Ante la perspectiva electoral que domina en Moncloa, una de las conclusiones claras es que Sánchez puede sacar una gran ventaja a Feijóo en el ámbito internacional dada su condición de presidente del gobierno y al haber establecido buenas relaciones con los líderes europeos. Desde esta perspectiva se ha querido explotar la ida de Sánchez en Nueva York con motivo de la Asamblea General de Naciones Unidas que convoca prácticamente a todos los presidentes de gobiernos y estados. Pero, cómo no, su importancia en este gran foro era muy diluida y entonces se programan contactos aprovechando esta gran concentración de mandatarios.
Hay que decir que hasta el día de hoy la agenda de Sánchez no es brillante, aunque sobre la marcha puede modificarse, pero de momento la única entrevista clara es con Boric, el nuevo presidente de Chile. Después tiene reuniones con fondos de inversión, pero que tienen una lógica diferente porque estos fondos, que básicamente guardan relación con el capital inmobiliario, necesitan ser tranquilizados al mayor nivel posible dada la política errática sobre la vivienda en España y también sobre el precedente de improvisar nuevos impuestos, como los de los bancos y las eléctricas. Todo esto preocupa a estos grandes fondos y Sánchez hace reunión con ellos.
Todo ello reduce el plato fuerte de la ida a Nueva York a una reunión entre la UE, la Unión Africana y EEUU en la que España tiene un gran interés y ha querido tener protagonismo. En este sentido, Sánchez se ha presentado a la reunión con un anuncio concreto, la aportación de 236 millones contra la crisis alimentaria, que es el tema central de esta mini cumbre paralela a la Asamblea de Naciones Unidas. Serán 151,5 millones de euros como aportación y otros 85 millones en forma de créditos. Y el discurso de Sánchez ha girado sobre esa aportación, la necesidad de garantizar la seguridad alimentaria y la culpabilización de Rusia en la actual crisis.
El problema de la intervención de Sánchez es que, en paralelo y de forma independiente, Francesco Rocca, presidente de la Federación Internacional de Sociedad de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja (IFRC), ha hecho unas declaraciones en motivo precisamente de la Asamblea de Naciones Unidas, en las que afirma que el mundo afronta una crisis sin precedentes y enumera que hay 140 millones de personas que afrontan una fortísima inseguridad alimentaria, de las que 22 millones, ubicadas en el corazón de África, están en riesgo de morir de hambre.
Pero lo que plantea Rocca para abordar este problema es muy distinto a lo que dice Sánchez. Concretamente, el presidente de IFRC afirma que «la crisis no se arregla enviando comida para lavar nuestra conciencia «. Y añade «podría enumerar una larguísima lista de crisis que solo agravamos o pensamos que se resuelven enviando comida y tiendas de campaña, y así nos limpiamos la conciencia». Y señala otra vía necesaria, la de utilizar a fondo el potencial tecnológico y económico que tienen hoy en día el mundo y los países desarrollados para anticiparse a las crisis, intervenir de forma preventiva y aportar medios antes de que éstas se produzcan.
También señala como vital evitar los conflictos armados porque no hacen más que agravar las crisis preexistentes. Lo vemos en el caso de Ucrania, pero hay otras más que están perfectamente olvidadas, como señala Rocca. En Siria hay 6 millones de personas desplazadas que no tienen nada, hay guerras como la de Yemen y la de Etiopía que están fuera de las agendas políticas colectivas y evidentemente la de Ucrania, y es sobre estos factores que los países, sobre todo los países con medios, deben actuar. De lo contrario hay que grabar un frontispicio, por un lado, la frase de Sánchez anunciando querer combatir el hambre y, por otro, el de Rocca afirmando que todo esto no se resuelve enviando comida para lavar nuestra conciencia.