Avanzamos retrocediendo porque vuelven los realquilados. Una figura clásica en la vida y costumbres de los años 50 y 60 del siglo pasado. Compartir habitaciones del hogar para obtener más ingresos y también porque los inquilinos no podían permitirse pagar una para ellos solos.
El regreso del fenómeno de los «realquilados»
Este fenómeno ha vuelto con fuerza y demuestra el grado de carencias con las que vive nuestra sociedad acomodada. De hecho, según los portales que publican anuncios de este tipo, el mercado de habitaciones ha crecido un 50% en un año. Y los alquileres se sitúan en una media de 550 euros.
El mercado invisible del alojamiento compartido
En realidad, existe un mercado mucho menos visible que no circula a través de las webs especializadas sino que se mueve principalmente por el boca a boca, como antes, y que se encuentra sobre todo en los barrios de ingresos más bajos, el Raval, Sants-Montjuïc, Nou Barris, con precios sensiblemente inferiores.
Escasez de oferta y nuevas regulaciones
A este hecho, que en sí mismo es un indicador negativo del bienestar de la población, se le añaden dos datos recientes más. Uno es que la oferta de pisos de alquiler, que ya era muy escasa, ha caído en picado en los últimos meses en Barcelona, como consecuencia de la nueva regulación de la Generalitat. El objetivo pretendido de rebajar los precios está consiguiendo todo lo contrario y además una gran escasez de oferta.
Desafíos y necesidades: una visión de futuro
De hecho, conseguir un piso de alquiler hoy en día es una prueba difícil de superar para la mayoría de la gente por el precio y por las condiciones que quiere el que lo alquila. Desde muchos ámbitos técnicos ya se advirtió que estas medidas tendrían estas consecuencias, pero la progresía dominante en el gobierno y en la cultura mediática, la visión técnica y científica les es indiferente y, por tanto, llevan a cabo cosas que ya se sabe que están condenadas al fracaso, como la actual regulación de la vivienda.
La clave: aumentar la oferta de viviendas
La razón fundamental es muy simple, todo el mundo mínimamente informado sabe que el problema de la vivienda es básicamente de oferta. Hay que poner más viviendas en el mercado. Esta es la respuesta esencial y eso significa varias cosas, entre ellas y no menos importante, la de disponer de suficiente suelo edificable, porque este además es el factor que determina el coste final ya que la construcción cada vez más industrializada tiende a reducir su impacto, mientras que el valor del suelo aumenta.
El deterioro de la situación financiera de los jóvenes
Este problema hay que relacionarlo con lo que pone de manifiesto el último informe de la Encuesta Financiera y Familiar del Banco de España, que señala que entre 2020 y 2022 la riqueza de los jóvenes se ha reducido en un 25%. Atención, no confundir riqueza con ingresos que son dos cosas muy diferentes. La primera hace referencia a todos los bienes de los que una persona dispone y que para la inmensa mayoría de la población tiene en la vivienda el principal componente.
El perjuicio a los jóvenes y la revalorización de los mayores
Esta reducción de la riqueza se debe a la continuada disminución de la propiedad de viviendas por parte de la población menor de 35 años. Si en 2011 llegaba casi al 70%, ahora no alcanza ni siquiera el 32%. El efecto contrario se da en la población mayor de 75 años que han visto aumentar su riqueza básicamente por la revalorización de la vivienda que la mayoría posee.
Consecuencias sociales y económicas
Este escenario pone de relieve el empobrecimiento relativo de los jóvenes, por un lado, entendiendo como tales a los menores de 35 años, y, por otro lado, la dificultad creciente de poder emanciparse y, por tanto, formar una familia y llegar a tener hijos. Y estos hechos a su vez están relacionados con la baja natalidad y las consecuencias de la presión migratoria.
Un círculo vicioso para la juventud y la sociedad
Cataluña; España también, pero en menor grado, vive en un círculo vicioso donde la falta de expectativas para los jóvenes, dificultades extremas de emancipación, problemas de vivienda, presión migratoria y estímulos a un modelo económico de baja productividad se articulan generando un circuito que cada año que pasa empeora la situación de bienestar y prosperidad sobre todo para la juventud y en general para la mayoría, porque jóvenes significa futuro.