el mundo, si no producen catástrofes que modifiquen esta situación. A partir de ahí se iniciará un declive, primero lento y después más acelerado. En otros términos, la población mundial seguirá creciendo aunque a ritmos mucho más moderados que en el pasado y sobre todo lo que hará será envejecer. Tendremos una población de ancianos y esto será un escenario nuevo e inédito en el mundo.
La tasa mundial de fecundidad, que está muy mal repartida, está ubicada en 2,3 nacimientos por mujer, muy cerca de su equilibrio que es de 2,1. Cabe pensar que en 1950 este valor era de 5, es decir, la reducción ha sido muy grande. Sin embargo, en una serie de países desarrollados la tasa es de derribo demográfico porque se sitúa en 1,3 nacimientos por mujer. Son los casos de Corea del Sur, Japón, España e Italia. En este hecho, el de la tasa de fecundidad se observa una clara tendencia convergente entre el comportamiento en el conjunto del mundo y el de los países de altos ingresos, que se ha ido reduciendo. A la altura de 2020 la diferencia se situaba en una tasa de 2,35 para el mundo y 1,55 para los países de altos ingresos. En 2060 el mundo ya se habrá situado por debajo de la tasa de reemplazo, 2,6, y las sociedades más desarrolladas se situarán en 1,65. Y para finales de este siglo se considera que ya prácticamente casi habrán coincidido porque los valores se situarán en 1,84 para el mundo desarrollado y 1,66 para el resto de la población. Por tanto, reducción clara de nacimientos y un proceso de envejecimiento acelerado.
Naturalmente, en términos absolutos ya hemos dicho que la población seguirá aumentando sensiblemente, estos miles de millones de personas que se producirán en países sobre todo como India, China y África, tendrán un impacto sobre la crisis climática. Cabe pensar que en 2024 China e India tendrán en conjunto 2.873 millones de habitantes y, por tanto, lo que haga desde el punto de vista ambiental será muy determinante. A partir de esa fecha la población china decrece y envejece rápidamente por lo que para el 2077 China sólo tendrá 1.000 millones de habitantes. La población que tenía en 1980. No es el caso de India que seguirá subiendo en población, habrá superado claramente a China y alcanzará el máximo de 1.700 millones en el 2064 para iniciar a partir de ahí un cierto descenso.
Este comportamiento demográfico chino es uno de los factores que más amenaza su futura hegemonía mundial porque ésta en términos económicos se producirá a partir de los años 40 de este siglo cuando se haya comenzado y precipitará aún más la crisis demográfica.
Un dato importante que nos aporta el informe sobre población de Naciones Unidas son los muertos por covid. Se estima que ha habido 15 millones de muertes por exceso entre 2020 y 2021. 5 millones en el primer año y 10 en el segundo. Esta evaluación es coherente con la estimación central que hizo The Economist de 17,6 millones y la de la OMS de 14,9 millones de muertes por exceso.