Pese al exhibicionismo de optimismo de la voluntad mostrado por Sánchez y Díaz a la hora de presentar su previsible pacto de gobierno, la realidad es que el tiempo pasa y la oscuridad planea sobre los pactos que son determinantes especialmente con JxCat, porque realmente Sánchez pueda repetir como presidente del gobierno.
Mientras, y una vez más, se produce un abuso del ejecutivo que ha convertido la presidencia del Congreso en una dirección general más de la Moncloa. Queda fuera de todo registro democrático la congelación del Parlament porque la presidenta Francina Armengol tiene paralizada toda actividad parlamentaria hasta el extremo de no convocar siquiera la mesa.
Sánchez puede tomarse todo el tiempo que realmente disponga para presentarse como presidente del gobierno, pero eso no es excusa para que la mesa y el plenario no funcionen.
Temas de gran importancia como la presidencia española de la UE, la guerra en la franja de Gaza, el riesgo de un conflicto de grandes proporciones y la actual crisis inmigratoria, no pueden ser debatidos en el lugar en el que estamos teóricamente todos representados, ni podemos conocer las visiones y previsiones del gobierno, sencillamente porque el Congreso ha sido secuestrado por Sánchez, quien ha decretado el apagón total hasta que no se resuelva sus pactos para volver a gobernar. Mientras tanto, disponemos de un ejecutivo que actúa y funciona sin ningún tipo de control, y esto es desde un punto de vista democrático totalmente inaceptable.
En este punto ya está claro por el número de encuestas que se han producido, que existe una opinión ampliamente mayoritaria contraria a la amnistía y también lo es de mayoritaria en términos cualitativos para el mundo del derecho. Es tan grande la ola contraria que en este tema ni siquiera el CIS de Tezanos se atreve a preguntar por él por qué la manipulación que habría que llevar a cabo para conseguir que la aceptación de la amnistía saliera triunfante, es tal que haría estallar las muy amplias costuras del CIS, que puede mover resultados de 2 o 3 puntos arriba y abajo, pero no 10 o 15. Y esto no es sólo una amenaza para llegar al pacto, sino que es un factor de crisis inmediatamente después de que la ley de amnistía sea aprobada en el Congreso.
La solución democrática que daría estabilidad al país debería llevar todas estas cuestiones, empezando por la amnistía, a unas nuevas elecciones. Que Sánchez se presentara a ellas enarbolando el programa de gobierno pactado con Díaz más la amnistía y todo lo que se haya comprometido con los demás grupos parlamentarios. Sin embargo, si no se ve obligado, el actual presidente del gobierno no participará de esta carrera porque los datos señalan que podría quedar claramente derrotado y entregar el gobierno al PP y a sus aliados.
Por otra parte, Sánchez sabe que si fracasa en la investidura debe ir a elecciones. Si pierde, su control del PSOE y su futuro político en España va a estar liquidado. Pero, tic-tac, tic-tac, el tiempo pasa y las condiciones para el pacto con Junts, a pesar de ser buenas, se complican cada vez más y crece el riesgo de que un sector no pequeño del independentismo acabe declarando “traidor” a Puigdemont si hace presidente del gobierno a Sánchez.
Cada vez hay más condiciones para que el expresidente de la Generalitat se convierta en una especie de Michael Collins, pero de tamaño “parto de los montes” post moderno, es decir sin tragedias. La declaración de alevosía que Puigdemont ya ha probado con la punta del pie en el pasado, ahora podría ser mucho más clamorosa, por lo que podría irse olvidando de un regreso triunfal a Catalunya, seguido de una victoria electoral, porque una tercera fuerza independentista surgida del desengaño le restara votos.
Porque, la verdad es que el escenario se ha complicado más. Los pactos Sánchez-Díaz se han hecho sin un ápice de consideración a los partidos nacionalistas e independentistas e invaden de forma clamorosa competencias. Al mismo tiempo que no mencionan ni una de las condiciones que exige Puigdemont, empezando por la amnistía. Es un mal prólogo dada la falta absoluta de fiabilidad de Sánchez con sus compromisos, que ya se sabe que considera inexistentes si cambian las circunstancias, y ya se sabe que no hay un cambio mayor que el que significa pasar de ser candidato a presidente del gobierno. «Si te he visto, no me acuerdo«.
Por otra parte, los resultados de la consulta a los miembros del Consejo por la República, procedente de una participación limitada, dejan de tener valor, sobre todo porque Puigdemont ha hecho de la cuestión del voto un argumento central de su visión política. Tampoco fueron mayoritarios considerando al conjunto de electores en la votación del 1-O y a pesar de que este hecho forma parte del argumentario reivindicativo esencial de JxCat. Por tanto, no puede prescindir olímpicamente de este hecho, más cuando el CpR viene de grandes tensiones previas generadas por el propio Puigdemont. Recordemos que todo un sector ya protestó clamorosamente al disolver inesperadamente la Asamblea de Representantes del Consejo. Ahora, la consulta, que a saber por qué la convocó el expresidente de la Generalitat, añadiría sal a la herida si Puigdemont desatiende el resultado. Por otra parte, la ANC tiene una posición idéntica a la que ha salido en la consulta del CpR y no hace más que aumentar la convicción de que todo un sector del independentismo es contrario al acuerdo.
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